Fidel Castro “era un narcisista” y “no demasiado” buen amante,afirmó al suplemento Yodona del diario español El Mundo, la alemana Marita Lorenz, quien vivió un romance con el dictador en los primeros tiempos de la Revolución.
Lorenz recordó esa época de su vida en el libro Yo fui la espía que amó al comandante (ed. Península), en el que denuncia que se quedó embarazada de Castro y que su hijo le fue arrebatado luego de un parto provocado.
También relata que podría haber cambiado la Historia si se hubiese atrevido a llevar a cabo el encargo de la CIA de dar fin a la vida del dictador.
Según sus declaraciones, Lorenz vive convencida de que Castro fue “el gran amor” de su vida.
En una entrevista con la publicación arriba mencionada, la alemana recuerda que lo conoció en 1959, cuando el crucero que capitaneaba su padre, el Berlín, estaba atracado en La Habana.
“Le enseñé el barco (…) Él me preguntó dónde estaba mi camarote. Una vez allí, tras abrir la puerta, me empujó al interior, me atrajo hacia sí y me abrazó. Ese fue mi primer beso con un hombre”, relata Lorenz.
Ante la interrogante de si se sintió “violada”, afirma: “En absoluto. Estaba subyugada. ¡Fidel desprendía una fuerza seductora enorme! No llegamos a hacer el amor, pero casi. Inmediatamente sentí ganas de volver a verlo”.
Fidel ‘era un narcisista’
La alemana regresó a la Isla invitada por Castro. “Estaba aterrorizada, pero al mismo tiempo muy excitada”, comenta.
Vivió con el dictador en la suite 2.408 del hotel Hilton, lugar donde también tenían habitaciones Raúl Castro y el Che Guevara.
“Hicimos el amor desde el primer día”, afirma Lorenz. Ante la pregunta sobre si Castro era buen amante, responde: “No demasiado. Era más interesante durante las caricias que durante el acto sexual propiamente dicho”.
“Pero los dictadores son todos así”, analiza la alemana, quien de igual forma una relación con el venezolano Marcos Pérez Jiménez.
“Fidel era un narcisista. Le encantaba mirarse al espejo mientras se acariciaba la barba. Le faltaba confianza en sí mismo o, mejor dicho, necesitaba ser adulado y mimado, como un niño pequeño”, comenta.
Según el texto de Lorenz, Castro la previno de que “no debía soñar con una boda”.
“Estoy casado con Cuba”, le aseguró, aunque durante los ocho meses que transcurrieron entre amoríos con él, la alemana se enteró que “tenía aventuras” con otras mujeres.
Le quitaron a su hijo
La situación tuvo un momento crítico cuando Lorenz quedó embarazada de Castro. “Primero, parecía completamente hundido. Al cabo de un rato me dijo: ‘Todo va a salir bien'”, dice.
Lorenz comenta que en octubre de 1959 cayó desplomada al suelo luego de beber un vaso de leche. Al consultarle sobre si “fue envenenada” responde “sí”.
“Pero nunca supe por quién ni por qué. Fidel no estaba. Uno de sus colaboradores me llevó a urgencias y, después, organizó mi repatriación en un avión a Nueva York. No recuerdo nada más. Todo lo que sé es que me desperté en una habitación del hospital Roosevelt, en Manhattan, en un estado de semiinconsciencia”, dice.
Agrega que durante ese momento le quitaron a su hijo. “Me dijeron que había sufrido un aborto, pero el ginecólogo de Nueva York me habló de un parto provocado. Lo del aborto era falso. El embarazo estaba casi a término y mi hijo nació cuando yo estaba en coma en Cuba. Es un chico. Creció allí y se llama Andrés Vázquez”.
Lorenz afirma que pudo ver a su hijo en 1981, cuando visitó a Castro luego de 20 años sin verlo.
“Aceptó recibirme, pero se le notaba que no estaba a gusto conmigo. Le supliqué que me presentase a nuestro hijo. Entonces abrió la puerta y apareció Andrés. Se parecía a su padre. Sus manos y su rostro eran idénticos. Le di los regalos que le había llevado. Me dijo que estudiaba Medicina. Mientras, yo no paraba de llorar”, recuerda.
“Nadie puede matarme”
En el año 1961, Lorenz regresó a Cuba enviada por el agente de la CIA Frank Sturgis, a quien había conocido en La Habana cuando ya estaba embarazada.
“Yo era una chica ingenua, enamorada, pero estaba hecha polvo. Y, en contra de mi voluntad, pasé a formar parte de los anticastristas”, asegura.
“Cogí un avión. Seguía teniendo todavía la llave de la suite 2.408, donde Fidel continuaba viviendo. Entré y Fidel llegó poco después. Se quedó estupefacto y dijo: ‘Oh, mi pequeña alemana'”.
Lorenz dice que le contó a Castro que había viajado a matarlo. “Pero él ya lo sabía. Me tendió su pistola y yo la empuñé. Entonces, mirándome a los ojos, me dijo: ‘Nadie puede matarme’. Tenía razón. Solté el arma y me sentí liberada”.
Al ver su fracaso, quienes la enviaron a matar a Castro se pusieron “furiosos”, asegura. “Me explicaron que, si lo hubiese matado, no habrían tenido que poner en marcha la operación de Bahía de Cochinos”.
Lorenz comenta que nunca se pudo desvincular por completo del espionaje. “Hoy vivo en una ratonera en Queens, en un semisótano, con mi gato, mi tortuga y mi pez naranja. Solo tengo un deseo: partir”.
La mujer, actualmente de 76 años, señala que le gustaría volver a Alemania en compañía de su hijo Mark, de 46 años.
Con información de Yodona