Cuba es más que unos autos viejos, pero la historia adversa de la isla hace que la propiedad de un auto sea diferente de lo que es en casi cualquier otro lugar del mundo. Si tienes un auto en Cuba, es probable que sea uno viejo.
En una noche húmeda en La Habana conocí al segundo dueño de un Pontiac de 1937 con una transmisión manual de tres velocidades que alardeaba de su condición original. Su papá fue el primer dueño. Sin embargo, tuvieron que hacerle algunos ajustes al auto: por ejemplo, el dueño tiene que usar un destornillador para abrir la tapa del maletero y necesita emplear un alambre para remover la cerradura de la guantera.
Más allá de unas luces direccionales ocurrentemente montadas en la bandeja posterior y de una mejoría eléctrica de 6 voltios a 12 (porque hoy en día sólo se consiguen alternadores de 12 voltios), el Pontiac básicamente está como estuvo en 1937. Nada de lacado especial o ruedas grandes.
A él le encanta el auto y probablemente se lo regalará a otro cuando ya no lo necesite. Y es una actitud compartida por muchos cubanos. Un auto no es un bien desechable como lo es para la mayoría de los estadounidenses: es esencial para la vida de uno y se trata de hacer que funcione todo el tiempo que sea posible.
Pasé un mes en La Habana a principios de año tomando un curso de fotografía con la Universidad Northwestern.
El viaje fue parte del programa ‘Diálogo de Civilizaciones’ de la universidad. Veintitrés de nosotros –junto con dos excelentes asistentes de profesores y dos magníficos profesores– estudiamos la cultura cubana y aprendimos de un lugar adonde pocos estadounidenses tienen la oportunidad de viajar. Algunas personas tomaron muchas fotos de fruta.
Yo pulí mis habilidades fotográficas bien básicas al tomar fotos de autos… muchas fotos de autos. Estas son mis observaciones sobre los autos en Cuba y los cubanos con sus autos.
Las restricciones comerciales impuestas durante las últimas cinco décadas por Estados Unidos han más o menos dejado a Cuba atrapada en 1959 en cuanto a autos.
Pero hay muchos autos de la etapa soviética, viejas cosas rusas que fueron distribuidas hace décadas. Pero a medida que han ido aumentando las exportaciones a Cuba, los últimos 10 años han traído oleadas de autos europeos de los 80 y los 90 y algunos autos nuevos de China y Corea. Cualquiera de estos últimos son pertenencias sumamente valoradas por los cubanos.
En mi primer viaje en taxi en la ciudad me enteré que el taxista trabajaba de día como médico. Gana tan poco ejerciendo la medicina que tiene un segundo trabajo conduciendo un taxi (y estafando a estadounidenses) para mantener a su familia. Su Lada –que lleva hasta un ambientador con forma de pino colgando del retrovisor– es crítico para su sustento.
Es por eso que autos que hubiesen sido triturados hace años en Estados Unidos se reparan una y otra vez en Cuba. Es común ver un taxista trabajando debajo del capó de su Lada mientras que sus pasajeros se quedan esperando al lado de la calle en sus trajes de baño. Las piezas nuevas de las pocas compañías con alguna presencia aquí –Fiat, Peugeot-Citroën, Mercedes-Benz, por ejemplo– son caras y sólo se consiguen para los modelos más nuevos.
Si bien La Habana tiene tantos autos como insectos voladores, el transporte de cuatro ruedas aún queda fuera del alcance de las familias trabajadoras que ganan alrededor de 20 dólares al mes… si es que tienen la dicha de ganarse esa cantidad.
La gasolina cuesta alrededor de cuatro dólares por galón y con eso se consigue gasolina con un octanaje de 83. La disponibilidad de un auto en Cuba es complicada. Aunque hay una sala de exposición de Citroën y un departamento de piezas de Fiat, pocos pueden costear un C4 nuevecito al año.
Guillermo Ramírez Malberti es un artista al que le fascina la cultura automotriz de Cuba. Pinta imágenes de auto, crea arte de radiadores viejos y chasises de autos Peugeot y organiza carros estadounidenses viejos con la forma de su país.
Se calcula que hay más de 50 mil autos estadounidenses fabricados antes de 1960 –la mayoría con cromo brillante– andando por el país. Y son estos los que más llaman la atención.
“Hasta 2002 sólo era autos estadounidenses y soviéticos”, dijo Malberti en un inglés que era mejor que mi español. “Hay un gran sentido de simbolismo con los autos estadounidenses”.
Pero si bien un auto se puede ver como un Oldsmobile de 1956, debajo del capó las cosas probablemente sean muy diferentes de lo que parecen. Hace mucho se sustituyeron los motores V8 hambrientos de gasolina por motores de 4 cilindros de Fiat. Unos hasta están usando diferenciales y piezas grasientas de viejos Land Rovers. Y otros carros andan gracias a tanques de propano en el maletero porque éste es más barato que gasolina.
“Los cubanos se vuelven muy creativos con sus formas de reparar sus autos ellos mismos”, dijo Malberti mientras que me enseñaba cómo la gente exprimía trozos de guayaba y plátano para tapar un radiador con fugas.
Malberti dice que no hay piezas nuevas para los autos viejos y por eso a veces los asientos son de Volvos y los faros de halógeno se sustituyen por faros improvisados con bombillas fluorescentes.
Ahora los cubanos están haciendo todo lo que pueden para mantener andando los autos fabricados después de 1960. También resultan sorprendente la cantidad de autos europeos de los 80 y 90 que siguen andando. Se ven 205 en todas partes, al igual que los 405 que se considerarían una rareza en Estados Unidos e incluso en la mayor parte de Europa.
Cuba debe de ser el lugar donde viven todos los Fiat Tempra que aún quedan en el mundo. Meter toda la gente posible dentro de un Fiat Cinquecento parece ser un deporte nacional cuyo único rival es el béisbol. Hasta vi un par de Saab 96 que andaban más callados que algunos de los Renault que se usan como taxis.
También hay una abundancia de autos coreanos. Los taxis Accent son sumamente populares, al igual que los Rio y Sonata disponibles para alquilar. Pero los Lada imperan. Es probable que cualquier cosa con la simplicidad mecánica de un mango y la dureza de un coco dé buenos resultados en una ciudad donde los baches están conectados por unas franjas más lisas de pavimento llamadas calles (en el campo, son los adoquines los que conectan aquellos baches).
Cuando vi un Mark 2 Volkswagen Golf echando humo por el Malecón, mi primer pensamiento no fue que este país tiene algunos autos en graves condiciones. Pensé en como ese auto lo hubieran vuelto una puerta metálica en Estdos Unidos después de haberlo triturado hace muchos años. El hecho de que a los cubanos se les ocurre tantas formas diferentes de mantener andando a estas cosas viejas es una prueba que adoran más a sus autos que la mayoría de las personas.
Por Zac Estrada
Publicado originalmente en Jalopnik