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Tras regulación de precios, la producción agroalimentaria se desploma

LAS TUNAS, Cuba.- La baja producción agroalimentaria pareció no estar entre los pronósticos de las autoridades gubernamentales cubanas tras la regulación de precios por parte del Estado de las cosechas, con todo y ser este el muy repetido vaticinio de la prensa independiente.

Sin embargo, la contracción de los suministros de alimentos del campo a la ciudad ya es un hecho consumado, aunque ahora se culpa a la sequía.

Según fuentes oficiales del ministerio de la Agricultura, la provincia Las Tunas produjo 5 300 toneladas de alimentos desde enero hasta abril de 2016, “un 24 por ciento menos de lo previsto”, como resultado de la “fuerte y persistente sequía que azota a Cuba”, informó el pasado viernes el Semanario 26, órgano oficial del Partido Comunista (PCC) en esta provincia.

Dijo el semanario del PCC que en los últimos cuatro meses la producción de viandas, granos, frutas y hortalizas decreció en el territorio en “igual proporción si se compara con la obtenida en similar etapa del año anterior”, en cambio la producción arrocera decayó en “un 40 por ciento” pues la falta de agua perjudicó fundamentalmente a la zona de “Camagüeycito, principal polo dedicado a ese cereal en Las Tunas”.

¿No consultará sus archivos el semanario del PCC?

El viernes 7 de agosto de 2015 la publicación tunera abrió página titulando “Nuevas inversiones para el programa arrocero”, reseñando que, “con el objetivo de garantizar una producción de arroz estable, a pesar de las condiciones climáticas”, de visita en Las Tunas el ministro de la Agricultura Gustavo Rodríguez Rollero había aprobado importantes inversiones en el polo arrocero de Camagüeycito, atendiendo a la base productiva existente allí (lagunas, canales, caminos); con la posibilidad de “que si no hay precipitaciones existan variantes para seguir con la producción de arroz”, dijo el ministro, porque “en Las Tunas hay una fuerte sequía, pero en este lugar tenemos la posibilidad de hacer inversiones y buscar agua para producir arroz”.

“Como le quitan pesos del bolsillo los campesinos buscarán echar peso al saco”, había dicho a este corresponsal a condición de anonimato quien fuera subdirector económico de una empresa agrícola, a raíz de la regulación de precios, porque “no es lo mismo producir 100 libras de tomates que de boniatos”, aseguró el entrevistado, añadiendo: “Las fichas de costo no lo dicen todo, y el productor no se va a aventurar con una cosecha de alto riesgo si no se siente verdaderamente remunerado, así es como usted verá altas producciones de cultivos que requieran pocos cuidados y muy escasas cosechas de siembras donde el productor tiene que emplearse a fondo”.

Las opiniones del economista ahora parecen hacerse realidad. Según el Semanario 26, aunque todos los cultivos se afectaron en el pasado cuatrimestre, las viandas sufrieron menos pérdidas gracias “a la oportuna siembra de cultivos de ciclo corto, como el boniato, y el empleo del riego con pipas (manual) para plantar yucas y otras especies”.

A esto dice un campesino: “Si recibimos buen pago por la cosecha, somos capaces de trasplantar posturas de tomates echándoles un poco de agua en el tallo con el mismo jarro de tomar café, lo hemos hecho llevando agua al campo con bueyes.”

De la vista verde del general a los precios topados

En su discurso del el 26 de julio de 2007, el general Raúl Castro dijo haber llegado a Camagüey por carretera. Había sido aquel un año de lluvias, pues el general se refirió a ellas diciendo que pese a las caídas por aquellos días, “lo más verde que había visto era el marabú”.

Pronto se cumplirán nueve años desde que el “general-presidente”, según lo llama el Historiador de La Habana, hiciera alusión a la improductividad del campo cubano a través del marabú, la más invasora de las plantas indeseables de esta isla.

Pero según las cifras, de entonces a acá no ha mejorado de forma ostensible aquella impenetrable vista verde que en su viaje a Camagüey se le metió por los ojos al general Castro Ruz.

Por citar otro ejemplo de Las Tunas, puesto que esta provincia de Cuba hemos tomado como referencia en este reporte: existen aquí 26 940 hectáreas de terreno baldío, el 30 por ciento de toda esta tierra agropecuaria y forestal plagada del arbusto de espinas agresivas donde hasta para los gatos monteses es difícil transitar. No resulta extraño así que el consumidor encuentra en demasiadas ocasiones los estantes de los mercados agropecuarios vacíos.

De tal suerte, poco importa si llueve o deja de llover en tierra ociosa, “el marabú no da para comer sino haciéndolo carbón,” dice un leñador. “Importa, y mucho, si cuando llueve demasiado o cuando no llueve suficiente, a alguien se le ocurre tarifar el trabajo ajeno”, asegura por su parte el economista antes citado.

Cierto. Desde mucho antes de Jesucristo la regulación de precios a manos de los emperadores sólo condujo a más desabastecimiento. Y en Cuba, más que las contradicciones de los periódicos del Partido Comunista, son los anaqueles vacíos de los mercados quienes vienen a confirmarlo.

Written by CubaNet

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