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Mujer, Revolución y violencia, un trío con buenas relaciones

Si no eres mía, no serás de nadie”.

Irina Echarry

Foto: Juan Suárez

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — No, desgraciadamente, la frase no la he sacado de un guion de telenovela, sino de la vida real. Según la versión popular, esas fueron las últimas palabras que escuchó la joven de 16 años que hace una semana salió con su novio de La Guayabera, el nuevo centro cultural de Alamar. Una antigua pareja le propinó varias puñaladas al amparo de la oscuridad de la noche. Unos dicen que murió, otros que padece grave en un hospital.

La versión oficial no la sabremos. En Cuba es difícil conocer sobre los crímenes que se cometen, entre ellos, los estimulados por el machismo. Contenidas en la nefasta frase “móvil pasional”, yacen en el olvido ofensas, humillaciones, golpizas, maltratos y muertes que suceden año tras año.

Solo el Anuario Estadístico de Salud, publica las cifras de muertes por agresiones, pero como estamos acostumbrados a la falta de transparencia, desconfiamos de esos números. Sin embargo, si nos guiamos por ellos, sabremos que -al menos desde 2009 hasta 2014- las agresiones cobran más vidas que el SIDA y se ubican en la lista de las primeras 35 causas de muerte en Cuba. Aunque los móviles pueden ser disímiles y, según las cifras, mueren más hombres que mujeres por esa causa, es muy frecuente escuchar historias sangrientas como la de esta adolescente, que no siempre terminan en muerte.

Aupado por la oficialidad, el machismo se describe como un problema cultural y, al hacerlo, se  naturaliza y justifica. Claro que nuestra cultura es patriarcal, pero eso no significa que no pueda transformarse. Lo que pasa es que el Gobierno actúa en la Isla como un macho tiránico en su casa, decidiendo -entre otras cosas- lo que se puede y lo que no se puede hacer.

No existe en el país una ley de género ni mecanismos especializados para proteger a las víctimas de maltrato y sancionar severamente a los victimarios. No se informa a la población sobre estos hechos de violencia y sus consecuencias, por eso no hay un sitio donde consultar datos sobre esos delitos ni los castigos a los agresores ni las compensaciones a las víctimas.

Además, la violencia tiene muchas caras, entre ellas la psicológica. Sentirse desprotegida, amenazada, acosada, amedrentada, hace que la persona pierda su autoestima, crea que no tiene escape para sus males y pierda fuerza de voluntad para emprender un cambio en su vida.

Ha pasado más de medio siglo desde que Fidel Castro expresara que transformar la situación de la mujer en Cuba debía ser una “revolución dentro de la revolución”. Se tomaron muchas medidas acertadas desde aquel momento, nadie lo duda.

Sin embargo, continuamos viviendo en un contexto donde los hombres se forjan en la convicción de que deben ser combativos, fuertes, luchadores, fajarines y posesivos. A esto contribuyen, entre otros factores, la Seguridad del Estado, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, ciertas creencias religiosas y los programas de estudio de los diferentes niveles educacionales. Los héroes que nos enseñan a admirar son siempre valientes, arriesgados, triunfadores y se resalta la participación masculina en las luchas de liberación, a pesar de que muchas mujeres participaron activamente en ellas.

Unido a eso, en Cuba estamos desamparadas si de acosadores y agresores se trata.

En las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, creadas por la FMC, es cierto que hay psicólogas que orientan, pero no existe un lugar donde la víctima pueda alejarse de su agresivo entorno. Por el contrario, debe permanecer junto al acosador o golpeador, bien porque no puede dejar de trabajar o porque no tiene para dónde ir.  Y ya sabemos que si debe convivir con el victimario, no querrá acusarlo por temor a las represalias.

Otro asunto grave es que las Unidades Policiales están plagadas de hombres y mujeres machistas, las víctimas que se deciden a hacer denuncias, generalmente encuentran una barrera de incomprensión y muchas veces acusatoria. Los agentes de seguridad no creen en su palaba y sugieren que es un problema entre “marido y mujer”, por lo que no se sienten responsables.

Entonces, ¿adónde acude una mujer si es acosada, amenazada, violentada? ¿Cómo influir en el imaginario popular para que la defienda cuando es atacada por su pareja, si las autoridades se lavan las manos?

El pasado 14 de marzo, la administradora del PNUD* exhortó -a los países que faltan-, a criminalizar la violencia doméstica y conyugal, esa que funciona en el plano privado pero que es un asunto público, de toda la sociedad. Personalmente, dudo que Cuba se adhiera a esta medida, quizá lo haga formalmente y haya casos específicos en que funcione, pero la realidad diaria será otra. ¿Cómo llevar a la práctica  una ley que condene la violencia si esta se ha instituido como norma?

Otro asunto grave es que las Unidades Policiales están plagadas de hombres y mujeres machistas, las víctimas que se deciden a hacer denuncias, generalmente encuentran una barrera de incomprensión y muchas veces acusatoria.

Al Gobierno no le ha interesado articular un mecanismo real para proteger a las mujeres en situación de maltrato, al contrario. Es común que ejerza la violencia física contra las mujeres (y hombres) que disienten; esto sucede en la vía pública por lo que además de ser algo aborrecible, resulta una enseñanza para niños y jóvenes.  En estos días en que el presidente Raúl Castro ha dicho públicamente que aquí no se violan los derechos humanos, muchas personas han sido vapuleadas, golpeadas, arrastradas y vejadas en plena calle.

Además, la violencia tiene muchas caras, entre ellas la psicológica. Sentirse desprotegida, amenazada, acosada, amedrentada, hace que la persona pierda su autoestima, crea que no tiene escape para sus males y pierda fuerza de voluntad para emprender un cambio en su vida.

Todo eso sucede seamos o no conscientes de la necesidad de ese cambio. La mayoría de las veces aceptamos como algo normal ciertas actitudes que cercenan nuestra libertad de acción, nuestro derecho a hablar, a movernos libremente.

Tipificar la violencia doméstica y conyugal como un delito sería un gran paso, pero no basta, eso tendría que estar respaldado con una verdadera intención de cambio a nivel político, legal y social que hasta ahora no se vislumbra. De aprobarse, sería una de esas tantas leyes que existen pero no se cumplen.

*PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

Written by Havana Times

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