Alma Mater Quizá era una tarde como todas, cálida, soleada. Eso parecía. Solo que rayando las tres, un grupo de jóvenes con el corazón lleno de sueños y las manos de estrellas se concentraban en una tarea heroica. Se proponían atacar el Palacio Presidencial y con esto hacer justicia eliminando al tirano.
Lo lograron a medias, llegaron hasta el Salón de los Espejos, entraron hasta el mismo despacho del presidente, pero, este huyó a tiempo. Mientras, era tomada la emisora informativa más escuchada en la Isla, Radio Reloj.
José Antonio Echeverría, nacido en Cárdenas y en aquel entonces Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, (FEU) irrumpía en la sala de transmisión a punta de pistola con la alocución que llevaba escrita.
Los profesionales que emitían los boletines de la tarde quedaban perplejos… solo atinaban a repetir la hora cada un minuto, como siempre en esta frecuencia radial, pero barboteando inconexos las informaciones. Hasta que Echeverría comenzó a leer. «Pueblo de Cuba… En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial, el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuentas…».
No se escuchó totalmente su alegato, alguien cortó la transmisión antes, pero fue suficiente para que esta jornada pasara a la historia. El Presidente de la FEU marchó hacia la Universidad para buscar refuerzos y apoyar la toma del Palacio.
El auto en que el comando se dirigía hacia la casa de altos estudios chocó con un carro de Policía que patrullaba la zona. José Antonio enfrentó a la guardia, pero una ráfaga de ametralladora alcanzó su cuerpo a solo unos metros de la Universidad. ¡Solo unos metros y podría haberse resguardado!, a la Policía no le era permitido el acceso al recinto.
«Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque, tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo.» Así escribía en su Testamento Político, así sentía aquel joven, futuro arquitecto, que no pudo proyectar obras monumentales, pero contribuyó a edificar la Patria.