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Dobrenko o la importancia de leer novelas realmente malas

Alexander Deineka, 'Amplitud', 1944. (MACHIAVE.BLOGSPOT.COM)
Alexander Deineka, ‘Amplitud’, 1944. (MACHIAVE.BLOGSPOT.COM)

Evgeny Dobrenko. (JORDANRUSSIACENTER.COM)
Evgeny Dobrenko. (JORDANRUSSIACENTER.COM)

No es que la historia la escriban los vencedores sino que es muy raro que la gente se resigne a la derrota. Lo que ocurre con bastante más frecuencia es que los vencedores de ayer y los aplausos que les dedicamos queden olvidados en la trastienda de cada cual para pasar a aplaudir a los triunfadores más recientes. De ahí lo necesarios que pueden ser ciertos empecinados como Evgeny Dobrenko (Odesa, 1962).

Profesor y jefe del Departamento de Estudios Rusos y Eslavos de la Universidad de Sheffield, se ha especializado en el estudio del realismo socialista. El empeño de Dobrenko lo ha llevado a ser autor, coautor o editor de una veintena de libros como The Making of the State Writer y The Making of the State Reader. En un campo dominado por los lugares comunes, los prejuicios (más o menos justificados) o la visión chata y condescendiente, Dobrenko tiene una visión original y sofisticada del realismo socialista, tal y como se desarrolló en la época estalinismo.

Dobrenko trata de explicar su estética “retrógrada”, ya pasada de moda en el momento de surgir, como un “postmodernismo menos el modernismo”. Más que como movimiento artístico, Dobrenko define al realismo socialista como una institución que creaba al mismo tiempo sus productores y consumidores y en el que el “acto de censura es transformado en parte constituyente del proceso creativo”, en un intento de cada crear de alcanzar la “armonía” con el proyecto político-social comunista.

En el momento en el que la censura se transformaba “en un problema externo a él (o lo que es más, en un obstáculo), este por consiguiente dejaba de ser un escritor soviético en el sentido estricto del término”. A continuación les dejo una versión abreviada de la conversación que sostuve con Dobrenko días atrás en la que, como se verá, no siempre estuvimos de acuerdo, pero que en cualquier caso fue altamente estimulante para el que quiera pensar en estos temas.

Déjeme comenzar con la que es quizás la pregunta más frecuente que le hacen como académico: ¿Por qué dedicarse a estudiar el realismo socialista, un tema en apariencia tan aburrido y soso?

Todo el que estudia la literatura rusa se dedica a lo que se considera la “gran literatura”: Tolstói, Dostoyevski y los grandes escritores del siglo XX. Pero el siglo XX no fue un siglo normal de ninguna manera. Incluso el siglo XIX fue más normal. Hasta el siglo XVIII con la Revolución Francesa fue más normal. En cambio, el siglo XX fue completamente anormal. Y su anormalidad proviene de un inmenso proceso  de democratización. Y lo que quiero decir con  democratización es que personas ordinarias que en el siglo XIX no tenían acceso a la educación, a la medicina, a la alta cultura o a ningún tipo de cultura —en esa época el 99% de la gente no tenía nada— y ahora tienen todo.

Por supuesto que no todo en todas partes, pero la tendencia es innegable. Y cualquier proceso a tal escala trae consecuencias: la cultura se hace más accesible para más personas y, por tanto, se extiende, pero a medida que se extiende más se hace menos densa. Así que en ese proceso la cultura pierde profundidad, muchas veces se hace más primitiva. La diferencia entre la cultura anterior y la nueva es la diferencia entre Tolstói y…

Boris Polevoi…

Sí, Polevoi. El asunto es que Tolstói ahora es leído por millones y millones de personas. Pero por supuesto, la comprensión de acuerdo con el nivel cultural de estas personas es mucho más reducida. Por eso es que es importante entender esta literatura, no desde el punto de vista estético, sino desde el funcionamiento en ese mundo.

Por eso es que pienso que la cultura estalinista es un caso muy bueno para entender cómo esto funciona. La manera en que, como resultado de este proceso de ilustración y democratización, grandes masas de estas sociedades patriarcales y tradicionalistas se trasladan a las ciudades, transforman su alta cultura y crean un medio más amplio para la comprensión de esta cultura. Cómo este proceso cambia la cultura. Rusia es un excelente ejemplo de un país campesino que trató de modernizarse en el siglo XX y en este proceso acabó creando un régimen totalitario y ese es el caso de todos los países patriarcales en Europa, desde Portugal y España a Italia, los países balcánicos, Rusia y Europa del Este…

Pero, en ese caso, Alemania no es una excepción…

Es una excepción pero lo es en el siguiente sentido: Alemania era, entre las grandes naciones europeas uno de los estados más jóvenes. Allí el totalitarismo no fue tanto el resultado de un proceso social como de un proceso político.

