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Travesía mañanera en La Habana…

Transporte público en La Habana. Foto: cubadebate.cu
Transporte público en La Habana. Foto: cubadebate.cu

Ya sé que el tema del transporte en Cuba ha sido llevado al papel muchas veces, pero siento que siempre queda mucho por decir o tal vez quedan los deseos de desahogarse, no estoy segura. Usualmente me traslado al trabajo en una guagua (bus) de mi centro laboral, es bastante estable, pero, como suele suceder, se rompe en ocasiones y es ahí donde comienzan mis dolores de cabeza, más que dolores de cabeza, mis ganas de desaparecer.

Les cuento que vivo en Marianao y trabajo en el Vedado. Nunca viajo sola, sino con mi nenita de tres años. Casi todo el mundo me llama loca por tener a mi hija en un círculo infantil lejos de casa, pero resulta que una amiga me “lo resolvió” en el Vedado y así lo quise por varias razones, cuyo tema quizás sea objeto de otro trabajo.

La cuestión es que, cuando no tengo transporte del centro laboral, pues tengo que esperar por el público y muchos de ustedes ya saben lo que es tratar de llegar a algún lugar a las siete de la mañana. Pasan los segundos, los minutos y hasta las horas sin la suerte, sí, de poder abordar una guagua, como se les dice popularmente. A veces porque no pasan, otras porque pasan y no paran, y la mayoría porque con una niña pequeña no puedo subir a una guagua donde la gente cuelga… literalmente.

Alguien a quien quiero mucho, cada vez que le cuento mis aventuras mañaneras me pregunta por qué no tomo un taxi. Me río, luego recuerdo que esa persona hace mucho tiempo no vive en la Isla y me parece lógica su pregunta, entonces me veo obligada a responder algo cuya explicación carece de sentido para quienes vivimos aquí.

Al final le agradezco porque el “tropelaje” del cubano nos hace olvidar que existen otros mundos más allá del nuestro, en los que tales asuntos pertenecen a cuentos jocosos, hasta de humor negro, por decirlo de alguna manera. Y es cuando le explico que mi salario, el de una profesional, no me alcanza para pagar un taxi todos los días. Y así me paso el tiempo en la parada, trato de no desesperar, aunque a veces es imposible.

Al final logro llegar, pero para entonces ya me parece que el día avanzó, mi cansancio es suficiente como para querer olvidar la travesía, llevo a mi niña al círculo y me dirijo a mi centro de trabajo. Por costumbre hago que mi día sea alegre y, por supuesto, productivo, olvido la horrenda mañana y me dedico a leer, escribir o cualquier otro asunto de la oficina… Ya sentada, cómoda, me convenzo a mí misma de que la jornada siguiente tendré más suerte y me preparo para otro día más…

Alguien me llama de la oficina y me anuncia que ya el transporte está listo para el recorrido otra vez. Me siento dichosa, vuelvo a olvidar los recientes días de martirio y al viajar en “mi guagua” miro con lástima y solidaridad a todas esas personas en las paradas atestadas, donde parece que nunca saldrán de allí… Una y otra vez me pregunto si la situación cambiará alguna vez. Quiero pensar que sí, en que al menos mi hija lo verá.

¿Seré conformista o demasiado positivista? Bueno, dicen que la esperanza es lo último que se pierde…

Travesía mañanera en La Habana…

Written by Havana Times

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