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#OPINIÓN “Cuba no es como quisiéramos” por Osmel Ramírez Álvarez

Varias personas conversan junto a un retrato del Che Guevara en La Habana (foto: EFE)
Varias personas conversan junto a un retrato del Che Guevara en La Habana (foto: EFE)
Varias personas conversan junto a un retrato del Che Guevara en La Habana (foto: EFE)
Varias personas conversan junto a un retrato del Che Guevara en La Habana (foto: EFE)

Por: Osmel Ramírez Álvarez/Havana Times Para construir una sociedad más justa, inevitablemente hay que “dar la pelea”. No será violenta como se pensó en el pasado, por el contrario, debe ser pacífica y cívica como aconsejó Gandhi y terminó empleando Mandela.

Ya no se trata del socialismo por un lado y del capitalismo por el otro, odiándose mutuamente, queriéndose destruir. Se trata de tomar lo bueno que ha hecho cada cual y buscar el equilibrio social que produzca la paz, la gobernabilidad y la justicia que necesitamos en este mundo cada vez más globalizado y necesitado de buen juicio.

Parece un sueño inalcanzable, pero es posible sin que haya que inventar nada nuevo. Todo está ahí mismo, al alcance de nuestras narices, pero no lo vemos por fanatismo, por costumbre de ir a los extremos y de observar el mundo en blanco y negro. En China ya tienen socialismo de mercado y ¡cuánto han mejorado!; ¿qué pasaría si tuvieran socialismo democrático y de mercado? Con seguridad el éxito sería más completo.

Pero no nos dejemos engañar por la euforia: si con el nivel de economía de mercado que tiene China se implementa un modelo democrático estilo USA (es decir de esencia plutocrático), entonces el remedio sería peor que la enfermedad. Semejante modelo solo puede parecer (y hasta llegar a ser) complemento justo y funcional del mercado en potencias aglutinadoras de empresas transnacionales que multiplican capitales fruto de su irradiación hacia otros países, donde aprovechan las riquezas gracias a su liderazgo tecnológico, financiero y cultural.

China está camino a ser un gran líder en esos aspectos, pero con sus más de mil 200 millones de habitantes se comporta en este tema igual que un país del tercer mundo.

Donde no hay democracia no hay verdadero socialismo; donde no hay equidad real no hay socialismo; donde no se logra el desarrollo no hay socialismo; donde no hay justicia social sostenible no hay socialismo. Socialismo no es repartir pobreza ni monopartidismo ni dictadura izquierdista.Lo que necesitan es una democracia en la que el interés del capital no se sobreponga a los intereses de la mayoría. Y no es imposible de lograr.

Ahí está la tarea más importante de la sociedad más justa que necesitamos construir, del socialismo realmente “real”, diría yo: no destruir la democracia ni tampoco el capital, sino evitar que este corrompa a la democracia. Claro que sin restarle relevancia al propósito de lograr mayor justicia social y equidad. Una cosa está indisolublemente ligada a la otra. Desde esta óptica considero que en Dinamarca, por citar tal vez el mejor ejemplo, hay mucho más socialismo que en Cuba.

Socialismo es crear riquezas y repartirlas con la mayor equidad posible, lo cual no significa que sea a todos por igual. No es destruir el capital, es evitar su dictadura, incluso aquella que se esconde tras la democracia del dinero y que tiene seducidos a muchos buenos cubanos; (igual que un día se dejaron seducir por el sueño comunista del marxismo-leninismo).

Tomemos a Cuba como ejemplo: tenemos una dictadura socialista ortodoxa renuente al cambio real hasta en el tema económico. Lo político ni hablar, es un santuario que protegen con su vida. Querer destruir su poder totalmente, ¡barrerlos!, es una lucha que han perdido varias generaciones de disidentes y casi 15 administraciones estadounidenses. Es la visión que ha imperado.

Solo es posible dando un golpe nuclear en la Isla, porque una guerra convencional sería duradera o si el pueblo se lanzara a la calle en masa, paralizara el país y se volviera un caos insostenible para ellos. El primero es impensable sin merecer comentarios y el segundo, casi imposible debido al control social y ausencia de liderazgo con propuestas atractivas para el pueblo.

Si queremos tener éxito en “empujar” hacia un cambio favorable para todos, primero debemos aprender a entender nuestra realidad. Cuba no es como quisiéramos, es como es; la revolución pasó por Cuba y está ahí todavía; el socialismo radical pasó por Cuba y también está ahí. Nuestro pueblo no ha podido escapar a esa influencia, máxime si ha vivido mayoritariamente bajo esta realidad, trocando sueños y esperanzas por decepción y desesperación, pero con sentimientos encontrados entre lo que quiere conquistar y lo que no quiere perder.

No es difícil notar que el gobierno de Cuba está fuerte, tiene su institucionalidad aparentemente legal y el reconocimiento de casi todos los países del mundo. Su punto de apoyo no es el pueblo, porque no dependen de nuestro voto. Dependen muchísimo más del apoyo y reconocimiento internacional. Nadie puede sobrevivir sin ello en este mundo globalizado. Es por eso que gastan tantos recursos en política exterior.

Written by John Márquez

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