Walter Marreno Velázquez, uno de los 24 balseros del faro, contó cómo fue su experiencia en la travesía de escapar de Cuba por mar hasta los Estados Unidos. Su sueño fue truncado por la guardia costera, a quienes intentaron evadir subiendo al faro American Shoal, pero no tuvieron éxito.
Hoy se encuentra en Las Tunas, triste, desilusionado y sin esperanzas. Pensó que la última vez que vería la Isla seria aquella mañana del 20 mayo cuando a bordo de una endeble embarcación partió hacia la libertad con otros 23 de sus compatriotas.
Marreno fue repatriado junto a otros tres cubanos el pasado 30 de junio. Primero estuvo en La Habana, luego el 4 de julio, fue trasladado hacia la cabecera de Las Tunas, donde por falta de combustible tardó dos horas en llegar a Puerto Padre.
Cuenta como fue el recibimiento por parte de las autoridades cubanas. “Querían sacarnos información”, dijo el balsero, ya que le preguntaban en reiteradas ocasiones de dónde sacaron el motor para la balsa. “tuve que firmar una declaración pero no recibí una carta de advertencia”.
Hambre en el Escampavías
Sobre la cubierta de un “buque madre”, llegó a contar hasta 160 cubanos interceptados en el mar que serían devueltos a la Isla.
“La cantidad de comida que nos daban era muy reducida, como para un bebé de seis meses”, se queja. “Bajé 15 libras durante los días que pasé allí”, asegura.
El joven, de 28 años, sostiene que cuando protestaban por la escasa ración les empujaban y esposaban. La algarabía del grupo no se hacía esperar en esos casos, pero de poco servía, recuerda. Situaciones como esas los llevaron a escribir una carta colectiva que lanzaron al mar en una botella, cual náufragos desesperados.
“Llevamos 37 días durmiendo en el piso, la comida es de perro, nos maltratan hasta la violencia y ya tenemos compañeros mal de la cabeza, esto es el infierno”, explicaba la misiva de dos páginas escrita a mano. La botella fue encontrada por un pescador, quien ni siquiera hablaba español y que la entregó a las autoridades. Incomunicados, sin posibilidades de contactar con abogados, aquel papel fue la única posibilidad de los balseros de narrar lo que vivían.
El mensaje de S.O.S logró que se revaluara el caso y se les diera la posibilidad de viajar hacia la Base Naval de Guantánamo, un área administrada por Estados Unidos en el oriente de Cuba. Sin embargo, el joven tunero prefirió no acogerse a esa posibilidad.
“En la entrevista que nos hizo el cónsul a cada uno, el primer papel que debíamos firmar decía que, si pedíamos ir a Guantánamo como refugiados, sería para después terminar en un tercer país”. El balsero asegura que le aclararon que con esa opción perdía el derecho a entrar a Estados Unidos. “Decidí venir para Cuba porque es muy posible que lo intente de nuevo”, dice con determinación.
Con información de 14yMedio