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Chaguaceda: El gobierno cubano y la Iglesia Católica son cada día más compatibles

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El historiador Armando Chaguaceda.

Las últimas dos décadas han sido testigo del renacimiento de la prensa católica en Cuba. Si bien la mayoría de esas publicaciones fueron y siguen siendo portavoces de la Iglesia, algunas se han abierto a la discusión de temas que van más allá del ámbito eclesial. Es el caso de Espacio Laical, revista fundada en 2005 por el Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de La Habana.

A partir de 2008, esta publicación católica se convirtió, no solo en uno de los focos del debate sobre los problemas económicos, políticos y sociales que enfrenta la Isla, sino en uno de los pocos medios de comunicación que visibilizó la diversidad de ideas presentes en la sociedad cubana contemporánea.

El investigador cubano Alexei Padilla Herrera se propuso analizar las posibles contribuciones de Espacio Laical en la configuración de una red de esferas públicas en donde pudieran discutir diferentes actores sociales, acerca del proceso de reformas económicas en Cuba, desde una perspectiva pluralista. En diálogo con el politólogo e historiador Armando Chaguaceda, el investigador realizó un recorrido por las nociones ideales de esfera pública, las características de la esfera pública realmente existente en la Isla y los aportes de la revista Espacio Laical al debate público en Cuba.

Precariedad de la esfera pública

AP: La mayoría de las discusiones acerca de la esfera pública colocan como condición para su florecimiento, la presencia de un Estado derecho, adscrito a los principios y de la democracia liberal ¿Podemos dar por sentado la existencia de una esfera pública o de esferas públicas en Cuba? Si esto fuera posible, ¿cuáles serían los rasgos que la distinguen?

AC: El concepto habermasiano de esfera pública remite al paradigma republicano, pero tiene puntos de contacto con la tradición liberal. Supone la existencia de un espacio de libre acceso de articulación de discursos y articulación de opiniones, etc. Esta noción tiene un sesgo muy normativo ya que en ninguna parte existe tal cosa; es un tipo ideal de esfera pública al que las sociedades se acercan o no.  En otro momento he dicho que en Cuba existe una precaria esfera pública por el entrecruzamiento de espacios de difusión de ideas y debate oficiales o paraestatales, tolerados, acotados por ciertas reglas pero valiosos en sí mismos y al que muchos le debemos parte de nuestra socialización política juvenil, como las revistas Temas o La Gaceta de Cuba. Desde la década de 1990 esos espacios existen con mayor sistematicidad. Son espacios, que por cierto, se asemejan más al modelo de esfera pública del siglo XVIII francés, que era un régimen autocrático con espacios de debate más o menos abiertos pero restringidos en acceso, desconectados unos de otros y con relativa poca incidencia en las políticas en curso.

La cubana es una esfera pública precaria porque los espacios están desconectados uno del otro, y fragmentada en lo físico porque hay personas que no van a un espacio u otro, o si van, no las dejan hablar -como ha pasado con Reynaldo Escobar, con Manuel Cuesta. Y sobre todo por esta idea de fragmentación inducida, que es el concepto que yo he utilizado y significa que si te reúnes con X no puedes estar más aquí. Debes impedir acceda a tu espacio autorizado y debes dejar de ir al espacio de X, porque a él le paga la CIA. Es una esfera pública precaria, además, en lo material; porque en casi todas son salas de reunión privadas pertenecientes a personas con algunos recursos, caben pocas personas y son susceptible de presiones del Estado para abortar eventos críticos u oposicionistas.

Incluso esa precaria esfera pública que está en el limbo de lo oficial tampoco recibe adecuada cobertura en los medios estatales.  Siendo un espacio donde se han discutido temas importantes, ¿cuántas veces ha salido por el Noticiero Nacional de Televisión el Último Jueves de Temas? Ni siquiera esas iniciativas, que por otra parte funcionan como espacios de monitoreo, tienen toda la cobertura de los medios estatales.

