Esta semana grandes titulares en medios extranjeros y sitios web anunciaban que Cuba legalizó las medianas, pequeñas y microempresas, y algunos más osados calificaban la “medida” como un “éxito”, que “permitiría contratar trabajadores” y “cubrir el vacío legal existente”.
Todo ello se suscitó a partir de que se publicarán, para su discusión pública, dos documentos del VII Congreso del Partido. Sin embargo, en el furor de los cambios, ha habido, al parecer, un masivo error de interpretación.
Ciertamente la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, reconoce en sus primeras páginas la existencia de la propiedad privada. Y ahí está la transformación fundamental: donde antes se leía “trabajo por cuenta propia”, ahora dice “propiedad privada”. No es poca cosa, pues llama por sus nombres precisos a las distintas formas de propiedad privada; y además resulta coherente con las advertencias de muchos economistas, y con el propio devenir del sector. Pero es solo eso, ni más ni menos.
El punto 180 de la Conceptualización dice: Las personas naturales cubanas pueden constituir los siguientes tipos de emprendimientos: 1.) Pequeños negocios realizados en lo fundamental por el trabajador y su familia; 2.) Empresas privadas de mediana, pequeña y micro escalas, según el volumen de la actividad y cantidad de trabajadores, reconocidas como personas jurídicas.
Esto tampoco constituye una novedad en sentido estricto, porque el mes pasado el presidente Raúl Castro se pronunció al respecto, durante el discurso inaugural del Congreso del Partido:
“El reconocimiento de la existencia de la propiedad privada ha generado inquietudes honestas de no pocos de los participantes en las discusiones previas al Congreso, que expresaron preocupaciones de que al hacerlo estaríamos dando los primeros pasos de la restauración del capitalismo en Cuba. (…) Se trata precisamente (…) de llamar a las cosas por su nombre, y no refugiarnos en ilógicos eufemismos para esconder la realidad.
“El incremento del trabajo por cuenta propia y la autorización de la contratación de fuerza de trabajo ha conllevado en la práctica la existencia de medianas, pequeñas y microempresas privadas, que hoy funcionan sin la debida personalidad jurídica, y se rigen ante la ley por un marco regulatorio diseñado para las personas naturales dedicadas a pequeños negocios que se realizan por el trabajador y su familia.”
Los documentos publicados carecen de fuerza vinculante, o sea, no tienen ninguna aplicación legal o administrativa. Desde el principio se explica que “el objetivo de la Conceptualización es servir de referente o guía teórica conceptual”, y que “no atañe a este documento exponer cómo se actualizará el Modelo; es decir, las acciones y medidas concretas para alcanzar estos objetivos”. Una vez más: no hay tales “medidas”.
Cuando se menciona el papel complementario de la propiedad privada, la necesidad de que el Estado se concentre en las tareas que le son propias, la liberación de las fuerzas productivas, el reconocimiento del mercado… se repiten presupuestos que ya fueron presentados en el VI Congreso, en 2011. Es decir que reitera proyecciones políticas acumuladas desde hace cinco años.
La Gaceta Oficial no ha publicado en los últimos días ninguna normativa al respecto. Además, Raúl Castro se refirió en abril a los niveles de disenso al interior de la cúpula dirigente del país: por un lado, quienes empujan los cambios; y por otro, aquellos que los frenan. Cabe suponer que estos últimos todavía levanten algunos muros más, antes de que se aprueben formalmente las primeras PYMES con ese nombre.
Para los dueños de las medianas y pequeñas empresas cubanas nada ha cambiado hasta ahora. Arrancada en falso. No hay noticia… todavía.
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