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Raúl Castro, nueve días antes de nacer Barack Obama

Raúl Castro aún joven (CC)
Raúl Castro (CC)

Atisbando en la Casa Blanca para congraciarse con sus inquilinos, por fin el castrismo consiguió lo buscado: un presidente de “agenda abierta” para negociar “de igual a igual.”

Pronto hará 55 años de la conjunción. Ocurrió lejos de Honolulu, Hawái, nueve días antes de Barack Obama nacer el viernes 4 de agosto de 1961. El hecho hoy consumado parecería una idea tonta o perversa, expresada en Santiago de Cuba el miércoles 26 de julio. Raúl Castro era un comandante de 30 años de edad y dijo:

“Nuestra revolución, por esencia y carácter, no ataca a ningún país, no agrede a nadie, estando incluso dispuesta a negociar, y lo ha dicho una y mil veces, hasta con el gobierno de los Estados Unidos, siempre que sea con agenda abierta y de igual a igual”.

El ahora interlocutor de Barack Obama, en aquel discurso por el octavo aniversario del asalto al cuartel Moncada, expresó lo que ahora es útil recordar: “Los imperialistas yanquis se preparan para nuevas aventuras armadas contra la revolución cubana (…) La agresión militar viene precedida y acompañada del más bárbaro bloqueo económico.

“Nuestro país dependía del abastecimiento norteamericano en grasas. El imperialismo, con el objeto de desprenderse de grandes sobrantes de su producción de puercos, convirtió nuestro país en receptor de manteca que el pueblo norteamericano no consume por considerarla de inferior calidad. Eran enviadas a Cuba y conociendo los imperialistas que no existen en los mercados mundiales cantidades suficientes de ese tipo de grasa para sustituir el consumo de Cuba, han pasado al embargo de la manteca”.

“¡Cuba no cambiará su revolución socialista por manteca yanqui!”

“Fidel expuso el plan de trabajo de la revolución para en 18 meses resolver el abastecimiento de grasa de nuestro pueblo con la producción nacional”.

“Con la nacionalización de las grandes empresas la revolución entra definitivamente en la etapa socialista”.

“Los exiliados contrarrevolucionarios rusos tuvieron que meterse a cocheros en París. Los de aquí hoy han tenido que ir a Miami a fregar platos y se morirán de viejos con una ilusión que nunca lograrán alcanzar”.

“Y hablando de vuelos interplanetarios, debemos felicitar a los nubenautas. Gagarin es un cosmonauta que sube al cosmos. Los de los yanquis son nubenautas, llegan hasta las nubes nada más”.

“Pero hay que felicitar a Sheppard y Grissom, los nubenautas norteamericanos, para encaramarse en un cohete yanqui sí se necesita valor de verdad”.

“Detrás de Gagarin estaban un ejército de científicos, un gobierno, un partido y un pueblo que ya ha eliminado la explotación del hombre por el hombre”.

“Detrás de los nubenautas norteamericanos están los monopolios en competencia (…) las aspiraciones guerreristas de los generales trasnochados del Pentágono; un pueblo con una mentalidad prefabricada a base de una prensa cuidadosamente alimentada y mantenida por los monopolios y un régimen social donde el hombre es lobo del hombre y no hermano del hombre como ya está en la Unión Soviética y también en nuestra patria”.

“En cuanto a la reacción de aquí, que no subsistiría a no ser por el apoyo de la Agencia Central de Espionaje yanqui, a los traidores de aquí, a través de los Comités de Defensa de la Revolución, no puede el pueblo quitarle el ojo de encima ni la mano del cuello, y esa mano del cuello la aflojaremos o la apretaremos hasta el infinito de acuerdo a los ataques que se nos hagan”.

“Es decir, que seremos flexibles y seremos severos. La guerra es a muerte, y lo sabemos. Si aquí ha de suceder lo que sucedió en París en 1871, que pase al revés, y que los muertos los pongan ellos”, decía Raúl Castro en aquel discurso de hace 55 años.

Más que interesarse por cuánta manteca o carne de puerco venderá a Cuba, Obama debía preguntar a Raúl Castro a qué ese interés el suyo de comerciar con un pueblo con una mentalidad prefabricada en cuyo régimen social el hombre es lobo del hombre.

Pero sobre todas las interrogantes posibles, Obama debía esclarecer si todavía Raúl Castro considera “nubenautas,” esto es, meros conejillos del laboratorio que es Estados Unidos a personas como Rick Husband, William McCool, Kalpana Chawla, Laurel Clark, Michael Anderson, Ilan Ramon y Dave Brown, la tripulación del siniestrado transbordador espacial Columbia, de quienes Darla Racz, supervisora de entrenamiento de astronautas en el Centro Espacial Johnson dijo: “Se amaban unos a otros como si fueran una familia”.

Más que por las respuestas de un discurso que aunque pronunciadas nueve días antes de él nacer aún perdura, Barack Obama pasará a la Historia o quedará como uno más en ella por la actitud adoptada ante aquel discursante, ahora su interlocutor.

Porque si con el restablecimiento de las relaciones Cuba-USA el Presidente Obama cree legar a la posteridad un suceso histórico, quizás deba conformarse con un hecho menos enaltecedor: ser el Presidente de Estados Unidos a quien dos cazadores contumaces metieron en su morral luego de más de 50 años de acecho. El tiempo tiene la última palabra, pero ya el tiempo está en cuenta regresiva.

Written by CubaNet

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