Edelmiro miró largamente los estantes de medicamentos, dobló su tarjetón y dijo sarcástico a otro anciano que hacía fila ante el mostrador: “Yo no cojo lucha, porque el entierro es gratis”.
La frase fue el modo elegante que encontró este cubano de 81 años cuando la dependiente en cuestión le dijo que el enalapril continuaba en falta. Al parecer, no hay solución al problema: o toman captopril como antihipertensivo suplente, o acuden a los métodos caseros de poner los pies en el suelo frío y chupar limón para bajar la presión arterial.
Desde hace más de un mes el enalapril ha estado en falta en las farmacias de la capital cubana. Este producto, que figura en la lista de medicamentos controlados, constituye el principal estabilizador para la mayoría de los hipertensos, especialmente entre los adultos de más de sesenta años de edad.
Según Ileana —especialista de una farmacia del municipio Cerro que prefirió no dar su apellido—, la ausencia del fármaco se debe a que no hay materia prima para elaborarlo. Por tal motivo, una alarmante cantidad de hipertensos ha recurrido al captopril, lo cual ha traído como consecuencia que este también escasee en la red capitalina de farmacias.
El envejecimiento poblacional en Cuba abarca aproximadamente dos millones de ciudadanos, siendo la hipertensión arterial uno de los padecimientos más frecuentes en este grupo etario.
Mientras familiares y amigos se movilizan para resolver el problema de sus seres queridos, muchos ancianos que viven solos no pueden contar siquiera con alguno de los miles de trabajadores sociales que el gobierno cubano graduó —por montones— en los primeros años del siglo XXI. Reymundo Calvo (83 años), vecino del municipio Habana Vieja, alega que no puede permanecer más de treinta minutos de pie en una cola, o caminando, sin que se le hinchen las piernas y le den vahídos.
Este jubilado, diabético e hipertenso, tiene que salir por su propio pie a buscar sus medicinas, y se ha visto envuelto de la noche a la mañana en oscuras ilegalidades para conseguir tabletas de enalapril.
“Conseguí dos tiras gracias a una vecina que es doctora y se lleva bien con una muchacha de la farmacia”. El “llevarse bien” referido por Reymundo no es otra cosa que el trueque de medicamentos de difícil adquisición por recetas en blanco —previamente firmadas y acuñadas por un facultativo— que sirven al farmacéutico para vender, a precios elevados, drogas controladas y muy codiciadas en determinados sectores de la población. Entre los medicamentos más demandados aparecen la imipramina, el fenobarbital, el clonazepam, la carbamazepina y el sildenafil (Viagra cubana).
En un contexto donde los ancianos deben conformarse con explicaciones sobre desabastecimientos y demoras que no solucionan sus problemas de salud, Reymundo es un hombre afortunado, como lo es todo cubano que tenga entre sus familiares y allegados a un médico, enfermero o farmacéutico. Esos lazos son los únicos capaces de conseguir medicinas y servicios cada vez más difíciles de adquirir, incluso “por la izquierda” y pago mediante.
No es de extrañar que cuando un familiar desesperado acude a la farmacia en busca del enalapril, la dependiente de turno le diga que “sí hay, pero no para todo el mundo”. Este fármaco ha entrado al top ten de los más buscados, junto al omeprazol, la ranitidina, la dipirona y la domperidona, entre otros.
Un buen entendedor sabe que debe pagarlo a sobreprecio, y los desesperados lo hacen para evitar calamidades mayores. Sin embargo, ¿qué pueden esperar lo ancianos que viven solos? ¿Quién responde por ellos ante la falta de medicinas?
El viejo Edelmiro, cuya experiencia dio inicio a este artículo, cuenta entre los muchos hipertensos que abarrotan el cuerpo de guardia de los policlínicos, aquejado por una tensión arterial veleidosa. Su excepcional sentido del humor contrasta con el ánimo cansado de sus coetáneos.
Medio en broma, medio en serio, comentó a esta periodista: “si el gobierno quiere salir de varios miles de viejos, solo tiene que desaparecer el enalapril”. Aunque el primer impulso es rechazar de plano esta idea, si se toma en cuenta el grave problema social que representa el acelerado envejecimiento poblacional en Cuba, la inacabable crisis económica que atraviesa la Isla y el precario cuidado que pone el gobierno en el cuidado de sus ancianos… la teoría de Edelmiro no resulta del todo descabellada.
Publicado originalmente en CubaNet