Así que, regresando a su pregunta inicial, es por eso que pienso que es importante leer novelas realmente malas: para entender el proceso de modernización en sociedades muy tradicionales y patriarcales.

¿Cuál fue su experiencia personal como ciudadano soviético y como lector soviético? ¿En qué manera dicha experiencia lo formó a usted como investigador?

Yo me gradué de la Universidad Estatal de Odesa, de un departamento de filología con un doctorado en literatura rusa y leí los clásicos de la literatura rusa y también de la literatura soviética y trataba de entender por qué eran tan distintos. Por otra parte, cuando la URSS se derrumbó muchos de mis colegas comenzaron a estudiar la literatura prohibida durante el período soviético pero yo descubrí algo interesante. Una vez entré al llamado “salón especial” que existía en las antiguas bibliotecas soviéticas —ese donde guardaban los libros prohibidos a los que el público en general no tenía acceso y al que tenías que acceder con un permiso especial. Pues en la biblioteca de la universidad en la que estaba trabajando en aquel tiempo el “salón especial” tenía el tamaño de tres o cuatro habitaciones como esta llena de libros. Cuando entré allí quedé estupefacto porque lo que me encontré no eran solo libros antisoviéticos, sino que muchos de los libros eran realmente libros soviéticos escritos en tiempos de Stalin porque en tiempos de Jrushov todos esos libros glorificando a Stalin habían sido sacados de los estantes públicos.

Era extraño ver los libros de Solzhenitsyn junto a aquellos libros de poemas que glorificaban a Stalin, libros que no podías encontrar en ningún otro sitio. Eso fue justo antes de la Perestroika. Entonces la Perestroika llegó y yo participé en montones de discusiones donde la gente decía cosas como: “Tenemos que descubrir la historia real de la literatura soviética porque durante la época soviética la mitad de los libros estuvieron prohibidos, la gente era reprimida”. Y yo decía: “Bien, quieren rescatar solo la buena literatura (Bulgákov, Bábel, todos los grandes escritores), pero por qué no rescatar también a todos esos poetas estalinistas”.

“Pero eso es mierda, no es literatura”, me decían. Y yo les respondía: “Si quieren tener una historia de la literatura tal y como ocurrió quizás eso sea una porquería, pero también es parte de la literatura”. El 90% de mis colegas decidieron entonces rescatar la gran literatura, pero yo decidí rescatar esa mala literatura porque también era parte de la historia real de la literatura.

Hábleme de su experiencia en Occidente como académico. ¿Cuáles han sido los más comunes estereotipos e ideas erróneas que se ha encontrado acerca de la cultura soviética y de la sociedad soviética en general?

Vine a EEUU en 1992, justo cuando la URSS se había derrumbado. He encontrado muchas concepciones erróneas de cómo la cultura funciona en este tipo de sociedades. Los académicos occidentales tienen una idea demasiado simple de cómo estos sistemas funcionan. Tú tienes por un lado los tipos malos —Stalin, Hitler, Fidel Castro, Saddam Hussein, los que quieras— y, por otro, una enorme población sufriendo, que es reprimida por ese gobierno canalla. La verdad es justo lo opuesto: tú tienes un problema con una sociedad con millones y millones de personas que no están listos para vivir en una sociedad libre. Tienes políticos que pueden ser todo lo malos que quieras —Mussolini, Hitler, Stalin, quien sea— que son mero reflejo especular de la cultura política de la población. Por ejemplo, el mayor problema de Rusia hoy no es Putin, como alguna gente piensa. El problema es el 87% de la población que apoya a Putin.

Pero si piensa en sus propias ideas, que expone en sus libros  The Making of the State Writer y The Making of the State Reader, sobre cómo el Estado produce a los productores de cultura y a sus propios lectores, también se puede suponer que esa población ha sido producida por el propio Estado. Después de todo si ellos tuvieron que enviar millones de personas al GULAG fue por alguna razón. Como una manera de “educarlas” diría yo.  

