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La destitución presidencial: ¿a favor o en contra de la democracia?

La posibilidad de destituir los cargos públicos en caso de mal desempeño es un mecanismo vital para cualquier democracia.

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La posibilidad de destituir los cargos públicos en caso de mal desempeño es un mecanismo vital para cualquier democracia.

Dilma Rousseff acaba de ser destituida oficialmente de la presidencia de Brasil, y Nicolás Maduro trata de escabullirse del voto popular directo que amenaza con sacarlo de Miraflores. La primera fue objeto de un juicio político o impeachment, y el segundo es acechado por un referendo revocatorio. La posibilidad de destituir los cargos públicos en caso de mal desempeño es un mecanismo vital para cualquier democracia.

La destitución de Dilma o de cualquier presidente, debería ser sometida al voto popular, incluso luego de que un juicio político la considere inhabilitada. El pueblo debe tener la última palabra, porque es el soberano, independientemente de si las estadísticas muestren apoyo o rechazo. Simpatizo con la democracia representativa, pero en temas cruciales como este, debe ser el pueblo directamente quien tenga la decisión.

La falta de Dilma es grave y no lo justifica que sus antecesores la hayan cometido impunemente, casi como norma. Debemos recriminarla por ello, no hay duda. Pero si se revisa hoy mismo la gestión de todos los presidentes del mundo electos democráticamente y se le aplica nada más que la mitad del rigor penal que se utilizó contra ella, no quedaba uno solo en el cargo. Igualmente si se le aplicara la mitad de la guerra mediática de que fue víctima la mandataria, tendrían cero popularidad.

Abogo por la libertad de expresión, porque vivo en un país donde una élite política controla y ejerce todo el poder mediático. Sé muy bien lo que significa ese control de los medios y sus consecuencias. En Brasil, como en casi todo el mundo, también una élite de derecha tiene ese mismo poder mediático en una medida bien perjudicial para la verdadera libertad de expresión y la democracia, no al nivel de Cuba, pero alarmante. Dilma fue víctima de ello, es un hecho.

Pesó más el interés político al destituirla que el de su falta real. Una gran hipocresía, ya que dedos de una mano a sobran para contar a los magistrados verdaderamente intachables entre los que votaron en su contra. Casi todos están siendo investigados por corrupción y los que no, ¡imagínense! Se dice que sacando a Dilma del poder tienen más posibilidades de quedar impunes. Entonces, ¿quién salió ganando con el resultado del juicio político, la corrupción o la democracia?

Cuando un presidente puede ser destituido solo con un juicio político y la mayoría de los magistrados son los miembros del Poder Legislativo, si tiene minoría en ese Poder del Estado puede ser destituido no por justicia, sino por interés político de la facción dominante. Sin duda un bache democrático. Por eso además del juicio político creo que debe haber revocatorio.

En Venezuela, ¡qué bueno!, existe la vía de destitución por referendo revocatorio. Muy bien por Chávez y todos los constituyentes que aprobaron esa vía tan democrática. Lástima que en esa misma Constitución no se deje bien claro y preciso cómo ejercer ese derecho evitando la manipulación del Ejecutivo para que no se ejecute.

Con un período presidencial tan largo, (de 6 años), deberían estar definidas las fechas obligadas, no dejarlas a decisión del Órgano Electoral. También opino que debería ser por dos vías: a solicitud de dos tercios o más de la Asamblea o por solicitud de un porcentaje de los votantes, pero evitando el aparataje formal que hace posibles las maniobras dilatorias, como en efecto está sucediendo actualmente. No cabe duda que el modelo de referendo revocatorio venezolano posee fisuras democráticas que solo lo hace viable a voluntad del propio Ejecutivo que debe ser sometido a juicio popular, una paradoja.

Acompaño a la izquierda en sus dolores, porque es mi tendencia política por convicción; pero jamás tapo sus errores ni los justifico. La destitución de Dilma, si sirviera para dar un ejemplo de mano firme en la lucha contra los manejos turbios en la política brasilera, ¡bienvenida!; pero si solo es una estratagema política para proteger manejos aún más turbios de manos de sus propios inquisidores, entonces debe ser repudiada.

En el caso de Maduro y los chavistas, ni siquiera tengo dudas: sabiendo que tienen poco apoyo popular y en este momento perderían el referendo revocatorio, se han complotado con los poderes electoral y judicial para inventar artimañas que burlen ese derecho constitucional del pueblo. Digno de repudio, no importa si eres de izquierda o de derecha. Solo hay que tener ética y valores democráticos para desaprobar lo que atente contra los derechos de los pueblos.

Somos testigos, al unísono, de dos ejemplos de manipulación política de la democracia para burlar el derecho popular a decidir la continuidad de sus mandatarios mediante su voto directo. En Brasil lo ha hecho la derecha, según las normas y hasta con un “crimen” bien probado, pero con la evidente mancha del parcialismo político y el doble racero. En Venezuela, por el contrario, lo está haciendo la izquierda y niegan con sus actos desesperados todo aquello por lo que han luchado tanto tiempo.

Irrespetar al pueblo y diezmar la democracia, aunque falsamente se haga en nombre de la propia democracia, no es hacer política, es delinquir. No importa si lo hace un diputado, un senador o un presidente. Un “sí” a la revocación presidencial, pero por la mano del pueblo, un “no” a su utilización antidemocrática y oportunista.

Fuente Havana Times

Written by Havana Times

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