Cuba en fase postotalitaria

AP: Algunos autores, como la estonia Marju Lauristin, el ruso Victor Voronkov; los alemanes Gábor Rittersporn, Malte Rolf y Jan Behrends, junto a los norteamericanos Marc Silberman y David Bathrick han dedicado una parte de su vida académica al estudio de la estructura y funcionamiento de la esfera pública en los países ex socialistas, que si bien compartían similitudes, no eran iguales. La mayoría de estos autores se refieren a la existencia de una multiplicidad de esferas públicas que desde posiciones críticas e incluso de enfrentamiento, concurrían con la esfera pública oficial que era el escenario de expresión del Partido-Estado. Además de destacar la importancia las publicaciones culturales y académicas, así como los espacios de discusión organizados por la intelectualidad crítica de aquel país, estos investigadores coinciden que independientemente del nivel de autonomía que estas esferas pudieran alcanzar, no conseguían estar al margen de la mirada omnisciente de las autoridades políticas y policiales.

Las semejanzas entre los regímenes políticos establecidos en países como la República Democrática Alemana, y la propia Unión Soviética, con el vigente en Cuba, hacen sus investigaciones sean referencias importantísimas en cualquier estudio sobre la esfera pública en el contexto cubano contemporáneo. Lamentablemente, son prácticamente desconocidos en Cuba. En mi último viaje a la Isla, pude constatar que las investigaciones sobre esfera y espacio público, realizadas por los estudiantes de pre y post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, se aprecia un intento, a veces forzado, de hacer una adaptación del ideal habermasiano para entender la esfera pública en el país. Eso podría estar dado por la falta de una producción teórica propia, o sea, hecha en Cuba y accesible a los estudiantes e investigadores. Por tanto, asistimos a la importación de esos conceptos que muchas veces son asumidos como universales, capaces de explicar cualquier realidad.

En cuanto al término totalitarismo -y otros relacionados con aquel- noto que aun genera cierto rechazo en la izquierda, cuando se usa para caracterizar regímenes establecidos en los países que adoptaron el socialismo de Estado. Es muy probable que la obra de Hannah Arendt Los orígenes del totalitarismo haya propiciado que toda mención del calificativo en cuestión se asocie a los crímenes cometidos por el nazismo y el estalinismo. Creo que lo primero es recordar que las descripciones de Arendt están enmarcadas en periodos específicos de la historia de Alemania y la Unión Soviética. Pero sin duda, que han sido los medios de comunicación lo utilizan para demonizar a determinados países. Aclaradas esas cuestiones, desde una perspectiva científica ¿cómo podrías calificar al régimen político existente en Cuba?

AC: Yo suscribo la idea de Juan Linz de que Cuba está en una fase post-totalitaria. Primero porque los rasgos del totalitarismo son muy claros. Son los rasgos que definieron Hanna Harendt, Brzezinski y otros autores: una extrema concentración de poder en un líder carismático, un partido único, una movilización participativa y militar de la población, una ideología coherente de Estado y una economía casi totalmente estatalizada.  Esos factores, si bien están presentes en Cuba, no están presente con la intensidad de otros tiempos.

Quiero decir, en Cuba estamos en el tipo de régimen post-totalitario que señalaba Juan Linz, duro en algunas de sus dimensiones. Por ejemplo, si lo comparas con Yugoslavia en los años 80 (del siglo XX) o con Polonia, en un momento histórico que no era este, los márgenes de agencia, de articulación, incluso de disenso en las élites intelectuales, eran iguales o, a veces, algo más avanzados que en la Cuba actual. Por ejemplo, en la Universidad de Belgrado intentaron expulsar a los profesores marxistas críticos del grupo Praxis y eso demoró muchos años porque la facultad de Sociología se resistió. En Polonia había universidades clandestinas formada por intelectuales críticos. Además, en ambos países el sistema apelaba mucho menos a mecanismos coercitivos, sino a tener a la gente tranquila por la vía del consumo, de tener surtidas las tiendas.

Cuba es un post-totalitarismo que preserva todavía muchos rasgos totalitarios. Por ejemplo, la presencia del líder histórico. Ya Raúl no habla tanto como Fidel, no es carismático pero sigue siendo un actor central en el sistema político. El poder cubano no reposa sobre un partido o una clase burocrática, sino sobre el peso del liderazgo histórico, de los militares y su concepción (militar) de la política. En la violencia contra la oposición todavía se usan turbas en actos de repudio, eso no es tan afín a un modelo post-totalitario, más relajado, donde hay otros mecanismos de control y se apela a generar consenso por el desempeño económico. El cubano es un post-totalitarismo donde sobreviven aristas totalitarias importantes: usos y costumbres del poder, un diseño constitucional copiado de la constitución soviética de 1936, de diseño estalinista y un estado dueño de la economía.

