Recientes estudios revelan que, en el lapso de unos 35 años, Cuba puede convertirse en una nación demográficamente agonizante. Pues si bien desde fines de los años 70 la reposición de la fuerza de trabajo se ve limitada por el número de hijos nacidos en cada familia, el incremento de la migración de jóvenes y personal calificado, sumado al envejecimiento de quienes permanecen en el país, se combina en un ‘cóctel’ nefasto.
Tamaño desafío debería ser asumido, por los dirigentes cubanos, como una amenaza a la seguridad nacional mayor que Estados Unidos y la acosada oposición interna. A menos que pretendan gobernar, como el rey del El Principito, sobre un pedazo de tierra deshabitado que, para colmo, se reduce por efecto del calentamiento global. Sin embargo, los planes aprobados en el VII Congreso del Partido único, con regusto a viejo estalinismo y apuntando al 2030 como horizonte de desarrollo, dan pena ajena.
Lo que hoy se juega en Cuba no es ya la sobrevivencia de un proyecto ideológico o un tipo de régimen específico, sino la existencia misma de una sociedad…
Sin una estrategia eficaz, audaz y seductora, capaz de convocar a la población emigrada y dar garantías a la naciente empresa privada y los inversores extranjeros, el futuro de la nación se ve en grave riesgo. Dejo esta vez por fuera mi convencimiento informado de que la democracia provee, a la vez, mejores condiciones para armonizar la prosperidad, la justicia y la libertad. Lo que hoy se juega en Cuba no es ya la sobrevivencia de un proyecto ideológico o un tipo de régimen específico, sino la existencia misma de una sociedad, cultura e instituciones fincadas en un territorio nodriza y con fluidos intercambios con sus extensiones trasnacionales.
Cuba no es Singapur
Cuba no es Singapur, donde el estímulo al emprendimiento y la solidez de un sistema legal apostaron, en tres décadas, la vertiginosa transformación de aldeas de pescadores en una metrópolis futurista. La élite habanera sigue premiando la lealtad por delante del desempeño; sigue evaluando la iniciativa de cuadros y ciudadanos como amenaza a su mediocre dominio en los terrenos político y económico. La actual repatriación de emigrados y capitales puede ampliar los hostales y paladares de Miramar, pero no resuelve (al contrario, presiona) la crisis de una producción y mano de obra declinantes.
“Después de mí, el diluvio”, parecen decir los ancianos que mandan en La Habana. Ni siquiera queda claro qué país piensan legar a sus sucesores; salvo que éstos planifiquen migrar, con vástagos y fortunas, a la Riviera Maya o las islas Canarias. No me extrañaría. A fin de cuentas, pillos y piratas fueron parte fundante de esta nación que hoy languidece y escapa, ante la irresponsabilidad de sus (des)gobernantes.
Por Armando Chaguaceda / La Razón
Es una clara vicion del panorama cubano siento tanto que mi país se esté convirtiendo en nada sus gobernantes opresores que solo usan él catalejo de buena fe pueden ver a Marte la luna Saturno pero el dedo meñique de sus pies no lo ven lo siento mucho