Quince minutos de retraso no son nada para Sufyian Barhoumi, un argelino que se ha pasado catorce años en la prisión de la Base Naval de Guantánamo y que, con el nuevo impulso que han tomado las revisiones de casos para vaciar el penal, puede verse fuera de él en los próximos meses.
Barhoumi espera paciente en una mesa junto a su traductor y dos oficiales militares a que comience el llamado Consejo de Revisión Periódica (PRB, en sus siglas en inglés), una especie de revisión de condena instaurada por el presidente de EE.UU., Barack Obama, para acelerar las salidas de este penal estadounidense en territorio cubano.
El argelino llegó a Guantánamo tras ser detenido en Pakistán por los servicios de inteligencia de aquel país en una casa en la que también se encontraba uno de los prisioneros de más valor de este enclave estadounidense en Cuba: Abu Zubaidah.
“Todos mis problemas se deben a que estaba en una casa con Zubaidah”, explicaba en un interrogatorio en 2006 Barhoumi, cuyo periplo fuera de su natal Argelia comenzó a mediados de los 90 en Barcelona.
En España el argelino buscaba trabajo y pretendía prosperar, pero, como en la historia de muchos de los que han pasado por Guantánamo, la inmigración no fue un camino de rosas y en algún momento el giro hacia un radicalismo más o menos activo lo torció todo para siempre.
Barhoumi fue reclutado en Londres y poco antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos ya rondaba Pakistán y Afganistán y se codeaba con miembros de Al Qaeda, entre ellos Zubaidah, uno de los lugartenientes de Osama bin Laden.
Este hombre ha pasado de la veintena a la cuarentena en Guantánamo y ahora luce una larga barba gris y escucha paciente las instrucciones previas a su audiencia, que es retransmitida por circuito cerrado de televisión a un reducido número de testigos en el Pentágono.
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La Casa Blanca se está quedando sin tiempo para cerrar Guantánamo, una promesa insatisfecha desde hace más de siete años, y quiere acelerar las revisiones de casos de presos considerados poco peligrosos.
Barhoumi es uno de ellos. Tiene un historial poco conflictivo, ha aprendido inglés y, según sus abogados, hasta ayuda a los guardias que llegan nuevos a la prisión de la base naval para que aprendan la rutina casi religiosa de estos módulos de hormigón y alambre.
“Se ha dado cuenta de sus errores y los lamenta profundamente. Sufyian quiere dejar el pasado tras él y pensar solo en el futuro. No le guarda rencor a Estados Unidos y ve su tiempo en Guantánamo como una oportunidad para crecer y madurar”, leía Shayana Kadidal, abogado defensor de Barhoumi.
El mismo día en que Barhoumi explicaba sus intenciones de montar un negocio y comenzar una nueva vida el Congreso escuchaba la historia de Hamed Abderrahaman Ahmed, el único español que pasó por Guantánamo y que el pasado febrero fue detenido por la Policía Nacional por reclutar jóvenes para el yihadista Estado Islámico (EI).
El ceutí Ahmed dijo cuando fue liberado que quería ser camionero, pero ha vuelto a prisión por posible delitos relacionados con el terrorismo islamista, una argumento más para los legisladores estadounidense que no creen que sea una buena idea cerrar el penal de Guantánamo y liberar a los “detenidos indefinidos”.
De los 80 detenidos actuales, el Pentágono lleva a cabo audiencias preparatorias para juzgar a siete y prevé como máximo enjuiciar a catorce (éstos podrían ser encarcelados en prisiones militares en EE.UU.), con el resto pendiente de saber si son transferidos o puestos en libertad, ya que no hay cargos formales contra ellos.
Las ocho vistas del PRB de este mes de mayo siguen la rutina de siempre: los presos, que no han sido acusados formalmente de delito alguno, escuchan en silencio las declaraciones escritas y posteriormente dan testimonio.
Desde una sala del Pentágono un número reducido de periodistas y de representantes de organizaciones de derechos humanos ven por circuito cerrado de televisión los primeros diez minutos de la vista, en los cuales el preso no habla.
En la actualidad, 37 internos están a la espera de una audiencia del PRB para poder acelerar un proceso que eventualmente les permita ser transferidos a un tercer país e iniciar una nueva vida en libertad vigilada.
El Departamento de Defensa estadounidense espera finalizar todos los PRB antes del otoño, con lo que, para cerrar el penal creado en 2002 por el entonces presidente George W. Bush, solo quedaría por aclarar el destino de los presos pendientes de juicio y de aquellos que son considerados demasiado peligrosos para ser puestos en libertad.
Crónica de EFE