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Las familias rotas en Cuba

Foto: Tomada de X bit labs Community.
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La enorme casona antigua y desvencijada donde reside la familia Varona, en la barriada habanera de Lawton, bien pudiera servir de set para un serial televisivo sobre marginalidad y violencia.

La pared de la fachada pide a gritos una mano de pintura. Pedazos del techo agrietado amenazan con desplomarse. Ya adentro, la casa se subdivide en siete pequeños apartamentos.

Agustín, uno de los inquilinos, tiene un negocio por la izquierda de venta de materiales de la construcción. Por eso pudo reparar su habitación con piso de cerámica italiana, edificar un minúsculo baño con ducha moderna y agua fría y caliente.

El cuarto está climatizado por un Split Samsung de una tonelada. Frente a la cama matrimonial, una meseta azulejada con un microwave, cocina de inducción y una nevera de dos puertas.

El resto de las habitaciones son verdaderas ruinas, con camastros sucios, pero otros aposentos han sido pintados con lechada. En estantes adosados a la pared, cursis adornos plásticos y botellas vacías de ron. Eso sí, cada cuarto está reforzado con rejas en las ventanas y puertas.

“Es para evitar los robos, habituales entre nosotros. Casi ninguno nos hablamos. Algunos están buscando legalizar su habitación como independiente. Hay varias libretas de racionamiento. Y cuando los de los mosquitos vienen a fumigar es un lío, pues no todos están en su casa o no permiten que fumiguen. Es un ambiente carcelario, pero no tengo otro sitio donde vivir”, confiesa Agustín.

De las dieciséis personas que viven en la casona, doce tienen nexos familiares por línea materna o paterna. Las broncas van desde gritos obscenos, puñetazos hasta peleas a machetazos.

“Esto es como la selva. Las fajazones son por cualquier cosa, porque alguien se comió el pan de la cuota o se robó una posta de pollo del refrigerador”, dice Raisa, quien reside en esa jungla con su esposo y una hija.

Tres refrigeradores están situados en lo que fue la sala de la mansión. Todos tienen candados, como si fuesen cajas de caudales. En el barrio les llaman Los Muchos. “Cuando empiezan con sus broncas no tienen para cuando acabar. En la cuadra se ha creado un protocolo. Al comenzar los insultos algún vecino avisa a la policía”, dice una vecina.

Esos espectáculos degradantes forman parte del esparcimiento del vecindario. “Las peleas de esa gente son para coger palco. Son más entretenidas que las novelas y algunas broncas se disfrutan más que una cartelera de boxeo”, cuenta otro vecino.

Pudiera pensarse que es un caso aislado. Pero no. Son demasiadas las familias que en Cuba se han dividido por bagatelas, ideologías o conflictos matrimoniales.

Cuando Fidel Castro conquistó el poder a punta de carabina, infinidad de familias comenzaron a desintegrarse. “Se dieron casos de hermanos que pelearon en Girón o en el Escambray en bandos diferentes. Familias que dejaron de hablarse, cartearse o recibir llamadas telefónicas de parientes de la Florida solo por pensar diferente. El gobierno les debe una disculpa pública a esas familias desgarradas”, indica Carlos, sociólogo.

Por necesidad económica, el matrimonio de Sergio y Margot accedió a recibir dinero y paquetes con alimentos y ropas de su hija Yanira, jinetera que en 1994 se casó con un italiano.

“Antes de que mi hermana se fuera mis padres dejaron de tratarla. Luego cuando se marchó a Italia comentaron que para ellos su hija había muerto. Mis padres eran, todavía son, comunistas intransigentes. Pero cuando llegó el Período Especial, con doce horas de apagones y un hambre de pinga, los viejos se relajaron. Pero hoy viven de los euros y cosas que les envía mi hermana. Ella viene todos los veranos y hace una fiesta en el portal de la casa de la presidenta del CDR”, apunta Ramsés, hermano de Yanira.

El otro problema que sufren numerosas familias es el de la violencia doméstica y las discusiones matrimoniales delante de sus hijos. “Los casos de maltrato a las mujeres son frecuentes. La mayoría, por vergüenza o necesidad no lo denuncian. Pero yo creo que ahora mismo, la violencia familiar es la tipificación delictiva numero uno en Cuba”, comenta un investigador policial de La Habana.

Esas disfunciones familiares son el embrión de la tormenta perfecta que está viviendo la degradación de valores en Cuba. Hasta el autócrata Raúl Castro ha lanzado una cruzada para frenarla. Que van desde las groserías callejeras, pésimos modales y falta de cortesía hasta borrachines que beben en las esquinas y luego orinan en la vía pública.

Para el sociólogo Carlos, esa degradación, “es un daño antropológico terrible. Desarrollar la economía o reconstruir el país será más simple. Pero la mala educación, la violencia y el irrespeto al espacio del prójimo costará bastante recuperarlo”.
Y el embargo de Estados Unidos no es el culpable.

Iván García
Hispanopost, 30 de marzo de 2016.

Written by Desde La Habana

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