Ancianos, militares y familiares cercanos

AP: El politólogo alemán Bert Hoffman escribió un artículo en 2011 donde explica que Cuba no fue un típico estado socialista unipartidista como sí lo fueron los integrantes del campo socialista. El autor considera que en el régimen cubano es una suerte de “amalgama” porque en él se entremezclan elementos de militarismo, personalismo y la existencia de un partido único, con una autoridad carismática (liderazgo de Fidel Castro) y una autoridad racional-legal. Esto último sería un estado que dirige la economía por medio de instituciones con métodos de trabajo de estilo soviético. A partir de esa apreciación, Hoffmann caracteriza el régimen cubano actual como socialismo de estado carismático. A diferencia del caso chino y vietnamita, en Cuba el Partido Comunista como institución no ha asumido totalmente el control de la economía y la política. Muestra de ello, nos dice Hoffmann es que no aparecen públicamente críticas a la gestión del líder, se continúa usando el capital simbólico de la figura de Fidel Castro.

AC: Yo coincido con Bert Hoffmann, más sostengo que el caso cubano debe ser considerado como un régimen post-totalitario. Los elementos que te mencionaba anteriormente estaban presentes en contextos más relajados como el polaco o el húngaro y en otros más duros, como la propia Unión Soviética. Es cierto que en Cuba hay elementos del “trópico” como la existencia de un líder carismático; mismo que hoy no está y es substituido por un líder ausente que tampoco empodera al Partido Comunista. A eso debemos añadir el factor familiar (una especie de clan), de los militares, todo esto en sintonía con la tradición latinoamericana. En Cuba no es el Partido la fuerza dirigente, como dicta la Constitución, sino un grupo cerrado de ancianos, militares y familiares cercanos.

Visiones alternativas al Estado

AP: A propósito de Polonia, Juan Linz y Albert Stepan esclarecen que aquel país no llegó a ser un estado totalitario pleno, pues el régimen no consiguió menguar totalmente el pluralismo social, que favorecía la resistencia de la sociedad a la ideología oficial. Otros aspectos importantes fueron la influencia de la Iglesia católica polaca, el abandono de la colectivización de la producción agrícola, hecho que limitó la penetración del Estado en esa actividad económica y favorece cierto nivel de autonomía de la sociedad civil.

Gábor Rittersporn, Malte Rolf y Jan Behrends apuntan que en Alemania y Polonia, las iglesias cristianas fueron las esferas públicas más influyentes. Aseguran que al inicio los regímenes socialistas instaurados en ambos países, se enfrentaron a una esfera pública alternativa con mejor infraestructura y redes de comunicación que aquellas que las autoridades consiguieron desarrollar. Desde la década de 1990 publicaciones religiosas cubanas, especialmente católicas, se tornan portavoces de visiones de país alternativas a la enarbolada por el Estado socialista cubano. Muchas de estas revistas se convierten en escenarios para el ejercicio de la crítica y propician la participación de actores que no son visibilizados por los medios de comunicación oficiales.  ¿Cómo valoras el papel desempeñado por las publicaciones católicas y su contribución a la constitución de un debate plural en Cuba?

AC: Hay tres revistas que destacan. En primer lugar, Vitral, cuando fue dirigida por Dagoberto Valdés desde su fundación en 1994 hasta 2007; la revista Palabra Nueva, a cargo de Orlando Márquez, y Espacio Laical, bajo la dirección de Roberto Veiga y Lenier González. Son las tres revistas que de alguna manera marcan una impronta en algo que puede ser una esfera pública católica -y más allá- en la Cuba postsoviética. A Vitral la conocí muy poco, apenas leí los últimos números que conseguí en una visita a la arquidiócesis de Pinar del Río en 2007. De Palabra Nueva leí menos textos aún. La que más conocí, seguí y colaboré fue con Espacio Laical.

Creo que Espacio Laical influyó mucho en la Isla porque, en primer lugar, tuvo dos personas que le imprimieron un sello diferenciador. Dos laicos preocupados por temas sociopolíticos, con la vocación de abrir un espacio de debate y con el permiso de la alta jerarquía -en especial del Cardenal Jaime Ortega- lo que permitió su desarrollo en una coyuntura donde el Estado abrió debates limitados. Limitados por temas y por convocatorias, pero debates al fin. Entonces la propia sociedad civil, en toda su heterogeneidad -desde la opositora hasta la que no se asume opositora pero tampoco oficialista- empezó a difundir ideas y a entrecruzar debates en blogs y en foros de discusión.

