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La isla, más lejos de Marx y más cerca de Lagarde

Christine Lagarde en otras oportunidades ha recomendado a América Latina impulsar reformas| EFE
Christine Lagarde en otras oportunidades ha recomendado a América Latina impulsar reformas| EFE
Christine Lagarde en otras oportunidades ha recomendado a América Latina impulsar reformas| EFE

PABLO PARDO|La Habana

elmundo.com.- Se abre el telón y aparece una reunión del Directorio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En el orden del día: la entrada de Cuba en la institución. Uno a uno, los 14 representantes de los 46 países miembros del BID van emitiendo su voto. Entonces, llega el turno al representante de Estados Unidos. Y no está. Su silla está vacía. ¿Ha ido al baño? ¿Se encontraba mal? ¿Un problema familiar?

¡Quién sabe! El presidente de la institución, Luis Alberto Moreno, decide seguir adelante con la votación. La entrada de Cuba en el BID es aprobada.

Y, entonces, el embajador de EEUU regresa. No ha votado en contra, como le exige la legislación estadounidense. Pero no ha votado a favor, así que no ha violado la ley. Y Cuba ya está en el BID.

Se cierra el telón. ¿Cómo se llama le película? Sugerencia de Luis Alberto Moreno a la Casa Blanca para que Cuba se empiece a reintegrar en la economía mundial. Así -aunque con menos literatura-, lo han explicado dos fuentes diferentes a este periódico.

Comparado con el morbo de Guantánamo, los derechos humanos, la sucesión de la dinastía de los Castro o la democracia, la entrada de Cuba en el BID, el FMI y el Banco Mundial es tan excitante como tomar un Valium. Pero, como ha explicado a EL MUNDO el senador republicano por Arizona Jeff Flake, «que Cuba entre en las instituciones financieras multilaterales es crítico. El problema es cómo lograrlo sin romper con la Ley Helms-Burton». Ben Rhodes, asesor de Obama en el Consejo de Seguridad Nacional, coincide: «Es nuestro objetivo. Pero no podemos violar la ley», explica.

La Ley Helms-Burton fue aprobada en 1996, y obliga a Estados Unidos a votar en contra de la entrada de Cuba en esas instituciones. Por eso, si el embajador de ese país se va al baño cuando se está votando… puede decirse que, técnicamente, no ha votado a favor.

De todas las instituciones multilaterales, el BID es las más atractiva para Cuba. «En el BID, Estados Unidos no tiene veto, al contrario que en el FMI, y no es una organización a la que se asocie al Consenso de Washington [una doctrina económica de los 80 y 90 que defendía la liberalización a ultranza de las economías]», explica Peter Schechter, director del Centro Adrienne Arsh para América Latina del think tank Washington Atlantic Council, y uno de los mayores promotores, junto con Flake, de la normalización de relaciones entre EEUU y Cuba.

¿Por qué necesita Cuba entrar en estas instituciones? Fundamentalmente, porque su moneda es un caos, y su economía, otro. En Cuba coexisten dos monedas diferentes: el peso C.U.C., que es el único que usan los extranjeros y cuyo tipo de cambio roza la paridad con el dólar; y el peso normal, que vale unas 25 unidades por cada C.U.C. Así pues, el peso convertible es una forma de atracar al visitante y, sobre todo, al inversor extranjero. Con esa divisa, el régimen consigue dólares que subvencionan a GAESA, la sociedad estatal que controla la mayor parte de las grandes empresas estatales y que, a su vez, está controlada por el clan de los Castro y por las Fuerzas Armadas, según la oposición cubana.

Pero unificar dos monedas es un ejercicio de equilibrismo monetario, porque Cuba necesita divisas fuertes para respaldar la nueva moneda. De lo contrario, existe riesgo de hiperinflación. Y, en tal caso, los inversores extranjeros que hayan invertido en Cuba verán cómo el valor de sus activos en el país -por ejemplo, sus hoteles- se hunde, porque el peso va a valer menos. A su vez, eso implicará que el valor en bolsa de esas empresas caiga, y que éstas vean reducida su capacidad para endeudarse.

Y ahí es donde está el problema. «Cuba no tiene reservas de divisas suficientes para hacer la transición», explica José María Viñals, socio del bufete Lupicinio, que lleva operando en la isla desde hace dos décadas. Claro que sólo hay una organización en todo el mundo que puede aportar esas divisas. No es el BID, sino el Fondo Monetario Internacional (FMI), el organismo que dirige la ex ministra francesa de Finanzas Christine Lagarde.

Entrar en el FMI son palabras mayores. En primer lugar, porque Estados Unidos tiene derecho de veto en el Fondo. En segundo término, porque, en el BID, Cuba podría contar con el apoyo de otros países de América Latina, que le cederían parte de su capital en la institución. Pero el FMI está formado por más de 180 países, a muchos de los cuales les da igual que Cuba entre o salga.

Cada vez que se reforma el capital del Fondo hay unas peleas políticas formidables. Y no está claro que la solidaridad latinoamericana vaya a ser tan grande como para que los países de la región renuncien a parte de su capital en una institución tan importante para dárselo a Cuba.

Lo cual nos devuelve a la casilla de salida. Imaginemos que el embajador estadounidense en el BID se ausenta en la votación y que Cuba entra en la institución. ¿Qué pasa entonces? Pues mucho… pero no lo suficiente. El BID podría dar créditos a Cuba, del mismo modo que lo hicieron con Argentina durante el Gobierno de Cristina Kirchner. Pero esa organización no tiene ni la capacidad técnica ni los fondos para llevar a cabo la transición a una sola moneda. O sea, que solo podría llevar a cabo una especie de parcheo, pero no la reforma.

Si el FMI no entra en juego, «el Banco Asiático de Infraestructuras podía ser una opción», explica Ted Piccone, experto en Cuba del think tank estadounidense Brookings Institution. El Banco Asiático de Infraestructuras es una institución nueva, controlada por China en la que EEUU no participa, y que por tanto no tiene las restricciones de las tradicionales organizaciones multilaterales financieras. Pero no parece que Pekín tenga mucho interés en entrar en una cuestión tan compleja como reconvertir la moneda cubana.

En todo caso, lo que está claro es que «Cuba quiere volver a la comunidad financiera internacional», explica Piccone. El mejor ejemplo: en julio, La Habana alcanzó un acuerdo con el Club de París, que agrupa a los grandes bancos internacionales, para reestructurar su deuda, en suspensión de pagos desde hacía 29 años. Pero volver a las instituciones financieras internacionales va a ser más difícil. Los inversores privados perdonan con más facilidad que los Gobiernos.

Written by @norismarnavas

Productora de contenido en Cubanos por el Mundo. Locutora certificada. Profesora universitaria. Investigadora

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