Se ha comentado que hay dos puntos de inflexión en la carrera presidencial de Estados Unidos. Dos países distantes en posición geográfica pero muy próximos por su ideología: Cuba y Venezuela.
Tradicionales republicanos volteando sus ojos hacia Clinton y demócratas contrarios a Trump pero aún no engranados con la ex-jefa de Estado.
Darle continuidad al deshielo entre Cuba y Estados Unidos sin embargo, ha sido el punto de equilibrio en la campaña de ambos aspirantes. Por lo menos así parecía hasta este fin de semana, cuando Donald Trump amenazó con echar a un lado el acercamiento en caso de que Raúl Castro no acepte cumplir con las demandas del pueblo cubano, ejemplo de ello, la liberación de presos políticos.
Este punto sin duda podría marcar la diferencia. Dos millones de personas de origen cubano residen en Estados Unidos, en su mayoría, con familiares que permanecen al otro lado del mar.
Aunque el exilio cubano está a favor de más oportunidades para el pueblo cubano, no respalda que el régimen castrista continúe afianzando el autoritarismo, ahora con la venia de potencias mundiales.
Bernardo Toledo, un jubilado de 72 años, entrevistado por AP, considera una “desgracia” que Donald decidiera tomar una decisión a su juicio muy “drástica”.
La decisión podría estar e sus manos. Las medidas ejecutivas, no requieren autorización del congreso, el próximo mandatario puede revertirlas al gusto.
El pasado viernes, Trump manifestó que dedicará su mandato a luchar contra la “opresión” comunista a favor de una apertura política en Cuba, mientras advirtió que revertirían las órdenes ejecutivas de Obama, “a menos que el régimen de los Castro escuche nuestras demandas”.
Clinton a la cabeza
La postura de Clinton podría hacer la diferencia. El debate del próximo lunes sería la oportunidad idónea para que los dos aspirantes demostraran ante el mundo su posición ante decisiones que comprometen no sólo a Estados Unidos, sino el acontecer de la región y del mundo entero.
La demócrata continúa a favor de la política de apertura Obama, un cambio que pasará a la historia de la política norteamericana, el cese a la hostilidad entre ambos países.
A tal punto que el propio gobierno cubano ha decidido involucrarse. Por primera vez el diario oficialista Granma publicó en su portada digital toda la información necesaria para que los votantes estadounidenses que se encuentren en La Habana puedan participar en la elección.
La apertura ha significado mucho más dinero para el régimen y mientras Raúl Castro asegura que mantendrá su demanda para el fin del embargo y la devolución de la Base Naval de Guantánamo, Cuba no está dispuesta “a renunciar a uno solo de sus principios, ni a realizar concesiones inherentes a su soberanía e independencia”.
Con información de Agencias