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Raúl Castro, el eterno aliado a lo perverso

Raúl Castro otorga a Maduro la Orden José Martí, la más importante de Cuba (foto: Cubadebate)

Raúl Castro otorga a Maduro la Orden José Martí, la más importante de Cuba (foto: Cubadebate)

FORT PIERCE, Estados Unidos.- El gobierno cubano una vez más se solidariza con aquello que el mundo reconoce como perverso. La reciente declaración del mandatario Raúl Castro, durante su discurso en la reunión presidencial de la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), así lo demuestra. En esta ocasión ratificó su firme e incondicional apoyo solidario al pueblo de Venezuela, a la revolución venezolana y al presidente Nicolás Maduro.

Como ya es habitual y siguiendo las tradiciones de su predecesor, el Dr. F. Castro, el dictador cubano se pronunció en defensa de la desacreditada Revolución Bolivariana que iniciara Chávez y que, como todo movimiento izquierdista, en breve fue al fracaso.

El pasado 31 de mayo, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, activó la Carta Democrática de este organismo para Venezuela; un paso sin precedentes, por cuanto es la primera vez que se activa la carta a un estado miembro contra la voluntad de su gobierno, algo que ha sido reconocido por varias personalidades políticas como un acto de independencia y valentía, opuestamente al pronunciamiento del anciano gobernante cubano, que calificó el hecho de “inaceptable intento de la OEA en aplicar la carta democrática para intervenir en los asuntos internos de Venezuela”.

Cuba fue expulsada de la OEA mediante la resolución VI adoptada el 31 de enero de 1962 en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, lo que quedó sin efecto en el trigésimo noveno período ordinario de sesiones de la Asamblea General, realizada en el 2009 en San Pedro Sula, Honduras.

No obstante, el gobierno cubano no ha dado muestras para intentar reincorporase, al no propiciar jamás el esperado diálogo que le pudiera insertar de nuevo en esta organización. Castro lo ha reafirmado al precisar que Cuba jamás volverá a formar parte de dicho organismo, al que definió como “instrumento de dominación imperialista”.

La Carta Democrática es un mecanismo creado en 2001 para resguardar la democracia en el continente. La suspensión de un estado miembro de la organización trae consigo que el país deje de participar en todo lo que concierne a la organización, lo que incluye programas como los de anticorrupción, seguridad y promoción de derechos.

Es lógico que países totalitaristas se pronuncien en desacuerdo con una institución que promueve el fortalecimiento de la paz, la seguridad, la democracia y los derechos humanos; así como apoya el desarrollo social y económico en las Américas.

Los gobiernos de Cuba y Venezuela constituyen paradigmas de violaciones de los derechos humanos en el mundo. La represión sostenida en los últimos años por ambas dictaduras contra la oposición es el foco de atención de instancias internacionales involucradas en estos asuntos. Los encarcelamientos a varios líderes de movimientos opositores, así como la agresión constante hacia las multitudes que se manifiestan pacíficamente, son ejemplos en este sentido.

Hay mucho que hacer en Cuba para que el presidente se esté ocupando de los asuntos de Venezuela y de las decisiones de organismos internacionales. Primero hay que poner orden en casa: se debe restablecer la democracia, un verdadero sistema eleccionario, la pluralidad de partidos políticos, las candidaturas presidenciales, la libertad de pensamiento y expresión, el respeto a los derechos individuales ciudadanos; proveer de los alimentos indispensables a un pueblo azotado por el hambre, hacer reformas urgentes en la educación, entre otros tantos aspectos que al parecer no están contemplados en la conceptualización del modelo de desarrollo socialista, discutido durante el pasado congreso del partido único de Cuba, que insiste sobremanera en un socialismo que se sabe es ya totalmente inexistente.

El proyecto de resolución es preciso en establecer que la conceptualización expresa los principios del socialismo, “sustentados en la dignidad, igualdad y libertad plenas del ser humano”. ¿Es que acaso existen principios dignos e igualitarios en aquello que se ha difundido bajo el ropaje del socialismo, para sustentar una serie de dictaduras corruptas, siendo en el momento actual el socialismo cubano el prototipo ideal? ¿Cómo es que se atreven a pronunciar los términos libertad e igualdad en el actual contexto político cubano?

Dicho modelo trata el tema de la participación de la sociedad civil, pero destaca que “de la sociedad civil socialista en el ejercicio de la democracia”, con lo que ya deja de ser democrática al limitar su participación bajo la óptica exclusiva de las concepciones socialistas.

Mientras miles de cubanos de encuentran en territorios de Ecuador y Colombia en medio de la desesperación y olvidados por el gobierno de Raúl Castro, único culpable del masivo éxodo, el octogenario presidente no elegido por nadie se ocupa de criticar a la OEA y de solidarizarse con Nicolás Maduro, dando pruebas de su alianza con aquello que el mundo reconoce como incorrecto. Recordemos su solidaridad con Dilma Rousseff, destituida de su cargo presidencial por el Senado de Brasil, con Evo Morales luego de su derrota en el referendo por su cuarto mandato y con el propio Maduro, cuando la oposición venezolana se alzó con el control del parlamento, todos en el contexto latinoamericano, así como sus vínculos con el gobierno de Corea del Norte, ratificados recientemente a través del recibimiento al líder del Partido de los Trabajadores de ese país.

Así las cosas, era de esperar que el mandatario cubano se situara al lado de la aparente víctima atacada por la OEA. Los comunistas han tenido siempre una justificación para todo. Han pretendido aparecer ante el mundo como agredidos por sus “brutales enemigos”, muestra de un delirio paranoide que también suelen padecer. La “genial” idea de Maduro, acerca de los planes de la oposición de “incendiar Venezuela por órdenes imperialistas”, es solo una pequeña muestra que nos hace evocar aquellas absurdas hipótesis del viejo y olvidado comandante cubano.

Mientras, esperemos que los representantes de la OEA puedan retomar la reflexión acerca del trascendental tema; algo necesario, pues las discrepancias, incongruencias y divagaciones no conducen a lo que la comunidad internacional y de manera especial la nación venezolana esperan: “la normalización de la institucionalidad democrática”.

Written by CubaNet

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