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Disfunción ‘erectoral’ en la política americana

Por José Azel. Disfunción erectoral (DE) es un neologismo paródico que está circulando en las redes sociales. El Diccionario Urbano define la disfunción erectoral (electile) como “incapacidad de los votantes para excitarse con cualquiera de las opciones para presidente que proponen los partidos durante un año electoral”.

En este año electoral, una mayoría de votantes en ambos partidos sostiene criterios negativos de sus presuntos nominados. En una reciente encuesta, solamente un 32% de votantes registrados tiene criterios positivos de Hillary Clinton, y para Donald Trump las opiniones positivas alcanzaron un penoso 24%.

Para incrementar su popularidad, los contendientes políticos estadounidenses indudablemente engatusarán con políticas de “pan y circo”, donde las estrategias se diseñan para apaciguar a la población con programas populistas de bienestar. Bajo este enfoque, el apoyo público no se crea con políticas públicas efectivas, sino a través de distracciones y clientelismo.

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El término surge con la práctica romana de ofrecer a los ciudadanos trigo y espectáculos de combates de gladiadores gratuitamente para ganar apoyo político. Actualmente, la expresión implica también una perversa erosión de valores cívicos en la ciudadanía que contribuye a la disfunción erectoral.

En América Latina contemporánea, esa política se ha institucionalizado, alcanzado su máxima expresión en las fracasadas economías de Cuba y Venezuela. La variedad estadounidense se ha enfocado más en el pan, aunque el populismo del señor Trump imita al circo latinoamericano.

Para incrementar su popularidad, los contendientes políticos estadounidenses indudablemente engatusarán con políticas de “pan y circo”. Independientemente de que el énfasis esté en el pan o en el circo, este enfoque resquebraja la formulación de políticas públicas efectivas, debilita a la sociedad civil y conduce a gobiernos incompetentes e inefectivos.

En el discurso filosófico electoral de la política americana, la izquierda tiende a ver con escepticismo las soluciones de mercado para los problemas sociales. Para ellos, asignar tareas humanitarias al gobierno, como la atención sanitaria, imbuye automáticamente a todo el proceso moralidad congénita y efectividad.

Esas tareas del gobierno suponen que corregirán las ineficiencias del mercado. En el enfoque de la izquierda, la calidad del Estado debe medirse por el nivel del gasto social. Mientras más gaste el Estado en subsidios sociales, más compasivo es.

Por otra parte, los críticos interpretan la generosidad de los programas gubernamentales como políticas que socavan la responsabilidad personal. Para ellos, defender el gasto social como la razón de ser fundamental del gobierno es una lógica perversa. El gast social depende de las contribuciones de otros sectores de la sociedad vía impuestos y otros mecanismos. La riqueza no es creada, sino simplemente redistribuida. La función del Estado no debe ser la redistribución de la riqueza legítimamente ganada por sus ciudadanos, aunque debe garantizar que sea obtenida legalmente.

En América Latina contemporánea, esa política se ha institucionalizado, alcanzado su máxima expresión en las fracasadas economías de Cuba y Venezuela. El objetivo del Estado debe ser la promoción de sistemas económicos donde la mayoría de sus ciudadanos sean capaces de aportar adecuadamente para sus propias necesidades, con lo que la mayoría del gasto social resultaría innecesario.

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Con ese criterio, la calidad del Estado debe medirse en proporción inversa al gasto social requerido para asistir a la ciudadanía. Por consiguiente, mientras menos necesite gastar el gobierno en subsidios sociales, más responsable se supone que sea. Un Estado preocupado es aquel que fomenta una economía donde la mayoría de sus ciudadanos es capaz de producir adecuadamente para sus propias necesidades.

Considerando los bajos niveles de participación ciudadana en la política americana, y nuestra afinidad con entretenimientos inmaduros, parece que la política de pan y circo ha madurado muy bien desde la caída del Imperio Romano. En este ciclo electoral, los candidatos de ambos partidos sufren un déficit de popularidad, pero esperemos que no caigan en la tentación de imitar a Corea del Sur, donde algunos políticos no dudan en ofrecer medicamentos para la disfunción eréctil en su afán por conquistar votos.

Se alega que en aquel país, para incrementar su popularidad, los políticos buscan influenciar a los votantes de más edad regalando medicamentos para la disfunción eréctil.

Publicado originalmente en 14 y medio 

Written by 14ymedio

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