Venezuela es un país que vive enfrentando realidades muy dispares. Si es cuestión de ver la fotografía del país presentada por los medios oficialistas, los llamados CLAP son la solución para la fuerte crisis alimentaria que esta sufriendo la familia venezolana.
Entre los medios que aun se creen independientes se muestran las kilométricas colas que le toman a los venezolanos entre 8 y 15 horas para adquirir alimentos que escasamente cubren las necesidades básicas nutritivas.
El venezolano ha desmejorado notablemente su alimentación en los últimos 8 meses, vegetales costosos, las proteínas animales se han vuelto un lujo, los granos desaparecidos y los que se ven en anaqueles a precios por las nubes.
Los jefes de familia están entre la espada de la inflación y la pared de la corrupción que se ha desatado alrededor de la necesidad básica de alimentarse.
Por lo cual, pasadas las 3:00 de la tarde se ha visto, cada vez en mayores cantidades, a personas cuya apariencia no habla de que estén en situación de calle ni similar sino que se ven claramente personas que están en condición de empleados, dispuestos en pequeños grupos hurgando en busca de comida en la basura. La verdad se impone: en Venezuela no alcanza el dinero para comer.
En Caracas, en el popular bulevar de Sabana Grande, espacio reconocido en la ciudad para realizar caminatas frente a las tiendas y ferias de comida que también han sido castigadas por la crisis, con bajas ventas y casi inexistentes visitas.
En este sitio se ha visto, ya de manera sostenida, desde hace unos meses grupos organizados de personas que esperan por la hora de salida de la basura en los restaurantes para ellos comer, en una ruleta en la que cada bocado puede resultar en enfermedades o la muerte. Situación que se ve en la misma medida en el centro de Caracas y en el interior del país.
Esta imagen, es la postal de un proyecto fracasado, es la mejor carta de presentación de la más ilógica contradicción, los ciudadanos venezolanos están siendo castigados por las restricciones, la confrontación, corrupción y una ideología que se ha vendido como política y que, quienes la dirigen, viven el día de hoy movilizados por sus insaciables ganas de poder aferrados a un recuerdo.
