La libertad y el libre tránsito son uno de los derechos humanos fundamentales. Para toda persona equilibrada ambos guardan especial relevancia ¿a quién le puede agradar estar vivo y sentir que su libertad está limitada sin causa alguna? la respuesta seguramente es un rotundo ¡No, a nadie!
Sin embargo, hay quienes desarrollan una relación de acercamiento, con visos emocionales que a la larga conllevan a consolidar un “sentimiento fraternal” con su victimario. En psicología esta condición recibe la denominación de “Síndrome de Estocolomo”.
¿En qué consiste el Síndrome de Estocolmo?
El ‘Síndrome de Estocolmo’ es una reacción de afecto que puede desarrollar un rehén con su secuestrador, como una manera de protegerse en el contexto de situaciones incontrolables.
Este síndrome se originó hace 43 años durante el atraco a un banco con toma de rehenes en el centro de la capital sueca. En este evento, un atracador, un presidiario y cuatro empleados convivieron seis días en la bóveda de seguridad de un banco, y los rehenes entablaron una relación de complicidad con sus secuestradores.
Incluso durante sus estancias en el banco, rehenes y secuestradores jugaron a las cartas y al cinco en raya y entablaron lazos afectivos que pronto quedaron de manifiesto.
Esta situación se constituyó en el referente mundial para denominar a esta condición: “Síndrome de Estocolmo”.
Para saber más…
Según datos de la Federal Bureau of Investigation (FBI), alrededor del 27 % de las víctimas de 4700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción.
Las víctimas que experimentan este síndrome muestran regularmente dos tipos de reacción ante la situación:
- Unos tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores
- Mientras que otros muestran miedo e ira contra las autoridades policiales o quienes se encuentren en contra de sus captores. A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.
De acuerdo con el psicólogo Nils Bejerot, el Síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso, tal es el caso de: rehenes, miembros de secta, abuso psicológico en niños, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros campos de concentración, víctimas de incesto y violencia doméstica.