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El plan nacional

Por: Harold Cárdenas Lema

El tiempo en que el destino de Cuba lo podía decidir un puñado de hombres ya pasó. Vivimos en un país con niveles de instrucción elevados, donde existe una esfera pública que debate constantemente sobre los cambios sociopolíticos, donde los jóvenes están ansiosos por construir su propio legado y rechazan el papel de herederos acríticos que les ha sido asignado. Esta es la isla donde sobra inteligencia colectiva para hacer política y generar consenso. Este es el barco del que muchos se han lanzado al agua por la ausencia de un horizonte, por la incertidumbre sobre el futuro. ¿Existirá una hoja de ruta para salir de nuestra terrible circunstancia? Quizás. ¿Es eso suficiente? No lo creo.

Nuestro país tiene mil y un problemas por resolver, algunos producto del bloqueo y otros muy nuestros. Siempre he escuchado algunos decir que existe un plan para resolverlos, sin saber si son teóricos de la conspiración o personas mejor informadas que yo. Supongo que exista, moverse sin un rumbo definido sería una improvisación voluntarista más que espero hayamos superado. El punto es que este plan no se socializa, no se conoce y lo desconocido no se puede apoyar. Hasta ahora se ha hecho política en nuestro país sobre la base del respaldo alcanzado al triunfo de la Revolución y en condiciones de hostilidad extranjera. En el nuevo contexto y con las contradicciones acumuladas, toca generar nuevos consensos.

La popularidad del proyecto nacional como contraparte y rechazo a los gobiernos anteriores significó un cheque en blanco a la dirección del país que le ha dado margen para su desempeño, incluso para el error. Esto ha permitido la perseverancia y unidad en torno a un objetivo común. Sucede que este consenso se conformó hace más de medio siglo, con una generación que conocía el capitalismo, que vivió la Ley de Reforma Agraria, la Campaña de Alfabetización. Mi generación solo conoce el Período Especial, las vicisitudes y el resquebrajamiento de los valores. ¿Puede funcionar el mismo consenso con nosotros? No creo.

Mientras los decisores titubean en sacar una ley de comunicaciones o se convencen de la necesidad de medios públicos en nuestra prensa, han surgido una docena de medios y revistas alternativas. La realidad no espera que algunos cambien su mentalidad, que otros se jubilen ni que los revolucionarios que saben por dónde van las soluciones para salvar el proyecto socialista cubano, tengan la capacidad de hacerlo. La realidad no espera por nadie.

¿Seguiremos apelando a la hostilidad estadounidense para excluir la inteligencia colectiva de nuestro país de conocer cuál es el plan nacional? Es posible que ganemos algo estratégicamente manteniendo el plan en secreto, pero el precio es demasiado alto, perdemos mucho apoyo popular al hacerlo. Imagino la ironía, la CIA posiblemente sepa al dedillo cuál es el plan y nuestro pueblo no. Ha pasado antes.

Y en un ejercicio de empatía me pongo en los zapatos de quienes deciden la políticas. Criticados por unos, incomprendidos por otros, desconocidos por la mayoría. Debe ser ciertamente difícil dirigir en la Cuba de hoy, incluso con todos los peligros era más fácil en 1959 que se podía dar al pueblo las deudas aplazadas por los gobiernos anteriores. Nuestra incapacidad para generar nuevos logros se paga con la incredulidad política de la gente. Y siguiendo en sus zapatos. Imagino que tengan un plan, que creen puede ser suficiente, que confíen en las capacidades de las instituciones, en la estructura creada para ello y los planes de trabajo.

Pero a veces el mundo de los políticos es una burbuja. Es normal que les cueste medir el alcance real de las decisiones, el pulso social del país. Y que algunos crean que con su estrategia se van a resolver todos los problemas, pero no es suficiente. Ah… ¿cuántas veces hemos creído los cubanos tener la solución definitiva? Y no llega, pero seguimos adelante entre todos por ese pegamento político que es sentirse parte de algo. Ese sentimiento precisamente es lo que está en peligro.

Eso explica las inquietudes ante un Congreso del Partido que comenzó restando participación a los militantes de base, confiando en un grupo de expertos desconocidos que deben trazar el futuro del país. A estas alturas ya deberíamos aprender la lección de ser inclusivos y no excluyentes a la hora de la construcción colectiva. Y es que el Congreso forma una parte importante del plan, de la hoja de ruta. Entonces el Granma publica una nota sin firma al pie, donde no se responden las inquietudes que preocupan a la propia militancia. En cambio apela a la fe, al cheque en blanco una vez más, a la idea de que un grupo de hombre buenos decidirán bien por nosotros. ¿Será que descuidamos la participación de la base encandilados por los éxitos diplomáticos? ¿De verdad alguien cree todavía que las decisiones de unos pocos superan la inteligencia colectiva del país más culto de su región?

Aunque a veces lo olvidemos, somos los que enfrentamos al mayor ejército colonial español y sobrevivimos la Guerra Fría, en base a un consenso sólido. En esta nación se puede hacer política coyunturalmente con el pueblo o contra el pueblo, pero imperecederamente sin el pueblo no es posible. Es por eso que el camino futuro nos pertenece a todos, no se puede escamotear su conocimiento ni con las mejores intenciones. El tiempo en que el destino de Cuba lo decidía un puñado de hombres ya pasó. Es por eso que el plan nacional sin la participación consciente del pueblo, no es suficiente.

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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