Por: Guillermo Carmona. Durante mucho tiempo me pregunté cómo y dónde surgió la burocracia, ese cangrejo que como buen batracio hace que a la hora de enfrentarte con procesos de la vida tengas la sensación de un retroceso constante. En mi cabeza, afiebrada y delirante, debido a tantos insípidos encuentros con ella, elaboré teorías sin basamento científico; pero eran las únicas que respondían a una explicación coherente ante su inhumana existencia: a. una raza alienígena nos las transmitió por telepatía para impedir que la organización social humana se desarrollara en demasía b. un culto secreto, conformado por personas misteriosas que le rinden pleitesía al sagrado buró ¡amén, los formularios!
Deseché hoy estas teorías, porque encontré al culpable, el emperador de esa raza alienígena o el gran sacerdote de esa secta religiosa, es el sociólogo alemán Max Webber. Este sujeto considerado uno de los teóricos más eminentes de su campo y que además fungió como economista, jurista, historiador y politólogo. En su obra The Theory of Social and Economic Organizations (La teoría de las organizaciones económicas y sociales) determinó un sistema de organización para la compleja sociedad industrial que alcanzaba su adultez con la creación de los monopolios y la desmedida acumulación de capital y, por tanto, necesitaban estructuras que facilitaran la gestión de los recursos humanos.
Entre los postulados principales de esta se encuentran: contar con una jerarquía de autoridad bien definida; desarrollar normas, reglas y estándares de operación que sean precisas; especificar los deberes y derechos de cada empleado; delimitar la injerencia del personal en la propiedad de la organización; llevar un informe administrativo y por escrito de los actos, decisiones y reglamentos más importantes y que los funcionarios mantengan una distancia social con sus empleados.
Los mecanismos de este autor buscan una precisión de reloj dentro de las instituciones. Una confiabilidad extrema, evidenciada en papeles, y el no entorpecimiento de la labor individual con relaciones sociales innecesarias. Sin embargo, lo negativo de cualquier autómata, como los relojes mecánicos, es su falta de adaptabilidad; si una situación extrema se presenta, como una hora 25, este no se transforma y se adhiere al nuevo horario. Una institución que funcione con perfección robótica, ante un hecho extraordinario quedaría tan indefensa como un bebé en medio del campo de batalla.
La concepción de relaciones laborales mínimas, excluyen el principio de que el hombre es un animal social y su vida en sociedad lo hace hombre. Por tanto, barreras entre los diferentes estratos de una organización, una comunicación vertical descendente (el jefe manda y el empleado cumple) solo entorpecen el desarrollo de las diferentes tareas de la misma. La estructuración es necesaria para crear orden dentro del caos, como muestra la formación de los estados como movimiento histórico; pero su excesiva rigidez solo ocasiona dictaduras.