Voy a darle un ejemplo. Un ejemplo soviético. Tienes una sociedad que fue suprimida por siglos. El 90% de la población eran esclavos. La única diferencia con los esclavos en EEUU era que aquí los esclavos eran étnicamente diferentes. En Rusia el propietario podía matar a los siervos, venderlos, hacerles cualquier cosa que quisiera. De manera que tienes una nación de esclavos por siglos. Tienes una acumulación de odio, de desigualdad social. Entonces tienes un gobierno que no aborda estos temas y cuando lo hace es demasiado tímido, demasiado tarde. En Rusia la servidumbre fue abolida en 1861, el primer parlamento fue introducido en 1907, tras la primera revolución rusa.

Cuando enseño en Inglaterra y discutimos el tema de la democracia en Rusia, le digo a mis estudiantes. “Miren, ustedes tuvieron la Magna Carta en 1215. En Rusia tuvimos parlamento en 1907”. ¿Qué se puede esperar de una nación con un 90% de antiguos esclavos? ¿Cuál es su cultura política? ¿Quién será su líder? ¿Václav Havel? ¿Barack Obama? ¡Qué va! ¡Stalin! ¡Esa es la figura que encaja en esa cultura política! No podía haber ocurrido de ninguna otra forma. Solo podría haber sido un desastre. Hubiera sido un milagro que ocurriera de otro modo, y los milagros no ocurren usualmente en la historia.

¿Cuán difícil es traducir la experiencia soviética y comunista a la experiencia occidental? ¿Piensa que es una batalla perdida? ¿Cómo se las arregla para evitar las trampas más comunes a la hora de explicar esa experiencia?

Soy especialista en realismo socialista, ¿y que dicen acá de eso? Dicen: “Oh, el realismo socialista es un invento de Stalin”. No. He tratado de explicar eso en mis libros. ¿Cómo esos campesinos de ayer leían los libros? Ese fue un proceso interesante porque de alguna manera fue un proceso de Ilustración pues los bolcheviques llevaron al país desde el analfabetismo a la alfabetización. ¿Y qué querían esos campesinos? ¿Cuál era su experiencia de lectura? ¿Qué tipo de literatura querían leer? La gente dice que Stalin destruyó las vanguardias, pero la mayoría de esos antiguos campesinos no querían las vanguardias. ¿Cuál era su ideal estético? ¡El arte pequeñoburgués! Eso era lo que querían y eso fue lo que recibieron. De eso es de lo que trata el realismo socialista.

Vaya al metro de Moscú y vea los Palacios del Pueblo. Pero esos “palacios” eran solo una copia de los palacios zaristas. Esos campesinos querían vivir como el zar, como los grandes hacendados. Ese era su ideal. Por eso es que no puedes venderle a esta gente el arte revolucionario. No porque Stalin fuera estúpido o tuviera mal gusto. No. Él era un populista. Sabía lo que el pueblo quería tener. ¡No querían el arte de Kandinsky o de Malévich! ¡Lo que querían era arte realista! ¡Esa es la mentalidad campesina! ¡Eso es todo!

¿Y qué me dice de la experiencia del realismo socialista en el antiguo bloque soviético? ¿Cuán común fue esa experiencia con la experiencia propiamente soviética?

Después de la Segunda Guerra Mundial Stalin vio Europa del Este como una zona de contención entre la URSS y Occidente, y su idea era controlar y sovietizar esos países. Por supuesto que muchos de esos países estaban mucho más desarrollados que la URSS en ese momento, eran más liberales. Otros estaban menos desarrollados, como Albania, Rumania, Bulgaria y la antigua Yugoslavia.

Pero los resultados fueron muy parecidos.

Muy parecidos en muchos aspectos, pero diferentes en otros. La cuestión es que mientras más culturalmente desarrollados estaban esos países y más profundas eran sus tradiciones culturales, más difícil era sovietizarlos. Por ejemplo, en Albania después de la guerra no tenían ningún teatro. En casos así, cuando introduces algo es más fácil influir esa sociedad que luchar contra una tradición establecida.

A veces, en los estudios sobre cultura soviética da la impresión de que de alguna manera la cultura rusa quedó intacta, que solo por el hecho de tener un nombre diferente, una narrativa diferente al de la cultura “nueva”, la cultura rusa “real” permaneció intacta. Después de todo, ¿fue bueno para los viejos valores rusos que la “nueva” cultura se desarrollara bajo un nuevo nombre? ¿Cuál fue en su percepción la relación establecida entre las dos culturas?

