Hasta la muy prestigiosa intelectual Graziella Pogolotti, con muy serias dificultades visuales, ha logrado percatarse de tres últimos acontecimientos que han tenido gran impacto en el país. Una excelente crónica bajo su firma, publicada en el diario Juventud Rebelde trajo por consiguiente,-cosa desacostumbrada en nuestro periodismo-, que Granma, portavoz del partido comunista, optara reproducirla “por su importancia”.
En esencia, la doctora Pogolotti se refirió a la pasarela de Chanel, al rodaje de Rápido y Furioso y a la bienvenida del primer crucero Miami-La Habana con unas bailarinas ataviadas con atuendos de banderas cubanas, además del diseño artístico inadecuado. Lo anterior, junto a otras consideraciones medulares que el lector más simple sabrá procesar: nuestra cubanía.
En pocas palabras, supo interpretar el sentir popular, aspecto que al parecer en los últimos tiempos quienes deben tomar decisiones parecen olvidarlo o cuando menos, reaccionar con disposiciones de última hora en consecuencia de ello. Ciertamente, la dinámica con que vivimos obliga a correcciones sobre la marcha, aspecto que en modo alguno sea un bálsamo al disparate o a la subestimación.
Chanel molestó más de la cuenta; el thriller en cuestión, otro tanto, con media ciudad inmovilizada y ese helicóptero sobrevolando nuestros techos como Aedes en potencia. ¿Por qué a estas alturas nadie se ha dignado a contarnos cuánto han pagado estos señores del espectáculo y la moda de alta costura, a qué cuenta bancaria va destinado ese dineral y en qué será empleado? Como bien anotó mi colega Bronstein en Sacando el jugo, hasta ahora la callada por respuesta. Los servidores públicos actúan como si no lo fueran y no estuviesen obligados a rendir cuentas.
Una información veraz tal vez nos llevaría a la socorrida frase del psicólogo y profesor Manuel Calviño cuando finaliza sus programas de tv con ese consuelo de que “bien vale la pena”.
Un grave error en estos tiempos tan difíciles que vivimos es no saber palpar o, más grave aún, obviar el sentir ciudadano. El discurso oficial y el quehacer de nuestros medios de prensa no pueden ir descompasados del día a día.
Y viene el verano, que ya muchos meteorólogos de esquina anuncian como infernal. Los ánimos se pueden caldear. Y no me refiero a los adversarios y enemigos del proceso que vive la Cuba de hoy, sino de los que están convencidos de que Cuba debe cambiar bajo la bandera de un mejor socialismo con apego a voluntad de la mayoría de sus ciudadanos.
Tomado de Progreso Semanal