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La nueva sensación en Cuba, El “polski”

Para los amanetes de los autos

El mayor tesoro de Ramsés Fernández es casi del tamaño de un refrigerador, con un espacio similar al que hay entre los asientos de un vuelo en clase económica y una potencia un poco mayor a la de una podadora.
“Ese es mi segundo bebé”, dijo Fernández, mientras sonríe orgulloso al auto fabricado hace 39 años y que él compró casi al mismo tiempo que nacía su hijo de 10 meses. “Mi mujer dice que el carro es mi hijo”.
Un humilde auto polaco de dos cilindros y puerta trasera, el Fiat 126p fue olvidado por la mayoría de la gente después de la caída del muro de Berlín. Décadas después, este carro cariñosamente conocido en la isla como Polski, vive una nueva época en Cuba.
Ante los recortes del crudo subsidiado de Venezuela, la gente se queja de la falta de autobuses y taxis en las calles. El salario medio es de cerca de 25 dólares al mes, y el precio de los autos — controlado por el gobierno — y la gasolina están entre los más altos del mundo.
Con apenas 24 caballos de potencia, dependiendo de qué tanto haya sido alterado el auto, el Polski pesa una media tonelada y ofrece a las familias la posibilidad de moverse de forma independiente por unos pocos miles de dólares, una suma que pueden alcanzar quienes logran ahorrar algún dinero por tener algún empleo privado o familias que envían remesas desde el extranjero.
Y así, los mecánicos autodidactas que han logrado mantener operativos los autos clásicos estadounidenses durante décadas, ahora usan su talento en estos pequeños artefactos de la Guerra Fría, que equipan con suspensiones más fuertes, motores más potentes e incluso sistemas de sonido de alta potencia y nueva tapicería.
“2016 ha sido el año del Fiat 126p”, aseguró Hendy Coba, presidente de Amigos del Motor, un club de propietarios de autos en La Habana reconocido oficialmente.
Se estima que unos 10.000 Polski están registrados en Cuba, según los aficionados.
Aunque muchos están fuera de servicio, varios miles zumban por las carreteras cubanas, literalmente opacados por los gigantescos autos clásicos estadounidenses de la década de 1950, conocidos como “almendrones”, e incluso por otros como los Ladas y Moscovitas importados de la antigua Unión Soviética.
Fernández, un mecánico, dijo que vendió su motocicleta casi al mismo tiempo que nació su hijo y compró el Polski con las ganancias.
Su Polski está equipado con frenos de disco, llantas nuevas, una caja de velocidades mejorada y un motor casi el doble de potente que el original.
El motor del Polski suele calentarse tanto que muchos de sus dueños en Cuba circulan con la puerta trasera abierta para intentar sacar el aire caliente de la máquina.
La puerta trasera cerrada y la relativa agilidad con que se mueve el auto de Fernández son objeto de constante admiración de otros conductores en los semáforos.
“A la gente le encanta mi carro”, dijo. “Toda la gente dice: ‘¡hey, qué bonito ese carro!”’.
La familia de Raúl Seoane ahorró durante años las remesas que le enviaban parientes desde España y gastó cerca de 2.000 dólares en un Polski rojo usado y fabricado en 1986.
Seoane, un técnico en computación de 32 años, dijo que la familia usa el carro sobre todo para hacer encargos, ir al trabajo y llevar a algunos familiares a citas médicas.
Está sorprendido por el número de turistas que lo paran y le piden que pose con el vehículo familiar.
“Han pasado extranjeros tirando fotos como si nunca lo hubieran visto”, dijo. “El Polski, por ser un carro económico, ha cogido un auge”.

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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