La admisión de púgiles profesionales a partir de la presente Olimpiada abre un antes y un después para nuestro boxeo, el más medallista en la historia de los Juegos, no por gusto reconocido como la nave insignia de la armada cubana en delegaciones internacionales de máxima categoría.
La fructífera actuación de los púgiles criollos, desde su estreno olímpico en Roma en 1960 hasta el presente, suma una impresionante cantidad de medallas, principalmente de oro, no igualada por algún otro país.
Cuando en el estreno bajo los cinco aros en Roma 1960 el peso ligero Esteban Aguilera, único miembro de aquella escuadra, cedía ante el mediocre irlandés O’Brian muy pocos tal vez soñaron con lo que vendría después. La joven Revolución recién llegaba al poder.
A partir de las primeras medallas de plata ganadas en México 68 por Enrique Regüeiferos y Rolando Garbey vendría en lo sucesivo la lluvia de los metales.
En los Juegos de Múnich 1972 llegaron las primeras en los guantes del zurdo de Juanelo, Orlando Martínez, de los 54 kilos, a las que seguirían en ese propio escenario las de Emilio Correa en los 67 y Teófilo Stevenson en más de 81.
Entre México 68 y Londres 2012 los cubanos llevaron a sus vitrinas un total de 34 medallas de oro, 19 de plata y 14 de bronce, las que a continuación desglosamos por divisiones con sus respectivos dueños.
Lo hecho por nuestro boxeo en las Olimpiadas queda recogido con letras de oro para la posteridad. Lo que falta por venir no lo puede pronosticar ni el mago Chili Chala ni con la mismísima bola de cristal. Los tiempos cambian, ya se ha reiterado. ¡Quién iba a imaginar años atrás que los sueños del barón Pierre de Coubertin iban a quedar hecho trizas con esta novedad de que atletas profesionales y aficionados intercambien golpes bajo la bandera de los cinco aros olímpicos! Mejor esperar que vaticinar.