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Más sobre el descubrimiento de mis miedos

Carlos Fraguela

Así fui yo.

HAVANA TIMES – Nací en el año 1964, en La Habana, pero no recuerdo mucho de mi niñez antes de los dos años; los recuerdos se me hacen más borrosos mientras se alejan. Creo que fue una época en que era difícil no sentir miedo. Recuerdo que me orinaba en la cama y eso duró hasta la primaria.

Siempre rechacé la escuela, porque me separaba de mi madre; también algunos maestros y alumnos eran agresivos. En una ocasión, una maestra que era bastante desagradable, por accidente contaminó con tuberculosis a media aula. La profesora tenía mal aliento y hablaba pegando la cara demasiado y salpicaba con chispas de saliva. Era intimidante y no era la única que utilizaba la coacción. Ese contagio resultó en un tratamiento de más de un año con unas pastillas de nombre Isoníc.

Me ponía a llorar cuando me llevaban a la escuela y cuando se demoraban en irme a buscar por las tardes. Me pusieron un mote: llora llora.

Mi madre se ponía furiosa cada vez que amanecía meado y ya una vez comenté que lo intentó todo para cambiar mis males. Creo que arrastré esa costumbre hasta sexto grado.

Luego tuve que superar el miedo a ser intervenido quirúrgicamente a través de una circuncisión obligada a los 11 años. Una enfermera encantadora, quien me hizo la primera curación, me dijo, para animarme, que mi pene era uno de los más lindos que había visto en su vida, a pesar de estar todo cosido y coloreado de tiomersál y merbromín. Ahí comenzaron las transformaciones de mi cuerpo que luego repercutirían en mi vida.

mama y yo

Mama y yo.

En la primaria murió uno de mis amigos más cercanos, no recuerdo por qué, pero sí que lo amaba. Otro de los míos perdió la visión de un ojo por una grapa lanzada por alguien que nunca se supo quién era. Estoy seguro de que fue un accidente y debe haber provocado miedo a muchos, como a mí el de perder la vista o la vida.

La insistencia del prójimo en que necesitaba una novia me hacía sentir muy extraño con respecto a los demás, yo quería ser obediente, pero algo más fuerte me empujaba a ir en contra del plan que la mayoría aceptaba. De niño comprendí que la complejidad me gustaba. Una discordancia de mis intereses con los de mi madre me hizo ser clandestino. Mi madre quería elegir mis amigos y mis parejas.

Cuando chiquillo tuve un pequeño ventilador con el que jugaba a conectar y desconectar, hasta que un día una chispa más grande que mis expectativas me dio el susto que inauguró mi miedo a la corriente eléctrica. Mucho me queda de ese temor.

Written by Havana Times

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