(Foto: Enrique de la Osa/Reuters)
MIAMI, Estados Unidos.- La gran mayoría del exilio cubano denostó del presidente Barack Obama cuando este comenzó las relaciones con los Castro, y de forma unánime, por entregar a los espías a cambio de uno propio desconocido y de Alan Gross, que no cometió delito alguno. Le siguió un ceder y volver a ceder a cambio de un aparente nada, mientras la oposición clamaba por el razonable toma y daca.
Pero el régimen de La Habana está estructurado a contrasentido de la lógica. De aquí resulta que, a la inversa de lo que se cree comúnmente, el embargo es el talismán más preciado de Fidel Castro. Pero oír esta verdad no suele gustar ni al régimen de La Habana ni a sus archienemigos del exilio cubano. Sin embargo, no se trata de un criterio, sino testimonio puro, con varios testigos que tuvimos la suerte, no precisamente buena, de ver aquel documento secreto de 1970 emitido por el sátrapa cubano para informar a su alto mando de las gestiones del ex presidente Nixon interesado en hacer con Cuba, lo que hoy acaba de lograr el presidente Barack Obama: “Regalarle una cruz al diablo”.
Ayer como hoy, los Castro dijeron sí e implementaron el no. Con éxito habilitaron por entonces la estratagema provocativa de los pescadores, devenida en show ante el monumento al Maine para forzar la retirada norteamericana. Como era de esperar, con Obama repitieron su vieja táctica del desaliento: encarcelaron a Alan Gros, asesinaron a varios opositores, dos de ellos laureados y, para colofón, el barco coreano cargado con armas cubanas rumbo a un basurero de aquel país surcó la mesa de conversaciones secretas. ¿Se puede pretender más desplante?
Resulta contradictoria la postura de muchos compatriotas del exilio empeñados en mantener el estatus quo que no funcionó en más de 50 años. Es inexplicable que personas inteligentes no hayan podido ver, en el criminal derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el deseo a ultranza de los Castro de que se aprobara la Ley Helms-Burton. Ésta truncó las ínfulas de cambio que había como resonancia del derrumbe de la Europa Socialista, el resquebrajamiento que produjo el éxodo masivo, la unidad opositora en Concilio Cubano, un notable empuje del exilio y el abrazo de Norteamérica que estaba pretendiendo el ex presidente Clinton. Estos, habrían acabado con el comunismo en Cuba en aquel momento y Latinoamérica se habría ahorrado lo que vino después.
Hoy, aunque no es lo mismo, la correlación de fuerzas vuelve a estar contra los Castro en el ocaso de su vida física. La apertura de Obama es la estrategia que desnuda y ata a los mandatarios cubanos y, su visita a Cuba, fue estocada magistral. El toma y vuelve a tomar en ausencia del daca físico, se ha trastocado en la entrega de la piedra angular reconocida por Raúl Castro cuando acotó en su reciente Congreso del PCC: “Nosotros estamos comprometidos con el deshielo”-
Necesitan inversión que no sea USA, no están preparados para esta apertura. Le temen. En el cónclave comunista se repitió la retórica altisonante de siempre: sistema inamovible y un “no” rotundo al capitalismo. Pero este hace oídos sordos y está entrando para quedarse. Se hará una nueva Constitución que incluirá la conceptualización de un nuevo modelo económico y social que definirá el alcance de la gestión económica privada, cosa que se someterá a un referéndum. Es hora de clamar para que el pueblo elija su destino con la responsabilidad y transparencia debida.
La pelota está en las manos de los que se oponen a Castro; principalmente el exilio, donde cada quien hará lo que entienda, con poca efectividad, porque no cuentan con la fuerza ni la representatividad que da la unión. Con ella el mundo les oiría y el castrismo tendría sus días contados. Pero esa no parece ser la prioridad de los principales grupos, los que tienen grants prefieren continuar poniendo en el ara de la Patria la división, axioma que concede la victoria al castrismo.
