Los años sesenta han sido y son, uno de los tiempos más icónicos, polémicos y renombrados de la historia mundial. Y no por casualidad, en la década del sesenta confluyeron grandes acontecimientos que marcaron una huella imborrable e inmortal, prácticamente en todas las dimensiones del quehacer humano universal.
Cuba no escapó a esta agitada y liberal “movida” humana. A contracorriente de los sucesos y particularidades políticas que confrontaba para la época la Mayor de Las Antillas, los cubanos en poco o en nada se detenían para sentir y vivir a plenitud los encantos que aún le ofrecía aquella sabrosa e iluminada tierra caribeña.
Pero ¿Qué recordar de aquellos inolvidables años sesenta cubanos?
Sería interesante recordar aquellos años en La Habana, la “París de América”, a propósito de un artículo publicado en Cuba Encuentro, intitulado “Una bocanada de aire fresco”, autoría del cubano Eugenio Yáñez.
El autor sin ánimos de entrar en discusiones políticas o económicas de aquella época, hace un ejercicio histórico muy particular, que de seguro, inspirará a otros cubanos a recordar las vivencias de un tiempo inolvidable.
Dentro de estos imborrables momentos que hace el autor cubano, se pueden ubicar y disfrutar los siguientes:
- La Bodeguita del Medio, en La Habana Vieja, que no abría los domingos, y cuando se decía que La Rampa no era una calle en El Vedado, sino un estado de ánimo.
- La esquina de L y 23, cuando todavía no existía Coppelia y el actual cine Yara se llamaba Radiocentro. En el lujoso Hotel Habana Libre, antiguo Hilton, podía desayunarse, almorzar o comer en su cafetería de la planta baja, o disfrutar del variado menú en El Polinesio. En el piso 25, lo que habían sido el Sugar Bar y el Cañaveral, que después de la confiscación pasaron a llamarse Turquino y otro nombre que ahora no recuerdo —ayúdenme, lectores— se podía beber hasta altas horas de la madrugada oyendo tríos en vivo, que en ocasiones abusaban cantando Los ejes de mi carreta o Espérame en el cielo.
- O cruzar la calle L hasta el Ember’s Club, antiguo Café de Los Artistas, de Otto Sirgo (y posteriormente Bulerías), y saborear una excelente pizza napolitana por 70 centavos y macarrones con jamón por 80.
- Bajar por la acera del Radiocentro hasta L y 21, donde estaba el edificio del Retiro Odontológico, Premio Nacional de Arquitectura (…) con una excelente, iluminada y limpia cafetería-restaurant de autoservicio en la planta baja.
- Bajando por 23, en la acera de enfrente del Habana Libre, estaban El Mandarín —comida china—, la cafetería CMQ, y el Bar Alaska, todos después de donde podía tomarse excelente café y picar croquetas o pastelitos, mucho antes del Versailles miamense.
- En calles cercanas, muy cerca del mar, reinaban los hoteles Capri, Nacional, Saint John, Vedado y Flamingo, con bares, shows y descargas fabulosas en el Salón Rojo, El Parisién, y el Pico Blanco, además de en El Caribe, del Habana Libre, y el Copa Room del Riviera.
Y complementa Blanca Acosta en los comentarios sobre el artículo de Yáñez :
“Recuerdan la Casa Potín, entre las maravillas que ofrecía, vendía los mejores huevos de Pascua de la Habana ¡Y qué hablar del primer Mall en América, antes que en EEUU, el de la Rampa y Malecón¡”.
También se puede recordar que Cuba, fue el primer país latinoamericano donde se construyó un hotel con aire acondicionado central: el Hotel Riviera en 1959.
Y así, seguramente los lectores podrán agregar más recuerdos y hasta añoranzas de unos años que serán imperecederos en la memoria de los cubanos y cubanas de la época.
Con información de Cuba Encuentro