Pluralismo limitado

AP: Pudiéramos considerar que dentro del universo mediático oficial cubano, la revista católica Espacio Laical es un medio alternativo. Sin embargo, se observa que algunas de las personas que colaboran con la citada revista expresan sus críticas a determinados aspectos de la gestión gubernamental pero no es común que aparezcan actores oposicionistas. ¿Cuáles podrían haber sido ser los criterios de inclusión/exclusión de los gestores de Espacio Laical?

AC: Lo primero es reconocer que, aunque Espacio Laical fue un proyecto dirigido por laicos católicos, se trata de una publicación vinculada a la Iglesia. La Iglesia es, institucionalmente hablando, el actor político interno más fuerte después del Gobierno, y tiene una filosofía institucional muy clara: no es confrontacional. Por tanto, no van a incluir opositores a abiertos ni publicando en sus revistas ni como ponentes en los eventos que organiza. Se trata de un espectro de pluralismo limitado, pero mucho más plural que el resto de las publicaciones cubanas que abordan temas sociales. En Espacio Laical publicaron socialistas críticos, reformistas que priorizaban la línea económica, tecnócratas de las instituciones oficiales, economistas de la diáspora, etc. Políticamente hablando, quienes quedaron fuera eran miembros de la oposición abierta, en especial residentes en la isla. Incluso fuimos publicados intelectuales con posturas críticas del régimen político vigente. Es decir, que Espacio Laical acogió y dio foro a un pluralismo limitado, a partir de los vínculos con su matriz eclesial y de su propio discurso moderado de reconciliación y de diálogo.

AP: Sin embargo, algunos disidentes y opositores hicieron parte del público que asistía a los debates convocados por la revista.

AC: Tengo entendido que algunos disidentes participaron como público. Han estado allí Oscar Espinosa Chepe [ya fallecido] o Dimas Castellanos, que tienen un posicionamiento más moderado, que son individuos antes que grupos y que estaban en retiro del activismo. La revista los incluyó, en ese rol acotado.

Simpatía por los jesuítas

AP: ¿Podrías referirte a la relación de colaboración que mantuviste con la revista?

AC: Como toda revista, cuando preparaban un dossier sobre un tema en el me consideraban experto, me invitaban a colaborar. Pero nunca jamás me censuraron nada. Solamente en una ocasión me pidieron no publicar un artículo que ya estaba aprobado, pero lo hicieron con mucha delicadeza. Y no fue una cuestión de censura política, sino de coyuntura y sensibilidad humana: ocurrió por los días del fallecimiento de Hugo Chávez. Yo había hecho un análisis de la situación de Venezuela con críticas a Chávez como mandatario y a algunas de sus políticas, pero ninguna ofensa hacia su persona. Sin embargo, comprendí que se trataba de una cuestión de eticidad de parte de los católicos y no un acto de censura, pues en ese caso, no hubiese continuado mi colaboración con ellos.

Del lado de la Iglesia, creo que lograron tener la mejor revista, no de ciencias sociales, sino de análisis y opinión de problemáticas sociales, de la Cuba raulista. Porque Temas se convierte en una revista más académica y menos enfocada en los problemas actuales-ya no es más la revista de 1994, 1995, 1996- que Espacio Laical. Yo veo que a un sector ilustrado y progresista de la Iglesia, con formación y mirada jesuita, sofisticada, con preocupación por los temas sociales, institucionales y políticos. Hasta qué punto esa visión jesuita, independientemente del papa Francisco, sea la dominante en la Iglesia cubana no lo sé. En lo personal me sentía cómodo porque tengo simpatía por el pensamiento de los jesuitas. Lenier y Veiga tenían una formación muy progresista pero no sé hasta qué punto así fuese así el resto del consejo editorial.

La confusión cubana

AP: En entrevistas realizadas a inicios de 2016, Lenier González, ex viceeditor de Espacio Laical, señaló que no tuvieron espacio en la revista los que propugnaban un cambio régimen en Cuba, quien el bloqueo/embargo y los que apostaban por la violencia interna para promover transformaciones políticas.

