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#ENTREVISTA – ‘¿Quién los juzga a ellos?’

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La activista Doraisa Correoso Pozo junto a su esposo. (B. GONZÁLEZ ARENAS)

Doraisa Correoso Pozo nació en Santiago de Cuba el 11 de abril de 1969. Cuando tenía cinco años, ella y sus hermanos fueron testigos del asesinato de su madre, Ladis Luisa Pozo, apuñalada por un hombre que pretendía estar enamorado de ella. Fue cuidada especialmente por su padre, Salvador Correoso Martínez, con quien vivió tres años en el camión en el cual él trabajaba.

A los 16 años, Doraisa fue víctima de una violación que tuvo como consecuencia el nacimiento de su único hijo, Frank Odelvis Deroncelé Correoso, en 1985.

En 1994 intentó salir del país con su hijo. Su hermano menor, Andrés Noel Correoso Pozo, quien también pretendía emigrar, fue llevado a prisión por dos años y terminó cumpliendo ocho. Todo ese tiempo, cuenta Doraisa, estuvo reclamando justicia para él.

En 1996 se unió a la organización Seguidores de Chibás, que más tarde se llamaría Partido del Pueblo, y comenzó una vida de intensa militancia en la oposición y la movilización políticas.

Firmó en el año 2000 el Proyecto Varela y fue más tarde Dama de Apoyo de las Damas de Blanco. Usualmente asistía a apoyar a Laura Pollán en La Habana, pero el 16 de julio de 2011 decidieron dirigir su marcha a El Cobre, lideradas por Belkis Cantillo Ramírez, entonces representante del grupo femenino en Santiago de Cuba.

Allí las esperaba la Seguridad del Estado con individuos movilizados para atacarlas. Belkis Cantillo fue apuñalada en un brazo y a Doraisa una camioneta le golpeó y la tiró al suelo. Esa golpiza la obligó a pasar varios días ingresada en el Hospital Provincial Saturnino Lora.

El pasado 10 de febrero de 2016, Doraisa Correoso estaba muy cerca de su casa, frente a la Tercera Unidad, o Motorizada, cita en Calle Cuarta entre Aguilera y Enramada. Reclamaba la libertad de Lisandra Rivera Rodríguez cuando un grupo de policías —o militares vestidos como tal— salió de la dependencia y golpeó de modo brutal a los 11 opositores allí presentes. Entre ellos estaba Enrique Figuerola, quien sufrió una fractura de mandíbula.

“Me dijeron que a Lisandra se la había llevado la policía y estaba detenida en la Tercera Unidad. Avisé a otra hermana mía, le avise a Enrique y fuimos todos para la Tercera con Damarys Rodríguez Ramos, la madre de Lisandra”.

“En Santiago es así, cuando alguien está detenido o en problemas todos vamos a apoyar, sin importar la organización a que pertenece. Pedíamos su liberación de manera pacífica, porque eso es lo que somos, luchadores pacíficos. De un momento a otro, no sé por qué razón, una pandilla de oficiales de la policía política salió y nos han dado una paliza que eso fue terrible. Los agentes Julio y Richard, que son nombres falsos, estaban al frente de la operación.

¿Vestidos de civil?

No, vestidos de uniforme policial, azul.

¿Eso fue afuera de la unidad?

En la calle, frente a la Tercera Unidad.

¿A ti te dieron hombres?

Hombres, allí no salió ninguna mujer a dar golpes, todos fueron hombres. Y fuertes, grandes, bien corpulentos. Además, parece que los golpes que daban eran con técnica, porque no eran golpes simples. A mí me han dado demasiado, yo sé lo que es un golpe.

Hubo un momento en que perdí la noción de tiempo y espacio, no perdí el conocimiento, sino que me dije: “Si yo estaba aquí, como voy a estar ahora en un calabozo”.

Todavía no sé, en el cerebro no me cabe cómo si yo estaba en la calle pasé para el calabozo. Todavía no asocio cómo sucedió.

O sea, los golpes que te dieron en la cabeza, ¿tú no sabes?

Yo no sé cómo pasó. Te digo que sé que me dolía el brazo. Cuando estaba sentada en el calabozo con Damarys y Mercedes Hechavarría, la esposa de Enrique Figuerola, Mercedes me dice: “Oye Lalo (a mí me dicen Lalo) tienes el hombro caído”. Y le digo que no me toque y que no nos pronunciemos para que no se enteren de que tengo dolor. Me aguanto el brazo hasta que les dio la gana a ellos de soltarnos con una multa de 500 pesos por escándalo público… Escándalo público nosotros, ¿y a ellos, quién los juzga?

Fui al Hospital Provincial y allí estaban ellos también. Les dije: “Quiero el certificado de lesiones para acusarlos”. No me lo querían dar. Volví al otro día. Al otro día sí me atendieron, me enyesaron.

¿Te hicieron radiografías?

¿Radiografías? En Cuba no hay radiografías para los opositores.

O sea, que la persona dictaminó que tú tenías una fractura y te enyesó el brazo.

No, no es fractura. Es en los ligamentos. Tenía contusiones en los brazos. Fui a verme con el neurocirujano porque los dolores de cabeza no se me quitaban. Por gusto. Fui para mi casa.

¿Te dieron un papel que hablaba de los daños que te hicieron?

El del brazo sí. Yo fui hasta ortopedia y el médico de ese turno sí me lo dio. Él es de apellido Carrión.

