A pocos días de iniciada la temporada vacacional en Cuba, y luego de que voceros institucionales aseguraran que todo estaba óptimamente dispuesto para que los cubanos disfrutaran de un “merecido descanso”, aderezado con variedad de ofertas recreacionales, fue anunciada una drástica reducción de las cuotas de combustible debido a la crisis energética que enfrenta el país.
Mientras el sector estatal se impone programas draconianos para disminuir el consumo de energía eléctrica en un 50 por ciento, la escasez de petróleo ha tenido un impacto muy negativo en el transporte urbano. La baja frecuencia con que circulan los ruteros, autobuses o taxis privados; el aumento de los precios; la indisciplina ciudadana y la constante temperatura de 35 grados que caldea los ánimos más apacibles, generan una dinámica diaria que se ha tornado insoportable para los cubanos.
A toda hora hay concentraciones de personas que esperan largamente la llegada de su ruta. Los taxis no dan abasto entre la persecución de los inspectores, el temor a las denuncias anónimas —que pueden o no ser justas—, el flujo creciente de pasajeros y la imposibilidad de adquirir combustible. Según funcionarios del transporte público, todo está bien y la política de ahorro se debe a la necesidad de garantizar reservas para cuando inicie el curso escolar.
“… En septiembre todo va a mejorar”, comentó triunfalmente un inspector. Lo cierto es que el transporte en la capital se comporta pésimo durante todo el año. Pero desde que comenzó la cacería de brujas con los choferes de taxis privados, la situación ha empeorado de modo significativo.
Mientras tanto, los cubanos deben pensarlo diez veces antes de decidirse a salir de casa. Por mucho que quieran lanzarse en busca de las cacareadas ofertas recreativas, la promesa de horas de espera bajo un sol despiadado sin ver aparecer un transporte, anula la voluntad de los más atrevidos.
Fuente: Cubanet