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Cuba: la cosecha se planifica tras un buró

Un hombre vende vegetales en un mercado agrario junto a carteles con las imágenes de Fidel y Raúl Castro.
Un hombre vende vegetales en un mercado agrario junto a carteles con las imágenes de Fidel y Raúl Castro.
Un hombre vende vegetales en un mercado agrario junto a carteles con las imágenes de Fidel y Raúl Castro.
Un hombre vende vegetales en un mercado agrario junto a carteles con las imágenes de Fidel y Raúl Castro.

La mayoría de los campesinos en Cuba consideran que para aumentar las cosechas, primero deben crearse condiciones de vida y trabajo.

Las gotas de lluvias tintinean en el techo de zinc de un cobertizo grasiento, utilizado para guardar sacos de fertilizantes, aperos de labranza y algunos armatostes viejos que siempre molestan en una casa.

Osvaldo, 65 años, dueño de una finca al suroeste de La Habana, fuma sosegado su mocho de tabaco, se rasca la cabeza con unos dedos gruesos que parecen garfios torcidos y le pregunta al hijo “dónde carajo guardaste la llave inglesa para cebar el motor de agua”. Luego, cuando echa andar la turbina, trota bajo la lluvia hasta el portal de su casa.

Antes de responder la pregunta de por qué la agricultura cubana no es capaz de suministrar suficientes alimentos al pueblo, bebe un buche de café y se mece en un sillón de hierro. Después, me dice:

“No hay que darle más vueltas. El culpable que la agricultura no funcione es el Estado. Ya yo perdí la cuenta de cuántas medidas y estrategias han trazado los que dirigen la agricultura. El problema es que detrás de un buró no se puede hacer una cosecha. Cada siembra es diferente. La cantidad de malanga o la carne de vaca no se puede planificar desde una oficina en La Habana”.

Sigue desgranando ideas sobre el agujero negro en la agricultura nacional. “La tierra es pa’ los campesinos. Si el Estado quiere comprar todo lo que se cosecha, debe pagarlo a un precio justo. Ahora han prometido pagar bien, pero cuando pasan dos o tres meses empiezan los impagos de Acopio y otras entidades del gobierno. A mí han llegado a deberme 20 y hasta 30 mil pesos. Los intermediarios de La Habana te compran la cosecha entera, al cash”.

Osvaldo es consciente de que la escasez genera especulación. “Pero el gobierno tiene que poner los pies en la tierra. A los finqueros particulares nos venden muy caro todo, combustible, semillas, ropa de trabajo, y los aperos de labranza son de mala calidad. También los tiempos son otros. Ya nadie quiere trabajar la tierra. To’el mundo va echando pa’La Habana o ‘Mayami’ y a la hora de contratar gente para las cosechas, tienes que pagar no menos de cien pesos diarios. Eso eleva el costo de lo cosechado. Si el Estado le entregara como propiedad la tierra al que la trabaja, en Cuba se producirían alimentos hasta para exportar”.

Cuando usted conversa con campesinos privados, cooperativistas o arrendatarios, los criterios varían, pero la mayoría considera que para aumentar las cosechas, primero deben crearse condiciones de vida y trabajo.

“A mí se me echaron a perder alrededor de tres quintales de plátanos y boniatos por falta de transporte en Acopio. Es un relajo. Hay gente honesta, pero la mayoría de los funcionarios son unos corruptos”, apunta un agricultor de una cooperativa de crédito y servicio que prefirió el anonimato.

Cuando Fidel Castro llegó al poder en enero de 1959, comenzaron a aplicarse innumerables formas de gestión productiva en la agricultura. Desde enormes granjas estatales, cooperativas hasta arrendamientos de tierra.

Pero las cosechas no despegan. Para tapar las carencias, los burócratas siempre se refugian en pretextos. Culpan al egoísmo desmedido de los intermediarios, a los huracanes, las lluvias o la sequía.

Y para paliar el déficit, orientan controles de precios que al poco tiempo generan mayor escasez aún. Pero las razones pudieran ser otras. Al economista Juan Triana Cordoví no se puede acusar de disidente. En el artículo Los precios topados, publicado en OnCuba Magazine, Triana intenta encontrar respuestas al acertijo. Para el economista, topar los precios es solo una punta del iceberg.

Las claves son otras. Según Triana, si se compara la producción de viandas del 2015 con la del 2009, “la cosecha fue un 15% menor, y con respecto a la papa, la caída es de un 50%. En el caso de las hortalizas, la tasa de crecimiento promedio en ese mismo período no alcanzó el 1%, mientras que la producción de tomates fue un 30% menor.

Los cubanos de a pie aprueban las nuevas medidas del Estado de topar los precios y cerrar el mercado mayorista El Trigal, al sur de La Habana.

En 2009 se sembraron 34,558 hectáreas de viandas (de ellas, 4,245 de papas), mientras que en 2014 se sembraron 16,494 hectáreas (de ellas, 596 de papas). En síntesis, en 2009, el año más reciente del que se tienen datos, fueron sembradas menos viandas (el 50%) y menos papas (14%). De hortalizas, se sembraron 32,174 hectáreas en el 2009 y, cinco años después, solo 21,397 hectáreas, que equivale al 66% de lo plantado un lustro antes.

Menos áreas sembradas, producciones menores, demanda incrementada, costos más altos… “¿Qué podemos esperar entonces de los precios sino que suban?”, se pregunta el economista Triana.

Pero el gobierno está jugando a corto plazo. Ante las quejas de millones de cubanos, la solución es un remedio casero para aliviar el dolor, y seguir postergando el cambio radical que la agricultura necesita.

Los cubanos de a pie aprueban las nuevas medidas del Estado de topar los precios y cerrar el mercado mayorista El Trigal, al sur de La Habana. El viernes 13 de mayo, Martí Noticias recorrió quince agromercados, unos estatales, otros particulares, arrendados o cooperativas.

En los agros con precios topados, la tablilla de venta mantenía un surtido de 9 a 15 productos. El tomate, como promedio, costaba 2 pesos la libra. La guayaba de 1.50 a 3 pesos, un plátano macho 2 pesos, y la yuca y el boniato a peso la libra. Las viandas, frutas, frijoles y hortalizas costaban entre un 20 y un 50 por ciento menos que hace dos meses.

En los mercados privados existía más variedad, limpieza y mejor calidad, aunque los precios eran dos veces más caros. Dos mangos del Caney, por ejemplo, costaban 30 pesos y 25 pesos un melón de seis libras.

Osvaldo, el campesino entrevistado, considera que topar los precios no va incrementar las cosechas. E insiste en su teoría: “Cuando las tierras sean de los campesinos y se permita importar y exportar sin contar con el Estado, la comida va sobrar”, asegura.

En ninguna autocracia, ya sea Viet Nam, China o la extinta URSS, funcionó la estatización de la tierra. Cuba tampoco tiene por qué ser la excepción.

Publicado en Marti Noticias

Written by @martinoticias

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