Por estos días la ministra de Educación Ena Elsa Velázquez, , visita las provincias del país para darle seguimiento a los preparativos del próximo año escolar 2016-2017. En las encuentros con los dirigentes provinciales del sector se estudia la cobertura de recursos materiales, el estado estructural de las escuelas, así como cualquier otro tema de interés territorial. Y casi en la totalidad de estas reuniones surge un asunto que les quita el sueño a los directivos del Ministerio de Educación: el notable déficit de maestros y profesores.
Se ha informado, por ejemplo, que en la provincia de Ciego de Ávila se requieren 663 maestros, mientras que en Villa Clara el déficit de educadores ya pasa de los 1.000. Si la carencia es tal en esas regiones, ¿cuáles serán las dimensiones en territorios como La Habana y Matanzas, que históricamente han reportado las mayores faltas de maestros y profesores?
Cualquier impresionado por la propaganda que maneja el régimen castrista podría creer que la falta de maestros se debe a la gran cantidad de centros de estudios que existen en la isla, y que según se dice “han llevado la educación a todos los rincones de la Isla”. No obstante, las cifras indican otro motivo: anualmente abandonan el sector educacional más maestros que los que se gradúan como tales. Volviendo al caso avileño: La última promoción graduó a 269 nuevos maestros, pero al cierre de ese período causaron baja 348 profesionales de la Educación.
En los últimos tiempos las autoridades han tomado algunas medidas en un intento por detener semejante éxodo. Hubo aumentos de salarios —se reconoce que poco significativos ante el costo de la vida y la doble circulación monetaria—, incremento de los días de vacaciones anuales, y se redujo la cantidad de asignaturas a impartir por cada docente.
Entonces, ¿por qué continúa la salida abrumadora de maestros y profesores?, se preguntarían los más desorientados. Habría que comenzar por el ya mencionado salario que no alcanza para vivir decorosamente, continuar con las pésimas condiciones de trabajo con que muchos maestros desempeñan su labor, y llegar hasta los casos en que el Gobierno no ha logrado asegurar un círculo infantil para los hijos de las maestras y profesoras.
Las vicisitudes estarían incompletas si no se hace mención a la extrema rigidez que encuentran los maestros en su cotidianidad ante el exceso de señalamientos y disposiciones que vienen “de arriba”. Los docentes trabajan con planes de estudio que representan auténticas camisas de fuerza que anulan su labor de agente creativo en las aulas. Para colmo, se suma la exigencia de que todos los maestros, más allá de la asignatura que dicten, deberán recibir cursos de Historia de Cuba.
Por supuesto, no se piense en el claro propósito de que los docentes conozcan con nitidez el pasado para que puedan esclarecer cualquier duda de sus estudiantes. Se trata de que estén en condiciones de legitimar el presente después de interpretar (o recibir la interpretación) alineada con los intereses del régimen castrista.
Los que vieron la película Conducta, del director Ernesto Daranas, se llenaron de emoción cuando la maestra Carmela, personificada por la fallecida actriz Alina Rodríguez, exclamó una de las frases más significativas del filme: “El día que yo no decida lo que suceda en mi aula, hasta ese día seré maestra”.
Lo tenemos presente, una cosa es el séptimo arte y otra la vida real. Si eso se cumpliera en relación a los docentes que piensan eso, Cuba se quedaría sin maestros, pues el General-Presidente tiene bien definidas las reglas del juego para el sector educativo. Ningún docente puede decidir lo que suceda en su aula. Esa es una cualidad exclusiva del Ministerio de Educación y las altas esferas del poder.
Con información de diariodecuba.com.