Bueno, en la era soviética la cultura oficial trató de apropiarse de la antigua cultura rusa. Al menos, de las partes de las cuales podía apropiarse. Porque es muy difícil por ejemplo, apropiarse de Dostoievsky y más fácil de Tolstói. La apropiación de la vieja cultura rusa prerrevolucionaria fue una parte importante de la cultura soviética. Pero tuvo un precio. El precio fue la falsificación, a veces la falsificación completa de la cultura prerrevolucionaria.

¿En qué lugar sitúa, cómo define usted a escritores como Platónov, Bulgákov, Ajmátova o Brodsky? Escritores que resistieron la idea del realismo socialista, pero crearon su obra bajo el régimen soviético.

Pero Ajmátova o Brodsky no crearon literatura soviética. Ni siquiera lo intentaron. El caso de Platónov es diferente. Él pensó que estaba creando literatura soviética, pero de hecho no lo estaba haciendo. Bulgákov nunca creó literatura soviética… Tienes una cultura oficial que fue creada por el Estado, pero luego tienes esta alta cultura que sobrevivió bajo este régimen.

En la experiencia cubana no tenemos dos nombres diferentes para una cultura producida en el mismo lugar. Aparentemente solo tenemos “cultura cubana”. Puede tratar de separarlas en una cultura oficial y otra no oficial pero al final ambas son “cubanas”. En Rusia ponen a Ajmátova y a Polevoi en diferentes categorías (literatura rusa o soviética), incluso cuando estuvieron escribiendo al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Bueno, de acuerdo a esa categorización tienes la literatura rusa, que es más amplia e incluye a Ajmátova y a Polevoi, y tienes la literatura soviética que incluye a Polevoi pero no a Ajmátova. ¿Qué pasó cuando la URSS se derrumbó? Que la mayoría de mis colegas quisieron deshacerse de la literatura soviética como si fuera una completa basura. Mi punto es que si quieres tener una historia de la literatura necesitas incluir todo. De alguna manera tienes que acomodar a Ajmátova con Polevoi.

Sí, pero cuando se va a escribir una historia de la literatura soviética, ¿por qué no incluir a Ajmátova o Mandelstam?

Hay muchos casos diferentes. Le voy a dar uno de mis ejemplos favoritos: Solzhenitsyn. Yo defino su escritura como literatura antisoviética-soviética. Es absolutamente antisoviética en términos de su mensaje ideológico, pero no en términos de la propia escritura. Por su estilo pertenece absolutamente a la literatura soviética. La idea de la literatura soviética desde los años 20 es que todos ellos querían ser Tolstói rojos. Todos querían escribir la Guerra y paz soviética.

Como Vasili Grossman… 

Por supuesto. Grossman es un gran ejemplo de literatura antisoviética-soviética. En todas sus novelas Grossman trató de escribir Guerra y paz. Por supuesto, es más rico y más profundo que Polevoi: Grossman era un escritor muy bueno. Pero desde un punto de vista estilístico era una literatura muy soviética.

¿Y el caso de Varlam Shalámov?

El caso de Shalámov es distinto porque Shalámov muestra un tipo de verdad diferente sobre el GULAG y el trauma que esto causó, algo que no es para nada soviético. Porque la literatura soviética es un tipo de literatura muy racionalista y Shalámov, con su experiencia tan traumática, definitivamente fue mucho más lejos de lo que la literatura soviética le permitía ir a los escritores. Hay otros casos como el de Platónov. Platónov era un creyente sincero, él quería escribir literatura soviética todo el tiempo.

Sí, pero fracasaba… todo el tiempo…

Sí, por supuesto que fracasaba. Era demasiado bueno para la literatura soviética.

Volviendo al tema de la internacionalización del realismo socialista, en su libro The Making of the State Writer usted remite los orígenes del realismo socialista como institución a un pasado ruso muy anterior a la Revolución de Octubre. Su narrativa trata de ser histórica, basada en la tradición rusa pero, al mismo tiempo, sabemos que instituciones similares fueron construidas en naciones con tradiciones muy distintas entre sí.

En mi país, por ejemplo a pesar de una narrativa histórica en la que se inserta la base de la construcción de una cultura socialista son dos citas. Una del Che Guevara que dijo que “la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”. La otra, más breve es de Fidel Castro que definió los límites de la libertad artística en estos términos: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”. Son menos prescriptivas, más pragmáticas pero a la larga igualmente castrantes.

¿Cómo explica la proliferación de modelos similares de producción cultural, a pesar de las grandes diferencias entre las tradiciones en que estos modelos fueron insertados?

