Lo que más impresionó a Eric Politzer cuando se adentró con su cámara fotográfica en el backstage de las transformistas fue cómo ellas se cuidan unas a otras. Las recién llegadas a la vida de cabaret respetan a las antiguas, y estas a su vez, ayudan a las novatas a escoger ropa y repertorio. Además, les enseñan a ser expresivas y nunca perder la confianza en sí mismas.
A los shows de estos cabarets asisten tanto gays como heteros. El fotógrafo estadounidense, en su rol de investigador, detalló a aquella audiencia compuesta a veces por jóvenes “que más bien parecían vestidos para una discoteca”. Sin embargo, muchos iban allí a cantar y hasta llorar con las artistas. En la forma que se dirigían a ellas después del show, todo lo que se escuchaba era respeto por quienes eran y por lo que hacían.
Luego de seis viajes de trabajo a Cuba, Eric Politzer inauguró este domingo la exposición OUT! Las Transformistas of Havana en la Galería AMOS de Centro Habana. Un día antes, como parte de las actividades por la Jornada Cubana contra la Homofobia, había sido presentada la limitada edición de 300 ejemplares del libro que reúne toda la investigación fotográfica.
De color rosado, con lentejuelas y unos labios abiertos en la portada, el llamativo libro de Politzer reúne 120 retratos de 24 transformistas cubanas. Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), recibió un ejemplar que quedará en la biblioteca de la institución que organiza el movimiento LGBTI cubano.
El norteamericano comenta la fascinación de muchos miembros de la comunidad gay de su país siempre que él les habla de la cantidad y organización de las transformistas en La Habana. “Allá existe una ardua batalla en los estados de North Carolina y Tenessee por decidir qué baños deben usar los transgénero: el de su sexo de nacimiento o el del sexo que adoptan como identidad. Cuando yo cuento que en Cuba, un país socialista, la salud de los transgénero está garantizada, es vergonzoso para nosotros hablar de baños.”
¿Por qué escogió Cuba para su trabajo?
Comenzamos este proyecto mucho tiempo antes de la reconciliación. Era muy difícil para los estadounidenses venir aquí, razón por la cual también era algo fascinante. Creo que los artistas norteamericanos no estábamos familiarizados con la cultura cubana, este país era como la fruta prohibida.
Yo trabajaba con la comunidad gay en California. Era abogado y defendía los derechos de personas con SIDA, así como los de gente con origen humilde, o sin domicilio. Desde hacía tiempo tenía curiosidad por saber cómo era la comunidad gay en Cuba, cuál era su rol en la sociedad. Empecé a investigar, y lo único que pude encontrar sobre el tema fue un video corto de un cabaret con transformistas.
Luego supe que muchas de las personas que iban a los cabarets en Cuba eran heterosexuales, no solamente gays: era como si los cabarets fueran un lugar seguro donde los gay y los heteros podían estar juntos. Se parecen a nuestros centros comunitarios en Estados Unidos: sitios donde las personas pueden reunirse, sentirse seguras, apoyarse unos a los otros, aprender sobre su comunidad, luchar por los derechos gays. Allí uno escucha hablar sobre sexo seguro: se reparten condones, se habla sobre eventos y sobre orgullo gay.
¿Qué diferencias usted ve entre el movimiento gay cubano con el de Estados Unidos?
Primero, el movimiento gay estadounidense está más avanzado, porque ha pasado mucho más tiempo. Luego de 40 años de esfuerzo, ahora tenemos matrimonio entre personas del mismo sexo. Ahora Mariela Castro está trabajando para conseguir el matrimonio legal para los gays cubanos. Pero, claro, aquí el asunto empezó a moverse mucho después.
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El segundo asunto sería que la comunidad gay en los Estados Unidos es muy comercial. Se encuentra muy atada a los negocios, a las celebridades, a los medios… existe mucha cobertura mediática para el tema de los gay. En Cuba, su influencia está creciendo gradualmente, de una forma más natural. Pienso que el incremento del acceso a Internet hará que las cosas se muevan más rápido.
Mientras Mariela siga en el CENESEX, el movimiento gay cubano continuará creciendo. La asistencia del gobierno, y de esta institución en particular, ha sido significativa, maravillosa. Siempre ayuda tener una figura pública tan respetada como ella guiando el camino.
Por otro lado, aunque el poder es importante, Mariela solo ha encaminado a todas aquellas personas que ya venían trabajando desde antes por defender los derechos de los cubanos gay. Mi libro demuestra a través de las transformistas que la comunidad LGBT cubana es grande, organizada y diversa. Y existía antes de Mariela.
Publicado originalmente en On Cuba Magazine