La debacle económica creada por el gobierno de Nicolás Maduro es de tal magnitud, que rebasa las fronteras de Venezuela y lesiona seriamente al llamado Socialismo del siglo XXI.
Diariamente, las redes sociales dan cuenta de todos los desmanes que ocurren en el hermano país. Y para complicar aún más la crítica situación del gobierno, la reciente reunión de la OEA ha dado una estocada a fondo al régimen bolivariano, a pesar de que sus dirigentes hayan proclamado a gritos una victoria en la que ni ellos mismos creen. Tan grave fue el resultado, que de inmediato Maduro y Delcy Rodríguez volaron a Cuba, y no se necesita mucha inteligencia para suponer que necesitaban intercambiar opiniones y recibir consejos de los viejos monarcas.
¿Por qué ha sido una verdadera victoria para la oposición si no se llegó a un acuerdo sobre las acciones que tomará la OEA? En primer término, debemos considerar que el gobierno venezolano trató a toda costa de reclutar adeptos entre los representantes de los países que forman parte de dicha organización, lo cual indica la importancia que ellos atribuían a esa reunión. Esta primera escaramuza la pierden cuando mayoritariamente la asamblea pide que el informe sobre la situación venezolana sea leído.
Un segundo fracaso fue la lectura del mismo, por dos razones fundamentales. Una es la relación detallada de todas las calamidades en que está sumido el pueblo y la ruina en que han convertido a uno de los países más ricos de la región debe haber provocado vergüenza ajena en todos los parlamentarios, mucho más en quienes vendieron por un plato de lentejas los restos de su dignidad, solidarizándose con una dictadura que siembra el dolor y la muerte en el pueblo.
La otra es la derrota mayúscula que ha sido para los seguidores del Socialismo del siglo XXI, por la demostración evidente e incontrastable del fracaso de una ideología que solo trae desgracias para el país donde se instala; porque sus dirigentes quieren eternizarse en el poder estableciendo una monarquía que reprime a todo el que tenga una opinión diferente, viola los derechos humanos y convierte a la corrupción en una especie de ídolo al que sus dirigentes le rinden el más ferviente de los cultos, sumiendo al pueblo en la escasez de todos los productos básicos necesarios para una existencia digna.
Inútiles fueron las consabidas ofensas de Delcy Rodríguez en un discurso plagado de ofensas, aprendido de memoria en la escuela de una de las dictaduras más antiguas del mundo; discurso en el que no podía faltar la impugnación de la culpa del desastre al imperialismo norteamericano, el cual, si algún día desapareciese, provocaría el llanto incontrolable de todos los dirigentes socialistas, porque no tendrían a quién culpar de todas sus burradas.
Este descalabro en la OEA lo hubieran evitado retirándose de dicha organización cuando escucharon los primeros truenos; pero la prepotencia, unida al déficit intelectual de Maduro los llevó a suponer que obtendrían el apoyo de la mayoría abrumadora de los Estados americanos, sin darse cuenta que los tiempos han cambiado y los pueblos de nuestro hemisferio comienzan a darse cuenta que les vendieron un sueño que se convirtió en una horrible pesadilla.
Ahora la situación es tan grave que el Socialismo del siglo XXI se encuentra en una encrucijada mortal. Si el gobierno de Maduro cae mediante un referendo revocatorio, jamás volverá la sombra del socialista a surgir en Venezuela; si el gobierno se opone al referendo, el final será apocalíptico y las consecuencias políticas e ideológicas para el socialismo serán desastrosas, lo mismo que si se les ocurre dar un autogolpe de Estado.
Evidentemente, Nicolás Maduro puede pasar a la historia como el sepulturero del socialismo en América Latina. La única salida inteligente, para aquellos socialistas que comprenden esto, es unirse a la oposición, para que se realice el referendo lo antes posible y bajarse a tiempo de un ómnibus cuyo chofer enajenado ha perdido los frenos, bajando a toda velocidad desde la cumbre de Los Andes.
Fuente: Cubanet