AC: A partir del debate que se va abriendo paso en Espacio Laical desde 2009, cuando se habla de hacer cambios profundos a la Constitución, de cambiar el rol del Partido dentro del sistema político, no importa que lo hagas desde la izquierda o la derecha: se está hablando de un cambio del régimen vigente, de modificar las reglas e instituciones que sustentan el ejercicio del poder. Lo que pasa es que en Cuba se confunde el cambio de régimen con desestabilización o invasión de una potencia extranjera; eso es otra cosa. Pero usar el calificativo que estaban fuera quienes propugnaban un cambio de régimen es falaz. Desde ese punto de vista, incluso buena parte de los intelectuales de la izquierda crítica, tolerados por el Estado cubano, estarían automáticamente fuera de esas reglas del juego, pues en sus textos proponen cambios estructurales, tal vez socialistas, pero que rompen con la lógica del modelo soviético vigente en Cuba.

De otro lado, sale una y otra vez la idea de la violencia. Dejémoslo claro: no hay una organización entre las principales opositoras (Damas de Blanco, Estado de SATS, Unión Patriótica de Cuba) que propugne la vía violenta, como hacían las organizaciones contrarrevolucionarias de los años 60. No hay una sola que la considere en sus bases programáticas o en sus métodos de acción. Salvo que se considere el ejercicio de la protesta o el ejercicio de la opinión como acciones violentas. Se puede decir que hay organizaciones que tienen filiación ideológica con la derecha republicana, que tienen vínculos con congresistas y yo con eso no estoy de acuerdo… pero de ahí clasificar como actores violentos a esas personas, me parece un despropósito o una mentira con connotaciones muy peligrosas para las personas cuestionadas.

En tercer lugar, lo de los vínculos con actores exteriores es un asunto en el que mucha gente tiene tejado de vidrio. En el mundo entero existen vínculos con entidades extranjeras, financiamiento y eso no define tu agenda: se tiene que definir que el vínculo extranjero condiciona directamente tu agenda y que esas actividades van en un sentido de lesionar la seguridad nacional. Muchos actores que interactuaban con los editores de Espacio Laical, tienen una vocación y articulación transnacional: la izquierda crítica emergente, el Observatorio Crítico con los libertarios europeos y latinoamericanos, Cuba Posible con sus aliados en Estados Unidos y Europa, pero también el Partido Comunista de Cuba. Así que el argumento de lo extranjero también es falaz. Es mejor asumir que no se publicaba intelectuales de la oposición y punto.

Si se dice que estaban dispuestos a dialogar desde la ética y lo propositivo ¿quién puede decir que un intelectual como Manuel Cuesta no es una persona decente, equilibrada, pausado, dentro de la oposición cubana? Sin embargo, no publicó allí.

La línea roja de los editores

AP: La revista propició la discusión pública de temas complejos, como el artículo 5 de la Constitución que define al Partido Comunista de Cuba como la fuerza superior dirigente del Estado y la sociedad cubanos. También planteó la pertinencia de aprobar la elección directa del presidente del país. A diferencia de las airadas réplicas que desde el Gobierno provocaban las cartas pastorales de los Obispos o las críticas hechas públicas por figuras de la Iglesia, parece que hoy las autoridades del Partido-Estado son más tolerantes ante estos debates que Espacio Laical organiza. Si así fuera, ¿a qué se debería esa tolerancia o permisibilidad de las autoridades gubernamentales cubanas?  

AC: Habría que preguntarle al Gobierno. Yo puedo inferir que se deba a la coyuntura. Hay un debate oficial que se abre años atrás y eso coincide temporalmente con la aparición del fenómeno de los blogs, con una mayor crítica desde sectores de la sociedad, etc. Son factores que creo coinciden temporalmente. Por otro lado, creo que las buenas relaciones del Cardenal, que es la máxima figura de la Iglesia, con Raúl Castro -relaciones visibles en el papel de mediador de Ortega en el proceso de excarcelación de presos políticos- y el acercamiento Iglesia –Estado favoreció ese ambiente de debate.

También los propios editores tuvieron una línea muy clara y daban cabida a voces críticas, a las críticas más profundas, más estructuradas y más directas que se podían leer en una publicación impresa en Cuba. Criticas fundamentadas, voces diversas, pero siempre con el límite de que aquellos actores que se asumieran, o mejor, que el Estado identificara como oposición real y activa no tendrían cabida como articulistas en la revista. Sí pudieron estar algunos en los debates y después en las transcripciones de los debates aparecía, pero no como articulistas, salvo -y muy al final de su vida- casos como el de Oscar Espinosa Chepe. La línea roja la tenían muy clara los propios editores.