Nunca había oído antes esas citas que me refiere, pero me recuerdan la fase de la cultura pre-realismo socialista, los tiempos de la cultura revolucionaria en Rusia, especialmente los años 20, después de la Guerra Civil y antes de que Stalin llegara al poder en 1928. La cultura revolucionaria es más cercana a las vanguardias y tiene ideas menos convencionales sobre la cultura.

La Revolución cubana ocurrió mucho después. Su cultura fue formada en los 60. Por supuesto que es el mismo tipo de cultura, es la cultura populista de las masas no educadas, pero aun así tiene un trasfondo completamente diferente al del realismo socialista ruso. Porque —por ejemplo— el realismo socialista en Rusia trata de simular o explotar la cultura folclorista y está basada en el cristianismo ortodoxo. Mientras que la cultura cubana está basada en la tradición católica.

Las citas que le leí necesitan un contexto. En el caso de la de Castro este trataba de responder a los reclamos de los intelectuales cubanos sobre supuestos planes de imponer en la cultura cubana la estética del realismo socialista y la respuesta de Castro es básicamente: “No se preocupen por eso. Nuestro único interés es político: el de que ustedes no usen la cultura como un arma de la contrarrevolución”.

Sí, ese era el programa de la cultura pre-Stalin. ¿Sabe por qué no trataron de imponer el realismo socialista en Cuba en los 60? Porque en esa época ya estaba muerto.

Pero luego, en los 70 tuvieron bastante éxito implantando cierto realismo socialista. Parecería que fuese una pulsión genética en esos regímenes.

La cuestión es que después de que el realismo socialista colapsa como institución en todos los países de Europa del Este después de 1956, no pienso que tuvieran planes serios de introducir el realismo socialista en ninguna parte. Fue introducido en países como China y Corea del Norte pero en una época diferente. A finales de los 40 y a principios de los 50 todavía podías hacer eso. No conozco el caso cubano pero después de la muerte de Stalin, después del XX Congreso del PCUS, ya nadie trataba de introducir el realismo socialista. Quizás algunos elementos, pero como institución totalmente desarrollada…

Le sorprendería lo bien que se había desarrollado el realismo socialista como institución en los 70 en Cuba…

El realismo socialista como una institución integral de promoción de esta literatura desde la escuela a la biblioteca, la producción de libros, a ciertas políticas de publicación, es un sistema inmenso.

En ese sentido institucional es muy similar al caso de Cuba, aunque a nivel estético fuera bastante menos estricto. Pero seguía la misma estructura: escuelas, bibliotecas, medios de prensa, editoriales con “cierta” política de publicación, talleres literarios, compañías de teatro aficionado, escritores que iban a las fábricas a “empaparse” de la realidad del país, premios literarios nacionales patrocinados por las Fuerzas Armadas o el Ministerio del Interior para promover literatura policial y de espionaje. Incluso figuras literarias bien establecidas trataron de acercarse en su obra al canon del realismo socialista. Pero sobre todo en el sentido que usted explica en The Making of the State Writer de que en el realismo socialista el “acto de censura es transformado en parte constituyente del proceso creativo” en el intento de buscar la “armonía” con el proyecto político-social comunista. Permítame hacerle una última pregunta: ¿cuál piensa que es la lección más importante que las sociedades actuales pueden aprender de la experiencia comunista?

Pienso que la lección más importante es que, aunque se tenga la percepción de que el comunismo —tal y como ocurrió en la URSS y en muchos países, incluida Cuba— fue un paso histórico hacia adelante, como si hubieran avanzado demasiado rápido, de hecho el comunismo —tal y como fue implementado— fue una reacción de las sociedades patriarcales y tradicionalistas a los retos de la modernización, al individualismo y a la democratización.

Bajo esta luz, el comunismo fue un desvío que tomó la Historia. Y si observas el resultado en las sociedades poscomunistas, en la actualidad lo que ves es que todos esos países terminaron en una situación en la que todavía tienen que pasar por todas las etapas que ellos pensaban que habían dejado atrás (el capitalismo, la democratización, etc.) para poder desarrollarse.

La lección es que no debes basar tus planes y principios en un intento de modernizar sociedades tradicionales de un modo acelerado. Esas sociedades son difíciles de desarrollar. El comunismo es un intento de modernizarse de una vez, pero los procesos de modernización no ocurren de esa manera. Básicamente terminaste en la primera casilla del juego y tienes que volver sobre todos esos pasos que intentas evitar con el desvío comunista. El comunismo es impaciencia histórica, y es muy difícil ser impaciente.

Por: ENRIQUE DEL RISCO

Written by @diariodecuba

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