En la historia del mundo sobran los casos ejemplificantes de personas y familias que desarrollan ese gusto particular y casi infinito por el poder. En este artículo no hacemos referencia al poder mental, ese que contribuye a controlar las emociones y planear acertivamente un proyecto de vida, esa variante del poder que fortalece y deriva en el desarrollo humano.
En este caso, me refiero a otro tipo de poder: el poder político. Ese poder que llega a gustar tanto hasta convertirse en una practica desmedida. Aquel que se busca por todas las vías y a cualquier costo, incluyendo el clamor del pueblo, el bien común y el bien-estar social. Un tipo de poder que parece indetenible y en oportunidades hasta estrafalario y enfermizo.
En psicología se denomina megalomanía a esa condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por una sobredimensionada autoestima.
Hay personas y hasta generaciones completas que desarrollan este tipo de personalidad, quienes suelen autoeregirse como justicieras de los desposeídos, dueños de la razón y la verdad absoluta, y enfundadas en un discurso y en un modelo de desarrollo donde todo es infalible, valido e irrefutable, dan rienda suelta a sus ansias de poder. De hecho, hay quienes sostienen que esta especial atracción por el poder tiene un posible componente genético ¡ya se encargarán los estudiosos para confirmarlo o no!
El asunto es que a partir de esa manera tan particular de operar y mover sus tentáculos, han logrado hacerse de un poder donde solo hay cabida para sus propias representaciones del mundo y cuadrículas, fuera de estas, nada es discutible, nada es consensuable, nada es negociable, nada encuentra lugar para garantizarle a las sociedades un futuro promisorio ¿parte de la estrategia? no lo sabemos, pero en definitiva dinastías familiares y acuerdos políticos los han mantenido durante años en las altas esferas del poder.
Cuando de dinastías familiares se trata
Sin duda, cuando de dinastías familiares se trata, los hermanos Castro no escapan a la vista del mundo. Desde 1959 han ejercido hegemónica y sostenidamente el control político de la Isla.
Recientemente culminó el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba y Raúl Castro, quien sucedió a su hermano Fidel Castro, aseguró que en el 2018 dejaba el poder. Muchos especialistas del análisis político avizoran como sucesor en el mando a su hijo y mano derecha: Alejandro Castro Espín.
También ha predominado el nombre de Alejandro Castro Soto del Valle, hijo de Fidel Castro, quien ya señaló en una entrevista con Univisión que en Cuba no hay «dinastías» y que, en consecuencia, cuando su tío Raúl Castro culmine su mandato en 2018 el poder no pasará a nadie de la familia. Pero, al tenor del refrán “cuando el río suena, piedras trae” y La Habana no escapa del decir.
Otro nombre que ha saltado a la palestra ha sido el de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas (exyerno y presidente del holding empresarial Gaesa). Todo quedaría prácticamente en casa.
Y si de alianzas políticas se trata, el nombre de burócrata Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, no ha parado de sonar dentro de los posibles mandatarios de la mayor de las Antillas. Al villaclarense, trayectoria no le falta, siempre ha estado cercano al deleite del poder político cubano.
Y si volteamos la mirada hacia el Perú, notaremos que el apellido Fujimori, siempre ha estado ligado a las lides del poder de la nación incaica.
Ni la edad ni la corta experiencia han detenido las aspiraciones de poder de Keiko Fujimori, hija mayor de quien fuera presidente del Perú Alberto Fujimori (1990-2000) quien tras su autogolpe en 1992 fue tildado de dictador. Hoy el expresidente se encuentra preso por corrupción y demostrada violación de los derechos humanos, pero esto no ha sido obstáculo para que su prole inicie una insistente y pertinaz carrera hacia el ejercicio del poder en el Perú.
Actualmente Keiko Fujimori, es la favorita para ganar la segunda vuelta en las elecciones peruanas ¡Así de simple, vuelta de página y que corra la historia!
https://youtu.be/W51dAC8FILQ
Cuando de hijos políticos se trata, Latinoamerica ya tiene su experiencia escrita en los libros de la historia contemporánea, Nicolás Maduro “El ungido de Chávez”, es un ejemplo reciente de esto.
Venezuela vive la peor de crisis socioeconómica de su historia, un país sumido en la hiperinflación y la escasez de productos básicos para la subsistencia, alimentos y medicinas se destacan como los rubros más buscados. Largas e interminables colas hace el pueblo venezolano para adquirir uno que otro insumo de primera necesidad.
Por otra parte, Caracas se ubica como una de las ciudades más violentas del mundo: homicidios, secuestros y asaltos caracterizan el día a día de una ciudad que no duerme.
Hay quienes sostienen que Maduro fue recientemente a Cuba a consultar con Castro una posible renuncia, mientras otros afirman que sectores del chavismo apuestan y presionan por la salida del poder del hijo político de Chávez.
Entre unas y otras, el mandatario hace todo lo posible para mantenerse en Miraflores, y hasta prometió iniciar un proceso de inscripción, “juramentación” y entrega de una tarjeta en la que conste que el portador se ha comprometido a “construir la patria”, pero con él en poder ¡Por supuesto y claro está!
