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Los habaneros, entre curiosos y molestos por la visita de Obama

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Diario de Cuba Hubo quien se emocionó frente al televisor cuando vio arribar al presidente Barack Obama y a su familia en el aeropuerto. Se escuchó a una vecina del Vedado gritar: “Mira ahí está. Ya llegó, ya llegó”, como si quien llegara fuera algún familiar del norte.

Los locutores no repararon en que el presidente de Estados Unidos no llevaba a nadie detrás aguantándole la sombrilla ni en que el protocolo de seguridad fue sencillo. Algunos cubanos sí lo notaron.

¿Viste a  Michelle qué regia, qué juvenil? Qué pena con Josefina tan encopetada. Sentí vergüenza ajena. Porque ella no debe ser tan vieja, ¿verdad?”, dice Rosa, vía telefónica, pues necesita comentar la emoción con alguien.

Según Javier, a quien le tomó una hora coger un taxi hacia el Vedado por la calle Neptuno, “todo lo que han formado aquí es para intimidarnos a nosotros, ¿tú crees que él iba a venir aquí sin saber que Cuba es un lugar seguro?”

La mayoría de los entrevistados se muestran molestos, incómodos por la situación que crea cada acontecimiento en Cuba.

“¿Tú crees que cada vez que él va de visita a algún país la cosa se paraliza como aquí?”, dice una muchacha vestida a la moda que intenta llegar a Alamar y que acompaña sus comentarios con una sarta de malas palabras.

El túnel de la bahía no lo han cerrado como habían anunciado, pero la escasez de transporte ha provocado que la vía Habana-Alamar haya aumentado de costo al antojo del chofer que pase.

Otro sujeto que parece más informado continua con los insultos contra el Gobierno que comenzó la muchacha, para contar cómo cuando fue a comprar el periódico dominical, solo había noticias de Maduro.

“¿Y a mí que carajos me importa Maduro? Estos están tratando de opacar el acontecimiento más importante que hemos vivido en 50 años con reunioncitas con Maduro, ¿o no te has fijado cómo apenas hablan del tema en el noticiero?”

El transporte

Mientras Barack Obama hacía su recorrido por el Casco Histórico de La Habana, los habaneros hacían malabares para poderse trasladar de un lugar a otro de la ciudad.

La ruta 27, que tiene como recorrido habitual la avenida 17, circuló por 23. Los pasajeros la abordaron con la idea de ir haciendo como pudieran su propio recorrido.

“No hay guaguas pero tampoco hay taxis”, decía un hombre forzado a coger el ómnibus porque llevaba más de media hora esperando por un almendrón.

De la parada del P11, en G y 27, la gente salía caminando en distintas direcciones. Aunque la Avenida G, normalmente populosa, se veía desolada, era evidente que la gente que caminaba había tenido que “salir por necesidad”: guardias de seguridad que comenzaban su turno nocturno y mujeres con niños en brazos que salían de los hospitales aledaños.

“Eso lo pusieron en el periódico para entretenernos”, dijo otra pasajera que salía del Cuerpo de Guardia del hospital Calixto García: “Yo llevo dos horas esperando el P11 y nada. Desvío ni desvío. Quitaron las guaguas y ya”.

El recorrido de la ruta 27, que pese al desvío debía continuar por la calle Zanja, se vio interrumpido por otro desvío no previsto. Venció su recorrido en Reina y Belascoain, aunque debía llegar a la Avenida del Puerto. La gente protestó en voz alta y hubo quien aseguró que “ya están vendiendo el país, así que acostúmbrense”.

El chofer vociferó que de ahí regresaría al paradero de Playa y, ante las protestas, aseveró que en el recorrido anterior, sobre las seis de la tarde, había podido llegar hasta el Parque de la Fraternidad.

“No sé por qué ese cambio ahora, lo más probable es que Obama haya querido caminar por La Habana, y ¿quién le dice que no, eh?”, terminó diciendo el chofer a modo de consuelo.

“Me imagino que mañana no habrá trabajo, ¿no?”, dijo una mujer que bajaba por la calle Reina con sus hijos, “porque si esto es así hoy, mañana que quiere ir al Gran Teatro, cómo será la cosa.”

Otros molestos señalaron cómo no había guaguas, pero sí “perseguidoras cada tres metros”.

“Te das cuenta, cuando se quiere se puede. En dos días terminaron las obras y lo hicieron bien”, dijo un hombre refiriéndose a los jardines del Capitolio, concluidos en tiempo record.

Aunque no estaba anunciado, el transporte urbano no podía transitar por las calles San Lázaro, Neptuno, Zanja y Reina. Se podía transitar a pie aunque la lluvia persistente hizo que pocos salieran a la calle.

Por el boulevard de Obispo se podía caminar solo hasta la calle Aguiar. Quienes quisieran llegar al Casco Histórico aun cuando según los medios ya había concluido la visita de Obama, debían mostrar el carnet de identidad como prueba de que su lugar de residencia estaba en la zona.

Recorridos alternativos

Apenas se corrió la bola de que Obama pasaría por Galiano, los vecinos se apostaron en los portales y en las azoteas para verlo pasar.

“No me lo pierdo. Yo tengo que ver al tipo”, dijo uno de los observadores en la esquina de Zanja y Galiano, mientras empezaba a identificar a todos los personajes “raros” que merodeaban el lugar. “Cuando hay tanta gente rara es que va a pasar por aquí”, aseguró.

Otro analizó: “Bueno, por San Lázaro no se puede ir porque los baches son tan grandes que puede regresar al Yuma por uno de ellos con bestia y todo. Así que Galiano es la ideal para que suba”. Sin embargo, se mostró preocupado por los derrumbes y la impresión que causarán al presidente. Él mismo se consoló. “Na, esa gente ha visto Cuba más que nosotros mismos. Los extranjeros fotografiando, los cubanos que se han ido y que saben que esto aquí es una ruina”.

La policía de tránsito se encargaba de desviar el tráfico lejos de Zanja y Galiano. Y, pese a la lluvia, que a las 8:00 de la noche no cesaba, la gente se alistaba con sus teléfono para poder hacer “al menos” una foto y esperaba en las azoteas guarecida bajo sombrillas.

La espera fue infructuosa. A la media hora pasó un ómnibus Transmetro recogiendo a los policías y ya todos supieron que el Presidente no pasaría por allí.

Pero más de un centrohabanero contó cómo los carros doblaron por San Rafael y Obama saludó detrás del cristal. Algunos de los que estuvieron en el lugar discutían si era él o no. Ellos mismos no se lo podían creer.

“Y mañana va por mi casa”, dijo uno de los que discutía como si él mismo le hubiese organizado el recorrido a Obama. “Él quiere ir al Mariel y tiene que pasar por Playa. ¿Tú sabes la cantidad de dinero que entró con esa visita aquí? Ahora vamos a ver en qué lo emplean. Ya nos dijeron que no podíamos mostrarnos mucho por 5ta Avenida”, afirmó, refiriéndose a las advertencias que ha estado haciendo la Seguridad del Estado a los vecinos de Miramar.

Written by @diariodecuba

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