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Obama es ‘chévere’

Obama y Castro disfrutando un partido amistoso de bésbol en el Latino (Cuba)|EFE
Obama y Castro disfrutando un partido amistoso de bésbol en el Latino (Cuba)|EFE
Obama y Castro disfrutando un partido amistoso de béisbol en el Latino (Cuba)|EFE

CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO

elmundo.es.- Ni Barack Obama es Eisenhower ni Raúl Castro es Franco, pero la visita del presidente de Estados Unidos a La Habana sí tiene algo del Bienvenido, Mister Marshall de Berlanga.

La demanda de libertad y democracia en Cuba es todavía minoritaria, un lujo, un riesgo que sólo algunas élites pueden permitirse. Lo que la mayoría de los cubanos quiere ahora es que se termine el racionamiento, que los salarios mejoren, poder viajar o tener acceso a internet o a una televisión que no les recuerde todos los días que son hijos de la revolución de los barbudos.

Todos esos anhelos, propios de un país pobre en renta per cápita pero rico en recursos materiales y, sobre todo, humanos, dependen del fin del embargo, de la posibilidad de acceder a créditos internacionales del FMI o del Banco Mundial, de que las empresas extranjeras se puedan instalar en la isla sin los férreos controles a los que en la actualidad están sometidas. En fin, a que los dólares de los cubanos que viven en Miami puedan fluir hasta La Habana sin limitaciones o a que el turismo yanqui no tenga que disfrazarse de viaje con fines culturales.

La propaganda oficial ha circunscrito la visita de Obama a ese círculo virtuoso de la economía que, para los Castro, significa un éxito político incuestionable. En teoría,el régimen revolucionario no ha tenido que ceder ni un ápice para que los norteamericanos abandonen su política de aislamiento, que, en otros tiempos, incluyó intentos de invasión del país o de asesinato de su carismático líder.

Hermanos Castros en Cuba | Archivo
Hermanos Castros en Cuba | Archivo

La visita de Obama es chévere para Raúl y para Fidel porque no cuestiona lo fundamental: la falta de libertad. Habrá encuentros con la oposición, pero inscritos en una agenda pactada con el Gobierno, que ya se encargará de poner a sus cabecillas en cintura cuando despegue con destino a Washington el Air Force One.

Ahora bien, quien piense que las cosas no van a cambiar en Cuba se equivoca. Lo que es impensable es que la democracia se imponga desde Miami y con el apoyo financiero de empresarios anticastristas ligados al Partido Republicano. Eso ya se acabó.

Cuba, como España en los años 70, necesita encontrar su propia vía a la democracia y serán los cubanos que viven en la isla los que encuentren el camino. Mientras Fidel viva eso será muy difícil. Pero Raúl, más pragmático, está dispuesto a dar pasos en esa dirección.

El problema fundamental vendrá de la resistencia al cambio de los sectores ligados a la dictadura que ocupan puestos relevantes en las fuerzas armadas (que, a su vez, controlan una parte importante de la economía).

Obama dejará en Cuba una huella histórica porque su visita será el comienzo de un despertar económico que beneficiará a la mayoría de los cubanos. La libertad vendrá de la mano del aumento del PIB, aunque suene poco romántico.

Raúl Castro se autoimpuso la fecha de 2018 para abandonar la jefatura del Estado. Las élites del poder miran esa fecha con ansiedad y pavor. Lo que ahora necesitan los cubanos es encontrar un Adolfo Suárez que sepa articular un gran consenso nacional, aunque sea a riesgo de enfadar a algunos generales que sueñan cada noche con Sierra Maestra.

Written by @norismarnavas

Productora de contenido en Cubanos por el Mundo. Locutora certificada. Profesora universitaria. Investigadora

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