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Carnival, cruceros y de cuando siempre te caga la paloma

Los cubanos tenemos que dejar de ponernos traspiés los unos a los otros.

Tal parece que se vive en mil Cubas diferentes, las unas –las menos– viven el esplendor de cambios, presidentes y cuentapropistas, militares y cruceros. Las otras –las más– aún se resisten a a creer en un futuro diferente ante los dudosos y lentos cambios.

Los cruceros, por ejemplo, podrán llegar a costas cubanas cargados de yanquis y turistas de terceros países. Tocarán puerto en La Habana, en un viejo espigón frente al Museo del Ron. Bajarán los “americanos” con pantalones cortos y blusas de algodón, con olor a suavizante, con tarjetas de crédito que funcionan, con un vaso de ron en la mano derecha y un tabaco en la izquierda. Fumar siempre ha sido muy de izquierdas.

Los cruceros llegarán con esa fuerza más sobre nuestras costas, atracando en la desesperanza del cubano, que desde allá podrá ver cómo descienden los ciudadanos del Imperio, y desde aquí, cómo parten los nuevos conquistadores y a él no lo dejan ni subir.

Los cruceros partirán de las aguas de Miami con retirados de Wisconsin, maestros de Michigan, obreros de Detroit. La mayoría no serán ricos, ni siquiera clase media alta: ciudadanos estadounidenses corrientes, normales. Los cubanos de Miami se quedarán en la misma orilla a la que llegaron en balsa, sin poder soñar con visitar a su familia en ese barco lleno de nuevos Colones, de nuevos descubridores.

A los cubanos nos discrimina Cuba, en la calidad de su Gobierno, Carnival, en el respeto al suyo. Es una discriminación basada en el origen; es el hecho de ser cubano la razón por la cual no podemos entrar a Cuba por sus fronteras marítimas. Toda forma de discriminación es anticonstitucional y viola los instrumentos sobre derechos humanos de los cuales la Isla es signataria. Pero eso no importa, ni allá, ni aquí. La pataleta es política, no humana.

Los cubanos no sabemos exigir el derecho mínimo a lo que nos corresponde por haber nacido allí, no por menos, que nadie piense aquí que es cobardía. No sabemos porque nunca aprendimos a ser ciudadanos, porque nunca tuvimos la oportunidad de llamar a las cosas por su nombre.

Dicen que cuando una paloma te caga es buena suerte, pero cuando siempre te toca ti…

Que un cubano no pueda entrar a su Patria por las fronteras marítimas es un acto de discriminación, apartheid y vileza.

Written by Jorge de Armas

Jorge de Armas, es un licenciado en Historia del Arte, analista político y periodista cubano. Trabaja fundamentalmente por la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos y la apertura política y económica en Cuba.

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