No es un día cualquiera. Para los cubanos, el 8 de septiembre es un día de esperanza, regocijo, fe y devoción. Es un día de colores, de esperanza, de flores e iglesias de puertas abiertas. Es un día para abrir el corazón y con fe, pedir la intervención divina, o más que eso, fuerzas para luchar por un mejor porvenir.
Familias separadas, vivir en el exilio. Aquí o allá, la Santa Patrona representa un orgullo para Cuba y una esperanza que trasciende latitudes. Salud para las familias, prosperidad, entregar a sus pies los problemas, para recibir a cambio fuerzas para continuar.
En Cuba ver iglesias abiertas, mujeres y hombres agolpados frente a los altares y los redobles de campana anunciando misas y procesiones infunden aires de festividad a un jueves que pareciera fin de semana.
En la capital cubana, la iglesia de la Caridad del Cobre, en el mismo corazón de Centro Habana, es donde concurren los devotos para colocar las ofrendas y acompañar a la Virgen en la tradicional procesión de la tarde, entre oraciones y cantos.