LA HABANA, Cuba.- La población cubana acude a las ferias de artesanos y otros puntos de venta donde los zapateros particulares o vendedores con licencia ofertan sus productos, para adquirir un calzado de mejor calidad y diseño.
En cuanto a las reparaciones o remiendos no existe alternativa, pues los denominados consolidados estatales ofrecen ese servicio a la población solo para el calzado ortopédico, por lo que aquellos que salen en busca de soluciones para sus zapatos rotos tienen que negociar en privado con los artesanos estatales o acudir a los cuentapropistas.
Yadira Reina O’Farril, una joven de 22 años y madre de un niño de 3, comenta a este reportero que “la situación de los zapatos en las tiendas es un descaro. Tú compras unos popis (tenis deportivo) y antes de ponértelos tienes que llevarlos a coser, porque si no corres el riesgo de largar la suela mientras caminas, ¡qué cosa es eso, con lo caro que cuestan y el sacrificio que una tiene que hacer para comprarlos”.
“Pero incluso, los zapatos ortopédicos y las reparaciones para este tipo de calzado son de muy baja calidad -continuó diciendo Reina O’Farril-, porque como tú comprenderás los zapateros estatales tienen que sacar su dinerito diario; y para eso, tienen que ‘inventar’ con el material que les asignan para el plan de reparaciones programadas”.
Abel Valencia, un zapatero de 48 años y 32 de oficio nos revela, según su experiencia, que “hay una gran cantidad de zapateros en el mercado laboral, tanto privado como estatal, que no son profesionales y eso está afectando mucho el prestigio de un oficio que tiene mucho arraigo y tradición en Cuba”.
“El problema de la escasez y la baja calidad de la materia prima es otra de las grandes dificultades con las que tiene que lidiar el profesional”, apunta Valencia.
El zapatero de 48 años considera que “el problema económico ha ‘parido’ de todo. Cualquiera solicita una licencia y se la dan, sin investigar primero si el solicitante está capacitado para desempeñar el trabajo”.
Conversamos también con José (pepe) González de Armas, un zapatero de 55 años y 36 de oficio, quien se refirió al precio de algunas reparaciones y materias primas.
Según González de Armas, “la botella de baje (750 mililitros) cuesta entre 8 y 10 dólares, así como la botella de dermoduro o plastipool (pegamento especial); el metro de piel -cuando es de buena calidad- puede costar hasta 20 dólares, y todos estos materiales lo tienes que comprar en el mercado negro”.
“Por eso, el precio de las reparaciones –explica Pepe- es un poco inestable, porque depende de cuánto nos cuestan los materiales”, y agrega: “El remontaje de un calzado cuesta entre 8 y 10 dólares, el pegado y cosido, entre 1.50 y 2 dólares, poner suela, entre 3 y 5 dólares, aunque déjame decirte que eso de los precios también depende de la zona, porque algunas zonas son más comerciales y el poder adquisitivo es un poco más alto, entonces los precios de los servicios suben”.
Pepe coincide con el criterio extendido de que la calidad del calzado que venden las TRD (Tiendas Recaudadoras de Divisas) “es muy malo. La mayoría del calzado que me traen para pegar y coser es comprado en tiendas estatales. Y mucha gente me los trae nuevos, para garantizar que no se les rompan”.
Durante la realización de este trabajo pudimos comprobar que el tema de la calidad del calzado, tanto la confección como la reparación, no genera polémica en cuanto a que “si quieres calidad y buen diseño la única opción son los artesanos particulares”.
“No solo te garantizan una calidad superior –afirma Alina Fuentes Delgado, ama de casa de 31 años-, sino que los precios son más asequibles y, a veces, hasta negociables; porque yo me he comprado sandalias por las que me han pedido 7 dólares y he acabado pagando 5. Esa es una opción que el estado jamás te va a dar, porque en Cuba la política estatal es la del embudo; tú sabes, lo grande para ellos y lo chiquito para el pueblo”.