Sólo aquellas madres que han perdido a un hijo pueden decir que “es el peor dolor del mundo”. El periodista cubano Henry Constantin Ferrero estuvo cerca de ese dolor al conversar con Maritza Cedeño, madre de Dunieski Lastre, el joven cubano asesinado junto a Edelvis Martínez por dos coyotes en la selva colombiana.
Constantin proveniente de Miami, al pisar suelo cubano se decide por entrevistar a la señora. Al llegar a la residencia es recibido por Maritza, quien lo invita a pasar a sentarse en la sala de la casa, donde reposa una foto de Dunieski con flores y velas.
Como me duele -y a ella más-, pregunto poco y escucho callado a Maritza Cedeño, una mujer serena, camagüeyana, con la mirada más triste del mundo y un hijo de menos.
La mujer le dice al periodista que en el MINREX la burocracia se impone a su dolor de madre. Debe pagar tres mil 500 dólares para poder recibir el cadáver de su hijo y darle santa sepultura.
Ella contesta mis preguntas, recuerda a su hijo, repasa el recorrido de él -lo poco que sabe- de coyote en coyote hasta caer en manos de esos lobos jóvenes y desalmados que ojalá Colombia ponga en la cárcel para siempre. Me cuenta de su propio recorrido por el MINREX, de los rumores y las formalidades que la obligan a esperar, y de los 3500 dólares que cuesta el regreso del hijo muerto, y que es su único deseo: ‘Enterrarlo aquí y que descanse’
Para el periodista la entrevista parece un “fracaso” pues todas sus interrogantes (a pesar de pocas) no fueron aclaradas, pero entiende la razón. Aún no es momento para formular el arsenal de preguntas que los periodistas hacemos en casos como estos, el respeto se impone antes que la curiosidad.
Con tanto dolor, mi entrevista es un fracaso, como fue un fracaso el viaje de los dos jóvenes que llegaron demasiado temprano a donde nadie quiere llegar, como es un fracaso mi país, esa patria creo que nuestra y vaciándose de compatriotas, en donde los que quieren vivir en ella parecemos, por eso mismo y cada vez más, extranjeros.
Antes de partir del humilde hogar, Constantin le salta una última pregunta: ¿de quién es la culpa? ¿de la Ley de Ajuste? ¿de el régimen cubano? ¿de los coyotes?. Aunque sin duda una madre no busca culpables sino poder abrazar nuevamente a su hijo.
Y a Maritza no le pregunto ni si la culpa es del gobierno cubano o de la Ley de Ajuste o de los hijos sin madre de los coyotes o de las ganas de prosperar y vivir libre que tenía su hijo. Al final, todos sin excepción -los coyotes, la Ley de Ajuste y el gobierno cubano- deberían esfumarse, y dejarnos solos a los cubanos con nuestras ganas de prosperar y de vivir libres. Lo otro nos sobra.
La sala se llena de jóvenes amigos de Dunieski que vienen a ver a Maritza. Miro por última vez las fotos del muchacho con flores y velas, y salgo de la casa repitiéndole bajito a la madre unos “gracias” que yo no sé qué quieren decir.
Ay, Cuba.