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Más deportaciones y un éxodo que no termina

Cubanos deportados desde Colombia
Cubanos deportados desde Colombia / Foto: Cortesía
Los cubanos llegaron en dos buses, resguardados por personal de la Policía Nacional, a las audiencias de deportación.
Los cubanos llegaron en dos buses, resguardados por personal de la Policía Nacional, a las audiencias de deportación. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Con el cierre de la frontera panameña —una vez que el gobierno de este país solucionó la crisis de su territorio— la travesía de los migrantes por Centroamérica hasta llegar a Estados Unidos se vio gravemente afectada.

Por un lado se empezaron a acumular cientos de cubanos, haitianos, africanos y hasta asiáticos, que normalmente cruzaban fronteras ascendiendo rumbo al norte para lograr su objetivo, aun cuando esto presupone el riesgo de perder sus propias vidas; por otra parte, algunos deciden atravesar la peligrosa selva guiados por coyotes, a pesar de la vigilancia extrema de las fronteras por parte de los agentes de migración.

En Turbo, pequeña localidad colombiana de la subregión de Urabá en el departamento de Antioquia, cerca de la frontera con Panamá, se desató otro conflicto migratorio, devenido en crisis humanitaria, tras la llegada de más de dos mil cubanos, los que en su mayoría determinaron quedarse en la espera de una posible solución.

Desde la reunión que tuvo lugar en Bogotá, a mediados de julio, la ministra de Relaciones Exteriores María Ángela Holguín sostuvo con firmeza la medida de la deportación, decisión que ya fue ratificada por el presidente de Colombia Juan Manuel Santos; lo que es ya una realidad, por cuanto se ha comenzado el proceso de deportación y ya han llegado a La Habana los primeros cubanos.

Esta disposición radical, junto a las medidas que ya habían asumido los gobiernos de Panamá y Costa Rica, hacen realmente imposible una salida adecuada para los migrantes cubanos hacia los Estados Unidos como vía de escape ante su difícil situación.

Estos días transcurren en Turbo con manifestaciones de protesta por parte no solo de cubanos, sino de colombianos que apoyan la causa de sus hermanos, siendo  las oficinas de inmigración el punto de concentración para las protestas por las medidas adoptadas por el gobierno, además de la salida masiva de cubanos hacia las temibles selvas del Darién.

No obstante, los cubanos son capaces de asumir cualquier peligro por tal de poder continuar un éxodo que los alejará de las garras del comunismo. Todo menos su retorno a Ecuador, el país del cual procede la mayoría, y en el que recientemente sus coterráneos fueron golpeados, desalojados, detenidos y deportados a Cuba, su país de origen, en el que tiene lugar en este momento la más despiadada represión.

Cuando pasen los años algunos pondrán en duda la veracidad de estos sucesos que son parte de la historia del continente, pero de manera particular de los migrantes y del exilio cubano. Lo que han narrado algunos sobre asaltos, estafas, chantajes, amenazas, agresiones, violaciones, asesinatos y muertes, es una realidad que han tenido que enfrentar centenares de hombres, los que, en su intento de alcanzar su objetivo lo han asumido como parte de su destino.

Llamarles irresponsables, oportunistas, delincuentes, fracasados, entre otros tantos calificativos que con frecuencia le dan sus propios compatriotas, ya sea los que se quedaron en la isla o los que se encuentran ya en el exilio, es una injusticia. Esa fue su determinación, y debe ser respetada.

Las migraciones humanas son un fenómeno universal que la historia ha reportado a través de los siglos, y cuando son encausadas como protesta contra un régimen, constituyen un método de no-cooperación social, que es el caso de los cubanos que han salido del país por motivos puramente políticos a diferencia de otros migrantes que son afectados por el hambre, las guerras o las epidemias.

La emigración como forma de protesta es, pues, lo que ha estado ocurriendo en el actual contexto histórico cubano. Si tenían que haber protestado o no en su suelo patrio, si se tenía que haber asumido la lucha contra la dictadura en vez de emigrar, o si acaso resistir estoicamente a pesar de la represión es lo que en realidad se debe hacer, no somos quienes para juzgarles.

Cada cual ha asumido su responsabilidad, y los migrantes lo hacemos con dignidad, aun cuando conocemos que ser un emigrante significa estar discriminado, algo con lo que cargamos para el resto de la vida.

Las actitudes de aquellos gobiernos que se han pronunciado en contra del fenómeno migratorio cubano, de manera particular el gobierno ecuatoriano que dirige Rafael Correa —que recientemente cometió actos que no están en correspondencia con estos tiempos, ni con aquellos principios que tanto proclama su “famosa cancillería” —, y ahora el gobierno colombiano que encabeza Juan Manuel Santos, quedarán también para la historia como ejemplos de violaciones a la libertad del hombre y a su derecho de elegir dónde quiere vivir; pero ante todo, por haberse solidarizado con la peor dictadura del continente americano.

No culpen más al gobierno de Estados Unidos con su política migratoria —que sin duda favorece a los cubanos— como elemento que incentiva la migración desde la isla. Si los cubanos encontraran aquello que todos necesitamos y que constituye el ideal anhelado, aquella libertad de la que ya poco se sabe ante la imposición de su contrapartida por más de medio siglo, habría migraciones esporádicas como fenómeno inevitable de todas las naciones; pero no éxodos masivos capaces de originar crisis en otros territorios.

En las múltiples conferencias, reuniones y convenciones donde se aborda el tema migratorio como conflicto continental, debe tratarse el verdadero origen de todo conflicto migratorio cubano, y no dispersarse en las hipócritas declaraciones de la cancillería de la isla respecto a la idea de que los migrantes se conviertan en víctimas de traficantes y de bandas regionales; se sabe que esto no es motivo de preocupación para los gobernantes cubanos.

Basta de los continuos ataques a la Ley de Ajuste Cubano, a la política de “pies secos, pies mojados” y al Programa de Parole para profesionales médicos cubanos, como posibles desencadenantes del fenómeno migratorio.

Cuando narremos la verdadera historia de Cuba correspondiente a este difícil momento, los sucesos relacionados con el tema migratorio ocuparán su justo lugar. El sufrimiento, la frustración, el aislamiento, la incomprensión y las múltiples muertes de aquellos  que emprendieron viajes a través de las selvas centroamericanas, tienen sus verdaderos culpables.

En primer lugar la dictadura comunista cubana, de manera particular su líder, el despiadado y cruel Dr. Fidel Castro y su hermano, el actual presidente, y junto a ellos, aquellos que pudieron haber hecho algo en pos del bien, pero prefirieron ser aliados de la maldad, especialmente Daniel Ortega y Rafael Correa —gobernantes corruptos de líneas izquierdistas— y Juan Manuel Santos, quien a pesar de su postura política, nos ha sorprendido con su insólita respuesta.

Publicado originalmente en Cubanet 

Written by CubaNet

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