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¿En qué se parecen Justin Bieber, Rihanna y Donald Trump?

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La selección de Donald Trump como candidato republicano a la presidencia de los EE.UU. me hizo pensar en esos “famosos” de la música popular norteamericana, Justin Bieber y Rihanna, aunque parezca curioso, porque en una intervención el pasado febrero de Abel Prieto, el antiguo Ministro de Cultura cubano y hoy asesor del Presidente Raúl Castro, hablaba de esos “famosos,” entre otros, aunque no de Trump.

Los lectores se preguntarán qué tienen que ver la nominación de Trump con una intervención sobre la cultura enfocada en Cuba, y menos con Bieber y Rihanna. En realidad no es un misterio; la crisis en la cultura que Prieto describe, no solo en Cuba sino en todo el mundo, también se manifiesta en la política, y sobre todo en el fenómeno Trump.

Justin Bieber y Rihanna en un partido de basquet.
Justin Bieber y Rihanna en un partido de basquet.

Antes que nada debo aclarar que reconozco perfectamente que el fenómeno Trump no se trata fundamentalmente de aspectos culturales. Afirmar eso sería una tontería. Al contrario, es infinitamente más complejo y tiene profundas raíces históricas, socio-económicas y políticas, como por ejemplo los temores de la clase media y trabajadora a un enorme descenso e incertidumbre económicos, así como su temor al “otro,” ya sea en la forma de un presidente afro-americano, un indocumentado mexicano o un inmigrante musulmán, por citar solo dos ejemplos, entre muchos.

En este comentario, sin embargo, dejo esos temas centrales a un lado para comentar sobre el fenómeno Trump en su componente cultural que, si no es lo principal, sí refleja mucho sobre el peso de los “famosos” en los medios culturales de hoy en todo el mundo.

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Un tema principal de esa intervención es que “estamos viviendo una gravísima crisis en la cultura” que en parte se manifiesta en “un culto a los llamados ‘famosos,’” y que las “nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC en Cuba) desempeñan un sustancial papel como catalizador” de ese culto. Prieto cita las impresionantes cifras en las redes sociales de personajes como Justin Bieber, el segundo en seguidores de Twitter—con millones que sigue a diario cada pormenor de su vida privada, hasta su cambio de pelado– y Rihanna, la primera en “likes” o “me gusta” de Facebook. Así es la “fama” de los que dominan las tecnologías en lo que se llama cultura hoy en día.

¿Pero no se puede decir también que Trump es uno de esos “famosos” construido en gran parte por la “industria hegemónica del entretenimiento”? Trump es mucho más que multimillonario, ya que como él hay cientos en los EE.UU., pero todos prácticamente desconocidos. Trump, al contrario, es una figura “famosa” gracias a sus dos “reality shows,” que glorifican la competencia feroz y el afán de riqueza—pero, eso sí, con decenas de millones de televidentes con ansias de ver cómo se llega al “American Dream””–por no hablar de su arrogancia, su fanfarronería,  su auto-publicitada vida mujeriega y tantos otros aspectos de una “fama” fabricada por la red de redes y todo un ensamblaje mediático y publicitario muy bien montado. Un “famoso” que se debe a “un diluvio de mensajes, en apariencia disperso, y sin embargo de una coherencia extraordinaria,” como también nos dice Prieto.

Abel Prieto.
Abel Prieto.

Nos recuerda también Prieto que la revista Forbes nombró a Rihanna como una “de la mujeres más ‘poderosas’ del planeta,” así como a Shakira como “una de las cien mujeres más influyentes del planeta.” ¿Y no es que ha sucedido algo semejante con Trump, a quien las tecnologías de la información catalogaban como “influyente” mucho antes de postularse a la presidencia, y quien se auto-titula como gran empresario, sagaz conocedor del pensamiento popular, y sobre todo macho, poderoso, decidido y hasta “sexy”?

También nos recuerda Prieto cómo “a veces da la impresión que los managers de [los famosos]… sugieren cada mes… ‘fabricar’ un incidente, un escándalo pequeño o grande para aumentar su leyenda y que su popularidad se dispare.” ¿Y no se parece esto a la táctica electoral de Trump, cuando prácticamente cada semana, y a veces cada día, fabricaba un “incidente” con algún pronunciamiento o insulto? Dice también Prieto que “lo trivial adquiere un peso gigantesco en la lógica de los ‘famosos’”. ¿No se puede decir que es así con Trump? “Make American Great Again” es su jingle, acompañado de una muralla en la frontera mexicana que nunca podrá construir, una afirmación de que acabará con el terrorismo y sobre todo con el Estado Islámico en unos pocos meses, y una promesa que “ahora el mundo si nos va a respetar,” y cosas por el estilo? Lo trivial no son estos asuntos, sino las supuestas soluciones que Trump ofrece.

Y eso por no hablar de la retahíla de insultos y epítetos que ha otorgado a sus opositores, a periodistas, a líderes de su propio partido y a muchos otros. Insultos falsos, triviales (como burlarse de Rubio como “el pequeñito” o burlarse de la supuesta mala educación al comer de su opositor Kasich de Ohio). De nuevo, la “fama” partiendo de la frivolidad.

El ensayo de Prieto también nos recuerda que “sería absurdo pensar que las adolescentes que levantan altares caseros [a Bieber]… están haciendo uso de su libertad para elegir… no fueron ellas… fueron los profesionales de la publicidad de los laboratorios de los ‘famosos’ quienes las condujeron a ese delirio.” ¿Y el delirio de los fanáticos de Trump, es “libertad” o es resultado de la manipulación por los aparatos de publicidad y la repetición constante por la televisión de sus pronunciamientos, por triviales que sean?

Y así pudiéramos seguir dando ejemplos de la fama superficial de Trump, como ejemplo de un paradigma de la cultura hegemónica de hoy. Pero mejor es instar al lector a remitirse al excelente ensayo de Prieto, donde argumenta, entre muchos otros apuntes muy certeros, que “la gravísima crisis de la cultura….lo [amplifica] todo a una velocidad extraordinaria…. al servicio del consumismo, de la industria hegemónica del entretenimiento y del culto a los llamados ‘famosos’”… y donde “la frivolidad gana más y más espacio”… “con una carga de valores tóxicos.” Pero yo no puedo capturar la profundidad e importancia de esa intervención en unas pocas citas. Más vale que se lea íntegro. Así se los recomiendo.

Publicado originalmente en Progreso Semanal.

Written by progresosemanal

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