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Coctel Variado 422

422_coctelLa Habana, Frank Cosme, (PD) Jerusalén es la capital de Israel y su ciudad más grande y poblada. Está situada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del Mar Muerto.

Habitada por los jebuseos hacia el siglo XIII AC, mucho antes de la llegada de las tribus hebreas, Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo, abundante de acontecimientos y sagrada para las tres mayores religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Su nombre procede de las palabras hebreas Yeru (casa) y Shalem o Shalom (paz) lo que literalmente significaría “Casa de la Paz”. Otros estudiosos lo identifican con una modificación del antiguo nombre que le daban los jebuseos a esta ciudad: Salem.

Durante la Guerra de los Seis Días, en 1967, Israel anexó a su territorio la parte este de Jerusalén, que estaba en posesión de Jordania y donde se encuentra precisamente la ciudad vieja, pródiga de tantos eventos históricos de las citadas tres religiones.

Declarada en 1980 por el gobierno de Israel como su capital “eterna e indivisible”, continua siendo este status una de las fuentes de conflicto entre palestinos e israelíes.

No obstante, desde ese mismo año 1967, el gobierno de Israel también garantizó para esta ciudad plena libertad religiosa para esas tres religiones.

Parece confirmarse el término “Casa de la Paz” dado a esta ciudad, puesto que la mayoría de los ataques terroristas en Israel han ocurrido en otras ciudades. Y es que en Jerusalén se encuentra el Santo Sepulcro de los cristianos, el Muro de las Lamentaciones de los judíos, y la Cúpula de la Roca, donde los musulmanes consideran que Mahoma ascendió al cielo.

Y como exactamente en esta ciudad han ocurrido numerosos sucesos históricos que han repercutido por siglos en la humanidad, se han originado varias disciplinas encargadas de encontrar evidencias tangibles que corroboren la certeza de sucesos principalmente religiosos, y la falsedad o legitimidad de manuscritos u objetos relacionados con estas religiones.
Entre estas ciencias se destacan la Arqueología del Medio Oriente, la Arqueología Bíblica y lo que pudiera llamarse arqueología histórica, dada la abundancia de documentos encontrados, como el caso de los “Manuscritos de Qumrán”.

Los Manuscritos de Qumrán son los “Libros del Tanaj”, o los 35 libros de la Biblia Hebrea, conocida por los cristianos como el Viejo Testamento. No eran del Nuevo Testamento como sugirieron algunos estudiosos al principio.

Y siguiendo esta línea de pensamiento donde han existido y existen errores que estas ciencias han corregido, sale a relucir uno de los puntos más polémicos, la existencia o no de Jesús de Nazaret.

Hasta finales del siglo XVIII no se cuestionaba la fiabilidad histórica de los relatos bíblicos. Es a partir de ese siglo que comenzaron los cuestionamientos, encabezados por los racionalistas alemanes, continuados en el siglo XIX por los marxistas, y en el XX y hasta la actualidad, por toda una serie de corrientes de pensamiento generadas por esta filosofía.

Los racionalistas quizás desconocieron, por aquello de la duda razonable, de que la alusión directa más antigua y no cristiana a Jesucristo se encuentra en la obra del historiador judeo-romano Flavio Josefo, titulada “Antigüedades Judías”.
En el capítulo 18, párrafo 63, dice textualmente la primera parte: “Por aquel tiempo existía un hombre sabio llamado Jesús, (si es lícito llamarlo hombre) porque realizó grandes milagros y fue maestro de hombres que aceptan con placer la verdad”. (Sic).

Otro historiador romano, Plinio el Joven, escribió una carta al emperador Trajano donde le exponía: “Los cristianos acostumbran reunirse al amanecer y cantar un himno a su Dios, nombrado Cristo”.

Otros dos historiadores romanos, Tácito y Suetonio también nombran a Cristo.

La Nueva Enciclopedia Británica de 1995 afirma: “Estos relatos independientes demuestran que en la antiguedad ni siquiera los opositores al cristianismo dudaron de la existencia histórica (no religiosa) de Jesús que comenzó a ponerse en tela de juicio sin base alguna, a finales del siglo XVIII, extendiéndose posteriormente”.

Otros errores son causados por los propios cristianos en un intento, como los racionalistas, por acomodar la historia a su manera. Uno de estos errores es la curiosa historia de la “Tumba del Jardín”, admitida todavía por algunos, como la verdadera de Jesucristo. Está situada al norte de la puerta de Damasco, en Jerusalén, y fue descubierta en 1867. El general inglés Sir Charles Gordon, de confesión anglicana, concluyó que se trataba de la tumba de Jesús basándose en la situación de las murallas, la referida puerta y la forma de la colina en la que quiso ver un cráneo y donde muy cerca se encontró esta tumba.

La colina donde crucificaron a Cristo se nombra Gólgota por la forma de calaveras que tienen las rocas en uno de los lados. No fue aquí donde lo sepultaron, sino en una tumba que tenía destinada José de Arimatea para él y su familia.

A Sir Charles Gordon se le olvidó que la actual muralla, al igual que la restauración de la Cúpula de la Roca, se le debe a Solimán el Magnífico y data de alrededor del año 1540, cuando los otomanos dominaban la Palestina.

Hoy día la objeción arqueológica sobre esta afirmación de que la Tumba del Jardín es la de Jesús es definitiva. La arqueología bíblica demostró que el cálculo que hizo Sir Charles estaba lejos de la realidad, puesto que la actual muralla no es la misma que sigue el trazado de la que existía en tiempos de Jesús.

Otro curioso error surge del nombre Barrabás. Este personaje aparece en el proceso seguido a Cristo por Pilatos. Este le dio al pueblo judío (léase el grupito formado por Saduceos, Herodianos y Fariseos), a escoger entre Cristo y Barrabás donde salvaría al primero de la crucifixión, y sabemos por la historia que eligieron a este último.

Como en arameo Bar Abba significa “hijo del padre” y en múltiples ocasiones Jesús se refirió a sí mismo con esa frase, un especialista en el estudio de la tradición judeo-cristiana, Hiram MacCoby, ha propuesto una teoría donde afirma que Bar Abba o Barrabás era el apodo que daban a Jesús y por lo tanto Jesús y Barrabás eran la misma persona. ¿Qué les parece?

Y hasta la próxima, estimado lector.
glofran864@gmail.com; Frank Cosme

Santos Suárez

Written by Primavera Digital

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