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Adiós al poeta de la extrema lucidez

Ya no está Juan Carlos Flores. No quiso ya, o no pudo, estar más

Juan Carlos Flores, / Foto: Cortesía
Juan Carlos Flores (foto cortesía del autor)
Juan Carlos Flores (foto cortesía del autor)

Por Ernesto Santana. Ya no está el poeta Juan Carlos Flores. No quiso ya, o no pudo, estar más. A pesar de las adversidades que habían marcado su vida, para quienes lo conocían mejor resultó de todos modos muy sorpresivo el trágico desenlace.

“Sé que he de vivir mi vida entera soportando el / mal que padezco, y sus daños colaterales, sé que la causa / verdadera de mi muerte será el mal que padezco, gran mal o / pequeño mal y sus daños colaterales”, había escrito el poeta muchos años atrás.

Nacido en 1962 en La Habana, Juan Carlos Flores había publicado poemarios como Los pájaros escritos,Distintos modos de cavar un túnel, El contragolpe o Vegas Town, y había ganado varios importantes premios nacionales de poesía.

Su obra, entre lo más relevantes de la poesía cubana en los últimos veinte años, se reveló a pesar del desequilibrio mental y emocional con que lo castigaba la esquizofrenia, némesis de su vida personal que no pudo evitar que se impusiera su talento, desde una época de los encuentros en la azotea de Reina María Rodríguez y de su relación con el proyecto Diáspora(s) hasta la más reciente aventura poética de OMNI-Zona Franca.

“No ha planeado una fuga sino una desaparición / y ha borrado las huellas de sus pies, los signos que conducirían / a otros hombres hasta el sitio en que él se encuentra y en el / que espera vivir hasta su ultimo día libre de ataduras”, dijo en un poema, aunque, por suerte, durante años él mismo no evitó que otros fueran hasta donde estaba.

“Empezamos a reunirnos alrededor del poeta Juan Carlos Flores, a quien buscamos para moldear un poco la experiencia de la escritura. A veces uno no encuentra a otros poetas con cercanía generacional y tiene que escribir sus poemas solo”, ha dicho Amaury Pacheco, uno de los creadores del proyecto OMNI-Zona Franca. “Encontrarnos con Juan Carlos fue encontrarnos con esa generación, conocer sus dolores, sus sentimientos y conocer el significado de ser poeta”.

Uno de sus últimos trabajos, Vegas Town, parte de las temporadas que pasó en Vegas —un pueblito perdido en el mapa al sur de La Habana— y está compuesto de poemas para escuchar, elaborados con diversos sonidos y música. Desde su relación con los poetas de Diáspora(s), Flores hizo uso de la poesía performática y fue de los pocos en llevar sus poemas más allá de la simple lectura en voz alta.

Es difícil imaginar a Juan Carlos Flores en el tedioso laberinto de Alamar, esa joya del surrealismo socialista, pero el ensayista Duanel Díaz, explorando Distintos modos de excavar un túnel, propone que “la aridez y economía características de este poemario serían, entonces, consecuencia de ese espantoso entorno de edificios cuadrados e iguales”.

Disidente por naturaleza de cualquier totalitarismo, Flores participó en cuanto proyecto libertario asomó la cabeza por cualquier rincón de La Habana, de Diáspora(s), la azotea de Reina y Espacio Aglutinador hasta OMNI-Zona Franca y Estado de SATS. En 2012, estuvo entre los firmantes de la Demanda ciudadana por otra Cuba, que exigía al gobierno cubano la ratificación de los pactos de la ONU sobre Derechos Humanos. “La libertad es una, aún entre campos militarizados”, había dicho en un verso.

Ahora ya no importa tanto si el suicidio del poeta era esperable o no, si era o no cuestión de tiempo. En definitiva, lo terrible era su lucha a solas con ese “mal que padezco”, con esas dos pavorosas opciones: tomar los medicamentos que lo mantenían en control y le impedían la escritura, o no ingerirlos, con el lógico peligro que implicaba esta decisión. No es extraño que su correo electrónico fuese jcfmuertovivo@gmail.com.

“Exiliado de mí, si pudiera regresar a algún sitio, me gustaría regresar a mí mismo, lugar con arboledas”, podemos leer en una de sus páginas. “Ser poeta es una enfermedad”, dijo también, y como poeta de la extrema lucidez quiso anular toda frontera entre vida y poesía, hacer de poesía y vida una sola y prodigiosa aventura de la que resultaba imposible salir vivo.

“No ha planeado una fuga sino una desaparición / y ha borrado las huellas de sus pies”, escribió y, de pronto, ya no se le verá más por las calles de ese gran laberinto del este habanero. De hecho, sus amigos hicieron desaparecer sus cenizas esparciéndolas en el mar que se extiende a la espalda de Alamar. Resurrección poética de Alamar es el título que reúne a tres de sus poemarios.

En fin, que descanse de sus tormentos el poeta del verbo incansable, que luchó a solas con un terrible misterio que nosotros no podemos tocar y a solas se lanzó a su verso definitivo, a un último gesto que, aliviado, ya no tendría que repetir jamás. De este lado, claro está, nos quedamos los otros, rumiando preguntas sin posible respuesta, esperando que sí, que por fin Juan Carlos haya podido regresar a sí mismo.

Written by CubaNet

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