En Latinoamérica, una extensión geografía producto de la combinación de distintas razas, donde hay rubias de pelo crespo y morenos de ojos verdes, resulta complejo asimilar el racismo como una cotidianidad.
En Cuba, desde donde se profesan aires de equidad, socialismo y paridad humana existe la creencia superlativa del blanco sobre el negro. Y para la desgracia de algunos, la carga histórica de un bloqueo de más de 5 décadas, empieza a aliviarse por obra y acción de un afrodescendiente.
En los casi tres días que estuvo Obama en la Isla, y a pesar del poco contacto que tuvo con la gente, el régimen trato de ocultar la realidad social y económica de Cuba. Sin embargo, algo que no pudo ocultar es el nivel de racismo que impera en las filas de la “revolución socialista”.
Ministros, directores, oficiales, mesoneros. Todos de raza blanca atendieron al presidente Afro-americano que llego con su esposa e hijas del mismo color. Pareciera que el mandatario estuviese visitando una ciudad europea en vez de una nación caribeña.
El qué bolá de Obama, que sirvió de encuentro con los isleños, trajo consigo la oportunidad de pasar la página no sólo del bloqueo, de los resentimientos entre americanos y cubanos, sino que además asomó la necesidad de que la xenofobia se distancie de un país que busca un cambio real, libertad y democracia.
La libertad, derecho fundamental implica también poder ser quien eres, sin represiones. La democracia está signada por la inclusión de ideas, la aceptación de opiniones sin distinciones de credo o raza
Durante décadas, el afrocubano ha tenido un papel minino (podríamos decir casi nulo), dentro de la sociedad cubana. Las personas más pudientes de la isla, empresarios, políticos y artistas, son de piel blanca. El muy astuto primer presidente negro de Estados Unidos, observo tal situación y durante su discurso al pueblo cubano remarcó la necesidad de ofrecer a todos la oportunidad de tener éxito, incluyendo “mujeres y afrocubanos”.
En los últimos minutos de su intervención, el presidente Obama exhortó al pueblo cubano, en lugar de romper con la ideología cubana, alentó a los jóvenes a construir algo nuevo; e insistió en que el presidente Castro no debe ver a Estados Unidos como una amenaza.
Las palabras de Obama dejan una pregunta a la imaginación de muchos. ¿Podría Cuba tener un presidente negro?, a pesar de ser una posibilidad alejada de la realidad, sin duda en la mente de algunos afrocubanos se materializa con la visita del presidente estadounidense.
En la Cuba castrista, el racismo es una realidad contraproducente a los ideales revolucionarios, un estigma social el que Obama, elegantemente, dio el primer golpe para acabarlo. Ahora depende de aquellas personas que tomen el ejemplo del Negrito gringo parar romper con ese estigma y buscar su lugar dentro de la sociedad cubana.