AP: ¿Ese accionar prudente de los antiguos editores de la revista, estaría relacionada con la intención de la Iglesia de no afectar sus relaciones con el Estado cubano? Relaciones que han mejorado en las dos décadas precedentes y muestra de ello son las visitas de los tres últimos pontífices de Roma a Cuba, e incluso, la entrega, por parte del Gobierno, de antiguos inmuebles que pertenecían a la Iglesia y la autorización para la edificación de un nuevo seminario, a cuya ceremonia inaugural asistió el propio presidente Raúl Castro.

AC: Yo creo que la Iglesia católica cubana ha ido ganando espacio social y tiene una relación muy cercana al gobierno, casi de funcionalidad mutua, lo que no quiere decir que compartan una misma agenda. ¿En qué sentido? Debemos entender que son los dos actores más habilitados para tener una relación estrecha porque son parecidos. Los dos son verticales, jerárquicos, se basan en dogmas, los tienen una estructura centralizada y personalizada. En términos culturales, el universo de símbolos de uno y del otro son cada vez más compatibles. Imagina las dificultades del Gobierno para entenderse con las sectas afrocubanas que son descentralizadas y que no son institucionales. O con ciertos cultos protestantes. Con la Iglesia católica hay mayor compatibilidad organizacional.

Lo segundo es que la Iglesia está tratando de recuperar todo el espacio espiritual (trabajo pastoral para incrementar el número de fieles) y mundano (educación, acciones de caridad, acceso a los medios etc.) que pueda. Para eso está jugando a mantener el diálogo con el Gobierno cubano y servirle de apoyo, como aconteció con lo de los presos. Por otro lado, el Estado cubano cambia. De aquella idea de Estado prototípicamente totalitario que quiere estructurar a la sociedad y seducir el alma de la gente muta a un estado que va conformarse más con la anuencia de su población. Hay una diferencia: una cosa es que yo quiera convencerte de que lo que hago es justo y deseable y otra cosa que a mí me interese solo tu obediencia convencerte porque tú sabes que tienes que hacer y punto. Yo creo que hay el cambio que va de un estado totalitario a un estado post-totalitario, en términos de la teoría de Juan Linz, en cuanto a la concepción del Estado y su relación con la sociedad.

Fuera de juego

AP: A pesar de la línea seguida por Roberto Veiga y Lenier González, en junio de 2014 los lectores de Espacio Laical fuimos sorprendidos por el anuncio de su renuncia. ¿Qué pudo haber motivado su salida del proyecto cuando se encontraba en uno de sus momentos más altos?

AC: Es muy interesante ver como ellos salen del juego en el momento en que el debate comienza a subir del tono, cuando empieza a hablarse de la oposición, se publican posturas más críticas.  Veiga y Lenier aluden a la responsabilidad de un sector de derecha de la Iglesia. No me parece plausible el argumento según el cual el sector conservador en la Iglesia haya descabezado a la revista en el momento que esta estaba adquiriendo más criticidad. La Iglesia es muy jerárquica y centralizada y su dirección está teniendo una relación de buena a excelente con el Gobierno cubano. Mi hipótesis es que, efectivamente, había gente muy conservadora en la Iglesia a la que no le gustaba los discursos LGBT o de que habláramos de un socialismo democrático en Espacio Laical, pero no creo que ese sector tenga el poder para descabezar una revista justo cuando estaba haciendo una crítica muy profunda, quizás no afín a una visión conservadora, pero tampoco complaciente con el Gobierno. Además, no creo que tuviera sentido que esa derecha eclesial haya sacado a los amigos para, después, designar un equipo que la ha bajado el perfil a la publicación. Yo creo que, al final, Lenier y Veiga (y el proyecto de “ese” Espacio Laical) caen víctimas de un fuego cruzado, donde incomodaron a un sector conservador en la Iglesia pero más al sector que quería congraciarse el Gobierno y al propio Gobierno.

En resumen, creo que el proyecto existió por la entrega, voluntad y capacidad de trabajo de Lenier y Veiga, en medio de una coyuntura política, pero al avanzar a una crítica más estructural, comenzó a ser más incómodo para el sector que quiere aumentar el peso social de la Iglesia, a costa de eliminar o reducir cualquier intervención política explícita. Lo que es muy coincidente con lo que parece que el Gobierno quiere. Estamos hablando de dos actores -Estado cubano e Iglesia católica- que comparten una dirección centralizada, una ideología oficial y una visión conservadora del cambio social.

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Written by Cafe Fuerte

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