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Los enredos de Donald Trump

Trump
Donald Trump, el aislacionista

Acabo de escuchar el discurso sobre política exterior pronunciado por Donald Trump en Washington ante un selecto grupo de comentaristas y dirigentes del Partido Republicano. Esta vez habló utilizando el teleprompter, quizás para no decir tantas barbaridades como en comparecencias anteriores. No sé si se lo escribieron sus asesores o simplemente lo revisaron y pulieron pero, en lo que cabe, se mostró más moderado que en sus habituales exabruptos.

Soy un analista e historiador retirado. Aun así no he podido resistir la tentación de comentar brevemente sobre las tesis del probable candidato republicano. En sus palabras se mezclan nacionalismo, chovinismo, tergiversaciones y demagogia. O sea, estamos en presencia de un coctel explosivo típico de un populismo trasnochado.

Vamos por partes: el nacionalismo es la carnada que utilizan los demagogos para ganarse el apoyo de la gente. Ello es posible en la era moderna, cuando existen medios de comunicación que facilitan la propaganda política. Ese fue el caso de Mussolini, Hitler (Goebbels), Getulio Vargas, Perón y sus discípulos, y más recientemente de personajes como Fidel Castro y el propio Putin. Trump se ha apoderado ahora de este banderín, al que ha sumado la xenofobia y el aislacionismo, estrategia tradicional de la política estadounidense hasta la Primera Guerra Mundial.

Sin pudor, este personaje lo resume todo en una o dos consignas: “América Primero” y “Voy a hacer a América grande de nuevo”. Todo lo resuelve con amenazar a aquellos que según él no reconozcan la supremacía mundial de Estados Unidos, salvo Rusia y en parte China, con quienes piensa sostener una relación más equilibrada debido al poderío nuclear de ambas naciones.

Las mutuas simpatías entre Trump y Putin son conocidas. Los dos autócratas se admiran uno al otro. Pero nada se sabe sobre cómo reaccionaría el magnate en los casos de las agresiones rusas a Ucrania y la anexión de Crimea, así como sobre las amenazas que penden sobre los países de la antigua Unión Soviética. También que se opone al acuerdo internacional -que involucra no solo a Estados Unidos sino a toda Europa Occidental e Inglaterra- con Irán, sin aclarar como impediría su acceso a las armas nucleares ¿Por medio de la guerra a la que dice oponerse en el Medio Oriente?

Lo más curioso son sus consignas proteccionistas: Trump ignora las ventajas que a todos aporta, en mayor o menor medida la División Internacional del Trabajo. No respetaría las decisiones de la Organización Mundial de Comercio, eliminaría los tratados comerciales, incluido el NAFTA, al que pertenece también Canadá,, impondría tarifas aduanales arbitrarias a aquellas industrias que rechacen radicarse en Norteamérica, deportaría a millones de inmigrantes indocumentados, aunque lleven décadas viviendo en el país y tengan familiares e hijos que atender, prohibiría indefinidamente el ingreso de musulmanes, no por su grado de peligrosidad sino por su religión.

Todo lo anterior se llama aislacionismo, cuyo símbolo más llamativo es la anunciada iniciativa de construir un enorme muro en la frontera de México, que además obligaría a este país a pagarlo, bajo la amenaza de retener las remesas de los jornaleros mexicanos que trabajan en Estados Unidos. Por cierto, el propio Papa Francisco fue hasta allí para proclamar que los cristianos debían construir puentes y no muros. Pero parece que a Trump le llama más la atención el éxito del Muro de Berlín a la hora de impedir que los alemanes emigraran contrariando la política comunista de mantenerlos encerrados en la antigua RDA. Sin embargo, estas últimas consideraciones estuvieron curiosamente ausentes del texto contenido en el teleprompter utilizado en Washington.

En pocas palabras, el enredo de contradicciones sobre política exterior, que he logrado esbozar arriba, podría extenderse a un largo capítulo de barbaridades que no tengo tiempo ni deseos de escribir ahora. Un enredo que ha seducido las mentes de muchos de los cubanoamericanos que muestran hoy su apoyo desaforado por Trump, aunque sus intenciones hacia Cuba sean tan turbias como el amasijo de dislates que lo han catapultado hasta las puertas de la candidatura republicana en días de incertidumbre para Estados Unidos y sus electores.

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Written by Cafe Fuerte

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