Entonces finalmente un ortopédico dictamina las lesiones de tu brazo, no las de la cabeza. ¿No te hacen radiografías, ni tomografía, ni nada?

No. El 24 de febrero fui con mi esposo a cambiarme el yeso. Tratando de evitar la lesión que tengo ahora, que son quemaduras por fricción del mismo yeso.

Al Saturnino Lora, igual.

Sí. Ya me tenía las escaras hechas, me lo volvieron a poner. Y cuando llego al neuro, toco la puerta y me topo con la misma doctora de la vez anterior, que se llama Yolanda, pero no me sé el apellido. Me dice: “Esta es la tercera vez que te voy a atender. ¿Todavía no te han hecho una radiografía?”.

Le respondí que no y ella llamó por teléfono no sé a quién, si fue al director del hospital o a quién. Le dio a mi esposo un papelito para ir al sótano.

Allí en el sótano me estaban boicoteando los técnicos de rayos X. Les dije que si no me hacían la radiografía iba para la dirección. Mi esposo me dijo: “Espérate, Doraisa, no camines más”. Subió, habló con la doctora Yolanda, ella llamó y preguntó qué estaba pasando. Es entonces que me hacen la radiografía. Mi esposo la recoge, y le digo: “Déjame ver la radiografía”, cuando me la da, veo que tiene una tumoración oscura con grietas y digo “no puede ser, esa no puede ser mi cabeza”, pienso que se habrán confundido ellos y voy para el salón de nuevo.

Entonces me responden que yo soy la única persona que se ha hecho radiografías. Cuando le enseñamos la placa a la doctora, ella empieza a llamar a unos cuantos médicos y me dice: “Tú de aquí no te vas”.

“Cómo que no me voy —le respondo yo—, si esta no es mi casa”. Entonces ella me dice que tengo que ingresar. Yo no había ido preparada para ingresar, sino solamente a verme el yeso. La doctora insistió que tenía que quedarme, llamó a dos policías, bajó el director, porque no podía irme.

No me dijeron qué pasaba, algo estaba mal y no podía irme. Me ingresaron en el quinto piso cama 29, en Neurocirugía. El neuro que me atendió se llama Fernando Tasé. Me quedé allí seis días. Yo no tomo agua ni como nada del hospital. Todo tiene que ser de mi casa.

¿Qué te hicieron durante esos seis días?

Me pusieron muchos sueros. Me pasaron por el somatón, la vista, me hicieron otra placa.

¿Aquella radiografía que te hicieron el primer día sí te la quedaste tú?

No, nunca me han dado ninguna radiografía. Al médico, Fernando Tasé, le he pedido la radiografía dos y tres veces, porque sigo atendiéndome con él. Lo que me manda es ponerme sueros de vitaminas mensualmente o cada quince días. Yo le digo que quiero mi placa y me dice que no me la pueden dar, que mi placa es para estudio. Ya yo digo que ahí está la mano de la Seguridad y que por eso no me quieren dar la radiografía.

¿Y te hicieron una tomografía y no te quisieron dar los resultados?

No.

Y no te dicen qué estás padeciendo. Te dicen lo que tienes que hacer y te ponen tratamiento.

“No puedes coger sol, no puedes incomodarte, tienes que hacer reposo físico, no puedes estresarte”. ¡Pero si yo vivo en un estrés completo todo el tiempo!

Entonces estuviste seis días, entre finales de febrero y comienzos de marzo, ingresada, con un diagnóstico y un tratamiento que desconoces.

Así mismo. En esos seis días yo no podía ni pararme de la cama. Cuando iba al baño confundía la puerta con la del closet. No me dejaban pararme sola ni salir de mi cama, tenía que estar todo el tiempo acostada allí. Con los sueros. Sí tuve una atención médica que no te voy a engañar, muy buena. Los médicos todo el tiempo encima de mí.

La placa no me engañó. Yo sé que mi cabeza no estaba nada bien. Estuve allí hasta que me dieron el alta. Fui a mi casa y sigo atendiéndome en consulta con el médico Fernando Tasé.

¿De la cabeza te has seguido sintiendo mal?

Sí.

¿Qué medicamentos estás consumiendo? ¿Esas inyecciones de vitaminas?

Me ponen en un suero cualquier cantidad de vitaminas, que ponen el suero rojo que parece sangre, a gotear ahí hasta que se consume.

¿Y cuál es la situación del brazo?

Tengo una lesión en el brazo que me impide enderezarlo, aquí tengo el certificado que me han dado. Además el yeso me provocó quemaduras.

¿Pero la mano sí está bien?

Sí, la mano sí está bien. Pero el brazo no, mira.

No lo muevas, no hace falta.

No, para que veas. El brazo baja hasta aquí, ves, no baja más. Hasta ahí ya, el brazo no da más. La afección es en los ligamentos.

¿Tú familia te ha apoyado?

A mí mi padre me idolatra, él es mi ídolo, porque fue quien me enseñó a luchar. Él vive conmigo porque ya tiene 75 años y yo soy quien lo cuida. Mi esposo está todo el tiempo conmigo y cuando salgo a la calle lo hago acompañada por él o por mi nieto, porque tengo temor de que el mayor Castillo me coja por la vía y me vuelva a dar otra paliza.

Publicado originalmente en Diario de Cuba

Written by John Márquez

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